domingo, 15 de diciembre de 2013

Todo el año es Navidad

pesebre 2013

¡Se celebra el adulterio de María

con la paloma sacra!”

Oilverio Girondo, Verona.

 

El nuevo decreto fue reproducido en las primeras planas de los diarios con tipografía de aviones caídos: “A partir de mañana, todo el año es Navidad”. La dictadura de los publicistas alcanzaba así su más alto grado de voluntarismo: el 24 a la noche, los habitantes del país se despidieron de lo cotidiano para abrazar el festejo morboso de una Navidad a repetición.

Lo primero fue planificar con quién y dónde se iba a padecer aquello. Celos familiares cedieron ante aceitadísimos cronogramas de reuniones entre las más diversas combinaciones de parientes. Por fin había chances para todos. La Iglesia Católica reaccionó con beneplácito en la seguridad de que se extinguía así una de las principales causas de divorcio.

Pero pronto aparecieron los problemas. Sabida es la inclinación que tienen muchas familias por alimentarse el día 25 con las sobras del 24, vestigios de abundantes comilonas planeadas durante meses. La costumbre resultaba ahora difícil de sostener: ese exquisito pollo frío que el 25 se mostraba aún rozagante y que llegaba dignamente al 26 bajo los efectos cosméticos de la mayonesa, en el mes de febrero tornaba su color hacia tonalidades poco sugerentes y en junio despedía un hedor putrefacto. Antes o después, todo comestible experimentaba igual degradación.

Hasta sufrir las primeras convulsiones, los niños se entretuvieron haciendo rebotar el pan dulce, que a los 2 meses de abierto adoptaba las características de una pelota Pulpo.

En este contexto, sobresalía la dignidad del turrón que, si bien era incomible en octubre, no hacía más que conservar su estado inicial. Pero la proliferación de turrones como único alimento provocó una masiva pérdida de piezas dentales en los sobrevivientes a la intoxicación general, en momentos en que los odontólogos se hallaban de franco o simplemente muertos.

En las guardias de los hospitales, los desdichados que habían pactado trabajar en esa fecha a cambio de vaya a saberse qué insignificante suma, terminaban por caer extenuados sobre sus pacientes.

Junto a las víctimas de la dureza del turrón, los centros de asistencia se iban poblando de heridos: el tedio y la inquietud por la salvaje detención del tiempo convirtieron a la pirotecnia en deporte nacional y quienes no atinaron a clausurar sus casas asistieron al súbito incendio de manteles, mobiliarios o primos del campo. Las calles eran una patética reproducción en escala de las más peligrosas zonas de medio oriente en la que convivían los mutilados con los fuegos de artificio. Pero aún más devastadora resultaba la cobertura de los acontecimientos en los canales de televisión. Montados en los mecanismos propios de esta época del año, se reiteraba el tradicional regodeo de la cámara sobre el rastro epidérmico del buscapié.

Miles de papanoeles apócrifos conocían con dolor los intersticios de sus chimeneas noche tras noche para fracasar sistemáticamente ante sus hijos.

Los tradicionales suicidios navideños se multiplicaban y no faltó quien resolviera el asunto obligándose con crueldad a la audición de villancicos ante pelotones de monaguillos que desafinaban falsas promesas de irse a Belén.

Los camiones recolectores respetaban su eterno feriado para que la calle fuese un paisaje maloliente del que se adueñaban insectos, cuentapropistas que vendían porquerías ideales para regalar, ancianas que insistían con asistir a misa y los deshabitados cuerpos de aquellos que se arrojaban –clásicos- desde las ventanas de los edificios.

El interminable feriado bancario impidió el pago de servicios y las empresas cortaron el suministro de agua, luz, gas y teléfono.

Los incautos que se prestaron a ponerle el cuerpo a los pesebres vivientes de las plazas, iban perdiendo la fe día a día mientras intercambiaban miradas para endilgarse la sacra responsabilidad de cambiarle los pañales de una vez al niño Jesús. Una imitación pestilente y llorona cuya llegada hacía rato que había dejado de ser una buena noticia.

Propietarios de negocios eran estrangulados por compradores que no entendían la escasez de pares de medias y pañuelos para regalar a esos parientes que verían hoy por vez primera en el almuerzo navideño, en las cenas o en los velorios de quienes iban muriendo por ser, también ellos, propietarios de negocios asesinados por compradores que no entendían la escasez de pares de medias y pañuelos para regalar.

La inoperancia de lo que quedaba del personal carcelario (ebrio, dormido o fallecido) propició una masiva fuga de cada una de las penitenciarías, lo que hubiera llevado el índice de delincuencia a las nubes de no ser por el temor de los encuestadores a salir a la calle para obtener datos alarmantes que venderles a los candidatos conservadores en campaña, quienes, por otra parte, habían sido atacados mortalmente por su personal doméstico ante la negativa a abonarles un aguinaldo diario.

Desde su lecho de muerte, un funcionario de gobierno dio órdenes precisas de reprimir pero pronto se dio cuenta de que no tenía a quien dársela ya que las fuerzas de seguridad habían desertado para no perderse los festejos.

Finalmente, cuando el horror navideño acabó con toda forma de civilización, las potencias extranjeras decidieron pasar por alto de una vez por todas el principio de no intervención que habían respetado religiosamente hasta el momento. Entendieron que la situación era algo anómala y que –después de todo- ya no quedaban activos por malvender por parte de las alcoholizadas autoridades de la economía local.

Las fuerzas de paz decidieron bombardear cada uno de los posibles focos rebeldes,
es decir todo blanco susceptible a la acción destructiva de las bombas. No podía correrse riesgo alguno en la difícil misión de salvar a los pobladores inocentes. Finalizada esta tarea de profilaxis, la intervención dio a conocer su primera medida: anular la última disposición del gobierno anterior.

El brusco salto de los almanaques fue anunciado con un discurso festivo ante un pequeño número de sobrevivientes que, diezmados por el hambre y el estupor, procedieron a desarmar sus patéticos pinitos falsos jurando en vano no volver a erigirlos nunca más.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

The father of inventions

Hace exactamente 20 años, se moría Frank Zappa. Músico virtuoso, compositor genial, creador prolífico y diverso, provocador con causa, respetuoso de su público a más no poder, riguroso sin dejar de reírse (y viceversa). Siempre un norte. Para músicos y no tanto.

En el irrelevante Olimpo del dueño de este blog, se apunta como uno de los artistas más impresionantes del siglo XX. De la misma carnadura que los Picasso, los Buñuel, los Borges.

Ojo, también se puede seguir escuchando a Iván Noble. La libertad es libre, ¿no?

Gracias por tanto, Mr Zappa.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Lo que esperamos

 

Tardará, tardará.
Ya sé que todavía
los émbolos,
la usura,
el sudor,
las bobinas
seguirán produciendo,
al por mayor,
en serie,
iniquidad,
ayuno,
rencor,
desesperanza;
para que las lombrices con huecos portasenos,
las vacas de embajada,
los viejos paquidermos de esfínteres crinudos,
se sacien de adulterios,
de hastío,
de diamantes,
de caviar,
de remedios.
Ya sé que todavía pasarán muchos años
para que estos crustáceos
del asfalto
y la mugre
se limpien la cabeza,
se alejen de la envidia,
no idolatren la saña,
no adoren la impostura,
y abandonen su costra
de opresión,
de ceguera,
de mezquindad.
de bosta.
Pero, quizás, un día,
antes de que la tierra se canse de atraernos
y brindarnos su seno,
el cerebro les sirva para sentirse humanos,
ser hombres,
ser mujeres,
-no cajas de caudales,
ni perchas desoladas-,
someter a las ruedas,
impedir que nos maten,
comprobar que la vida se arranca y despedaza
los chalecos de fuerza de todos los sistemas;
y descubrir, de nuevo, que todas las riquezas
se encuentran en nosotros y no bajo la tierra.
Y entonces...
¡Ah!, ese día
abriremos los brazos
sin temer que el instinto nos muerda los garrones,
ni recelar de todo,
hasta de nuestra sombra;
y seremos capaces de acercarnos al pasto,
a la noche,
a los ríos,
sin rubor,
mansamente,
con las pupilas claras,
con las manos tranquilas;
y usaremos palabras sustanciosas,
auténticas;
no como esos vocablos erizados de inquina
que babean las hienas al instarnos al odio,
ni aquellos que se asfixian
en estrofas de almíbar
y fustigada clara de huevo corrompido;
sino palabras simples,
de arroyo,
de raíces,
que en vez de separarnos
nos acerquen un poco;
o mejor todavía
guardaremos silencio
para tomar el pulso a todo lo que existe
y vivir el milagro de cuanto nos rodea,
mientras alguien nos diga,
con una voz de roble,
lo que desde hace siglos
esperamos en vano.

 

Oliverio Girondo, PERSUASIÓN DE LOS DÍAS. (1968)

viernes, 1 de noviembre de 2013

A todos lados

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El spot que hicimos en CQC para celebrar los 30 años de aquel primer voto de esta Democracia.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Insomnio

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De fierro,
de encorvados tirantes de enorme fierro tiene que ser la noche,
para que no la revienten y la desfonden
las muchas cosas que mis abarrotados ojos han visto,
las duras cosas que insoportablemente la pueblan.

Mi cuerpo ha fatigado los niveles, las temperaturas, las luces:
en vagones de largo ferrocarril,
en un banquete de hombres que se aborrecen,
en el filo mellado de los suburbios,
en una quinta calurosa de estatuas húmedas,
en la noche repleta donde abundan el caballo y el hombre.

El universo de esta noche tiene la vastedad
del olvido y la precisión de la fiebre.

En vano quiero distraerme del cuerpo
y del desvelo de un espejo incesante
que lo prodiga y que lo acecha
y de la casa que repite sus patios
y del mundo que sigue hasta un despedazado arrabal
de callejones donde el viento se cansa y de barro torpe.

En vano espero
las desintegraciones y los símbolos que preceden al sueño.

Sigue la historia universal:
los rumbos minuciosos de la muerte en las caries dentales,
la circulación de mi sangre y de los planetas.

(He odiado el agua crapulosa de un charco,
he aborrecido en el atardecer el canto del pájaro)

Las fatigadas leguas incesantes del suburbio del Sur,
leguas de pampa basurera y obscena, leguas de execración,
no se quieren ir del recuerdo.

Lotes anegadizos, ranchos en montón como perros, charcos de
plata fétida:
soy el aborrecible centinela de esas colocaciones inmóviles.

Alambre, terraplenes, papeles muertos, sobras de Buenos Aires.

Creo esta noche en la terrible inmortalidad:
ningún hombre ha muerto en el tiempo, ninguna mujer, ningún muerto,
porque esta inevitable realidad de fierro y de barro
tiene que atravesar la indiferencia de cuantos estén dormidos o muertos
-aunque se oculten en la corrupción y en los siglos-
y condenarlos a vigilia espantosa.

Toscas nubes color borra de vino infamarán el cielo;
amanecerá en mis párpados apretados.

Adrogué, 1936

Jorge Luis Borges, "El otro, el mismo", 1960, Emecé.

martes, 3 de septiembre de 2013

#Agosto2013








domingo, 25 de agosto de 2013

Amén

"Yo creo que hoy no son los intelectuales los que producen opinión: son los comunicadores de los media los que más gravitan en este terreno. Los medios audiovisuales funcionan con un ritmo que presiona en el sentido de la simplificación. Y ahí yo sí enunciaría una fórmula normativa: allí donde reina la simplificación, la obligación del intelectual, independientemente de cuáles sean sus convicciones, es introducir sentido de la complejidad, resistir la tendencia a la simplificación y rehusarse al lenguaje de los estereotipos".



Fragmento del reportaje aparecido en la Revista Ñ Nro 517 a Carlos Altamirano, a propósito de la reedición de su libro "Intelectuales", Editorial Siglo XXI.

jueves, 1 de agosto de 2013

#Julio2013






viernes, 12 de julio de 2013

Carta a los fabricantes de Patitas de Pollo *

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Señores fabricantes de Patitas de pollo,

Tengo con ustedes dos problemas, a saber, a) que se llamen patitas, y b) que se presuman de pollo.

Sé que sería sencillo centrarme sólo en el punto b. Todos sospechamos que la presencia del pollo en ese producto está dentro de un rango que oscila entre “bastante pollo”, “un poquito de pollo” y “una vez caminó un pollo por la cinta en que empaquetamos esto, aunque ahora que preguntás, podría haber sido un benteveo”.

Sin embargo, como no quisiera ser extremadamente prejuicioso, abordaré, señores fabricantes de Patitas de Pollo, el punto a), es decir, que se autodenominen “patitas”.

Me pregunto entonces, señores, ¿qué es ese afán por la mutilación, esa fiesta del desmembramiento consistente en entusiasmar a los niños con la amputación sistemática de aves? ¿Qué es esta celebración medieval de empaquetar con colores brillantes y diminutivos engañosos el producto de una práctica feroz que ha condenado a miles de aves a convertirse en reptiles?

Por otra parte, señores fabricantes de Patitas de Pollo, todos hemos visto un pollo alguna vez, aunque fuera dando vueltas en la vidriera de una rotisería. Y todos hemos notado esa presencia sólida que sostiene sus cuartos traseros.

Señores Fabricantes de Patitas de pollo, lo constatamos con nuestros propios ojos: las patas de pollo tienen hueso. Y no sólo eso: es esa inocultable presencia ósea y ninguna otra cosa la que convierte a la pata en la presa favorita de los pequeños.

No es la presencia de colágeno en sus carnes oscuras, ni esas formas redondeadas las que despiertan la adhesión infantil: es esa posibilidad de agarre. Esa porción de carne asida a una manija es un verdadero grito de independencia primal. Ese verdadero picaporte natural abre la puerta al “no me cortes la comida”, al “me arreglo solito”, al “papá, mamá, soy una persona que se autoabastece de pollo”.

Es ese hueso el secreto que ha unido por siglos al niño con su pata de pollo, provocando incluso luchas fratricidas en los hogares con más de dos niños.

Y sin embargo, señores fabricantes de patitas de pollo, ¿por qué sus “patitas” no tienen hueso? ¿Por qué han decidido poner ese obstáculo en el duro recorrido del párvulo hacia su libertad?

Señores Fabricantes de Patitas de Pollo, les rogaremos encarecidamente que dejen de llamar a eso “patitas”. Denomínenlos “cosos de pollo”, “trozos inciertos de ave congelada” o sencillamente “Mamá se fue de juerga y papá no quiso cocinar así que comete esto”.

Sin otro particular, saludamos atentamente, cqsc.

 

*Leída alguna vez en cierto programa de radio denominado CON QUÉ SE COME.

jueves, 4 de julio de 2013

#Junio2013













martes, 11 de junio de 2013

#Mayo2013
















martes, 7 de mayo de 2013

#Abril2013










sábado, 13 de abril de 2013

-¿Cómo estás, Betty?

burro de goma

-No me lo vas a creer, Eduardo, pero estoy muy nerviosa. Hacía una punta de años que no venía a la televisión. Desde 1972, cuando la Liga de Hermanas Solteras presionó para conseguir que nunca se pasara la versión completa de una de mis películas más queridas. El juez dijo que estábamos ofendiendo no sé qué miércoles y el público de mi país se quedó sin poder juzgar una propuesta adulta como “Lujuria, desenfreno y perversión sexual en la Basílica de Luján”. Después de ese tremendo episodio de censura no quise aparecer más en cámara y por suerte así lo entendieron todos los productores de televisión que de hecho no volvieron a llamarme nunca. Pero hoy me invitaron a este maravilloso programa y realmente no podía dejar de faltar. Así que acá estoy. Después de tanto tiempo otra vez en la televisión argentina. ¡Veinticinco años! Lo del color es joda, ¿no? Los técnicos son amorosos pero tenés que bancarte que te hagan chistes todo el tiempo. Como cuando estábamos en plena selva misionera rodando “Taragüí-Apipé: la diosa come boas”. Fue la primera película erótica doblada al guaraní, ¿sabías? ¡Qué paisajes! ¡Qué país que tenemos, Eduardo! Bueno, había una escena en la que los indios me ataban de pies y manos y me tiraban a las cataratas. Una escena emocionante donde el público se volvía loco porque además —te imaginás— yo aparecía toda toda mojada. En realidad yo estaba enganchada de un helicóptero con un arnés. Así que cuando cortaban yo no me caía de veras sino que me quedaba colgando, ¿entendés? Porque Roque me cuidaba. Eso era idea de él. Pero... ¿en qué estábamos? Ah, sí... Los amorosos de los técnicos, en lugar de llevarme enseguidita al set me tuvieron sobrevolando las cataratas una hora y media. ¡Una punta de minutos! Y de abajo me gritaban porquerías los hijos de puta. ¡Qué divinos! Pero era como una gran familia. Nos queríamos, ¿sabés? Eso sí, yo me pegué un jabón tan grande que le pedí a Roque que ahora quería que me consiguiera una doble de riesgo para las partes peligrosas. Las escenas peligrosas. Como en Jólibud. Tal cual. Así que desde ese momento, todas las veces que había que estudiarse mucha letra actuaba ella que era igualita a mí. Era tan parecida que cuando tenía tres tipos encima, ningún espectador notaba la diferencia. Me acuerdo que después de eso le tomé el gustito y le pedí a Roque dobles para las escenas de sexo con animales. Me daba no sé qué, ¿viste? Y Roque, que era como un padre, agarró y compró unos muñecos que venían de un remate de Aduana. Todavía me lo acuerdo a Roque cuando me mostró el burro de goma: “Ahora no van a sufrir más, pobres bichos”— me dijo. Estaba emocionado. Tenía un corazón de oro, el Roque. Con ese preparamos una película para las vacaciones de invierno. Me lo acuerdo bien porque las vacaciones eran la segunda y la tercera semana de julio y nosotros la filmamos la primera semana de julio. ¿Te imaginás? ¡Una semana para filmar una película! ¡Nunca nos habíamos tomado tanto tiempo! Pero él quería hacer las cosas bien. Mi Roque era un perfeccionista. Propiamente un artista. Aprovechamos el burro de goma y entonces hicimos una versión adulta de “Platero y yo” para que los papás dejaran al chico en el cine de al lado y vinieran a verla. ¿Vos la viste? Empieza con mi rostro en un primerísimo primer plano. Miro a cámara con los ojitos brillosos con unas gotitas que me ponía Roque para llorar y entonces digo: “Platero es pequeño, peludo y suave... Muy suave”. Me acuerdo que Roque estaba tirado en el piso apretándome los dedos de los pies con una pico de loro para que yo consiguiera la espresión como de dolor. Y esas son las cosas que el público no sabe porque Roque nunca quiso que se le quitara valor al premio que gané en el Primer Festival de Cine Cochino de la Isla Mauricio. Un premio al que la prensa de acá ignoró por completo porque yo me negué a dar notas a los medios que no me las querían publicar. Yo creo que ya es hora de que la gente sepa quién fue realmente Roque Malavolta. Mi descubridor. El amor de mi vida. Pero, sobre todo, un hombre que luchó contra toda forma de censura. Nada más les pido que piensen lo que significa para una miserable empleada de tienda escuchar la voz de galán de Roque Malavolta diciendo: “Yo te voy a hacer una estrella, te voy a hacer”. Porque yo estaba ahí nomás y escuché perfecto cuando se lo dijo a Estela, mi compañera. Ella siempre tuvo más suerte que yo. Siempre. Hasta esa noche en la que la atropelló una manada de rinocerontes. Pobrecita. ¡Pero también! ¿A quién se le ocurre cruzarse endrogada justo por donde pasa el desfile del Circo de los Hermanos Killer? Yo no sé... A veces la gente es tan... Al otro día me armé de coraje, dejé atrás el orgullo femenino y me apersoné en las oficinas de Malavolta. Le conté lo de la pobre de Estela y de sus últimas palabras pidiéndome que yo tomara su lugar. A mí me pareció escuchar eso por lo menos. No sé. Los rinocerontes hacen un ruido bárbaro. El tiempo pasó. Te mentiría si te digo que ahora soy la misma chica tímida que esa mañana se sonrojaba como loca al revolcarse desnuda por la alfombra de la oficina de Malavolta. No. Ya no soy la misma. Por el medio pasaron muchas experiencias, reconocimientos, éxitos, fracasos y quince operaciones contando la que me hizo hace unos días el Doctor Mouzo para sacarme algunas costillas y poder tener una cintura más sensual. O por lo menos para poder tener una cintura. Muchos médicos hacen eso ahora pero nadie se la piensa como el Doctor Mouzo para aprovechar las costillas que te saca y hacer un sistema interno de poleas que te sostenga el busto. ¿Cierto que no se nota nada? Roque fue el que me mandó la primera vez a lo del Doctor. Y la verdad tengo que decir que él se ocupó de sacarme varios años de encima. Propiamente. Sobre todo los años que van entre el 81 y el 84, cuando estuve inconsciente por un problemita con la anestesia. Eso sí: me desperté como nueva. ¡Como nueva! Pero yo te estaba hablando de Roque. El fue todo para mí. Me acuerdo como usó la sicología para convencerme de ir entrando de a poco en un mundo que de afuera puede parecer un poquito sórdido pero que cuando uno entra se da cuenta de que en realidad es completamente sórdido. Me acuerdo patente cuando entré a un estudio por primera vez y vi lo que estaba pasando y entonces le pregunté a Roque si era necesario que la protagonista y el productor arreglaran el contrato ahí mismo. Delante de todos. Roque me explicó que esa era una escena de la película. Que en el mundo soplaban los vientos de la revolución sexual y que yo estaba entonces con un grupo de artistas revolucionarios. Mi espíritu joven se conmovió tanto con esas palabras que me quise sumar a esa lucha inmediatamente. A los dos días ya estaba filmando mi primera película con el viejo actor Rómulo del Cioppo, que había llegado a trabajar al lado de Margarita Xirgu. Una gloria. La película era muy conmovedora porque hablaba de los problemas de nuestros queridos viejos. Bueno, “hablaba”... No se hablaba mucho en la película. Digamos que se gemía de los problemas de nuestros queridos viejos. Se llamaba “Guarde eso, abuelo”. ¿La viste? Muy buena. Lo primero que me llamó la atención del mundo del cine porno, para qué te voy a mentir, fue la poca diferencia que había entre los momentos de trabajo y los momentos de diversión. Nos invitaban a una fiesta y era como estar filmando otra vez. Incluso me acuerdo siempre de Rita Virardi que un día, cuando estábamos yendo a una de esas reuniones me dijo: “hoy tengo ganas de hacer algo excitante. Quiero probar cosas nuevas...” Y cuando llegó se encerró en la cocina a lavar platos. Es la pura. Al principio, cuesta mucho entrar en el mercado porno, pero con la ayuda de Roque podría decirse que entré como por un tubo, si se me permite la metástasis. Creo que “Nalgas de fuego” fue mi consagración. Nunca me voy a olvidar de las palabras del crítico Simón Coccimano. Me acuerdo que dijo: “Para triunfar en este medio siempre hace falta un poco de suerte y después de verla en ´Nalgas de Fuego´está claro que Betty del Valle tiene una suerte bárbara”. Después de “Nalgas...” vinieron muchos éxitos. “El portón de atrás” que se trataba más o menos de lo mismo. Después hicimos “El abismo negro” que era como otra forma de hablar de lo mismo. Y, claro, después vino nuestro homenaje a Fellini: “Siete y medio”. No te voy a mentir. La idea era muy parecida a la de las películas que habíamos hecho antes. Pero es así, todo artista tiene sus obsesiones, ¿o no? Y Roque era un artista con todas las letras. Y como todo artista, Roque también fue un incomprendido. Cuando empezamos a tener problemas con la censura decidimos llevar nuestro cine a un lugar donde la gente fuera más tolerante con los artistas. A un país de avanzada donde hubiera ese clima de libertad que Roque necesitaba para crear. Nosotros quisimos formar parte de una sociedad que le diera valor a su cultura y donde la educación permitiera ese debate adulto que nuestras películas proponían. Ocho años vivimos en Uganda. Y fue maravilloso. Lo único difícil era conseguir actores blancos. Y vos no sabés las fantasías que tienen las mujeres de Uganda con los blancos. Allá sí que supe lo que era ser una estrella. Una verdadera estrella: autógrafos, cócteles, estrenos, club de fans, programas de entretenimientos en televisión, evasión impositiva. Todo. Es cierto que a veces no podés salir a la calle, pero eso en Uganda no te jode tanto porque la verdad que nadie puede salir a la calle. Y esas son cosas que no te importan cuando a cambio te sentís tan pero tan querido. Te digo más, Roque llegó a ser gerente artístico del canal oficial. Y desde ese lugar empezó una tarea admirable de difusión artística y cultural. En esos pocos años —sin ir más lejos— Uganda pasó a ser el país donde mayor cantidad de gente era capaz de cortar una manzana exactamente por la mitad. Siempre y cuando consiguieran una manzana, claro. Fue divino. Hasta que todo cambió. De pronto, como pasa en cualquier lado, la gente no comprendió las profundas transformaciones que estaba llevando adelante ese gobierno. Para colmo, las nuevas autoridades de ese país de salvajes eran incapaces de entender cómo hacía Roque para contratarse a sí mismo. No se daban cuenta de que una personalidad como le de mi Roque contiene muchas facetas. Y que unas podían contratar los servicios de las otras. ¡Qué bestias! Ahí es cuando uno empieza a darse cuenta de que está extrañando su tierra. Un país hermoso donde no hay problemas religiosos, no hay diferencias raciales, no hay pacto de extradición con Uganda. Pero cuando volvimos a nuestra querida Argentina empezaron tiempos muy duros. Roque se sentía poco reconocido en su país. Pensó en volverse por donde había venido. Pero era demasiado reconocido en Uganda. Ese dolor lo llevó a volcarse definitivamente a la bebida. Y así, de la mano del alcohol, Roque fue convirtiéndose en una víctima fácil de las campañas de un periodismo que la verdad que nunca nos quiso. Lo agarraron de punto, bah. Primero inventaron ese roomance con Susana Giménez. No contentos con eso, hablaron de ese incidente con el perrito de Susana Giménez. Pero ¿a quién se le ocurre que mi Roque iba a enredarse con ese animal insignificante? ¡Y con su perro! Y para colmo de males esa acusación tremenda de que le había transmitido una enfermedad sexual. ¿Se puede ser tan injusto? ¿Por qué nadie dijo nada sobre lo que le costó a Roque curarse el moquillo? Creo que cuando el veterinario le dio el alta, todos entramos a sospechar que los días de Roque estaban contados. Lo supimos por el apuro del médico a la hora de cobrarnos: “No, mañana no. Deme lo que tenga ahora. ¡No importa! ¡Lo que tenga!” A esa altura de los acontecimientos, los homenajes, las notas, los comentarios ya eran totalmente inútiles. Es más: eran totalmente falsos. Yo los pagué uno por uno. Me gasté buena parte de nuestros ahorros sobornando periodistas y comprando espacios en los medios con tal de darle a mi Roque una última alegría en su lecho redondo de muerte. Pero de poco servía ya: “¿Quién es ese idiota?” decía cuando se veía en la televisión o encontraba su foto en las revistas. Roque murió prácticamente solo. La única corona que llegó al velorio fue la de la “Federación de Fabricantes de Burros de Goma”. En los diarios apenas si publicaron un recuadrito confundido entre los avisos de tratamientos para la insuficiencia sexual masculina. ¡Qué ironía! Desde ese día estoy recluida en mi mansión de la Isla Maciel donde salgo solamente para ir a algunos de los ciclos que hacen con las películas de Roque. Salgo tan poco... Pero cuando me invitaron a este programa ni lo pensé. Me saqué la primera ropa que tuve a mano y me vine. Pero volviendo a tu pregunta, Eduardo, te puedo decir que estoy bien. Eso sí: un poquito nerviosa.

jueves, 4 de abril de 2013

#Marzo13






martes, 2 de abril de 2013

Otro 2 de abril

Casa Rosada Azul

Para los argentinos, el 2 de abril es una fecha tenebrosa. Más allá de cualquier reivindicación de tierras, ese día, una dictadura genocida procuró un atajo demencial enviando a miles de pibes a una guerra inganable y en las peores condiciones.

Pero el 2 de abril es también el Día Internacional de Concientización sobre el Autismo. Y de alguna manera, para muchos de nosotros, se ha convertido en la ocasión de evocar otras batallas. Menos definitivas, más íntimas.

Los chicos con trastornos del espectro autista y sus familias deben pelear día a día contra la indiferencia.

Contra el afán de lucro de la educación privada que no quiere problemas. Y la falta de recursos de la educación pública que no sabe qué hacer con ellos. O que supone que integrar es tolerar.

Contra la falta de respuesta de muchas obras sociales y la rapacidad de algunos profesionales que han hecho de este asunto que nos quita el sueño un negocio muy lucrativo.

Contra los encasillamientos y los temores infundados de docentes, padres, vecinos.

Contra el DSM-IV que es a la salud lo que los bombardeos de la OTAN a la paz. Y contra la sombra omnipresente de los laboratorios que consideran que todo se trata con psicofármacos.

Contra la ignorancia de algunos periodistas y el oportunismo de algunos productores de televisión que transmiten mitos sobre un tema que -creen- está de moda.

Contra la insensibilidad y escasez de léxico de políticos, comunicadores y columnistas que entienden que la palabra “autismo” puede dispararse banalmente para describir cualquier situación en la que un personaje o entidad les hable menos de lo que ellos desean.

Los chicos con trastornos del espectro autista y sus familias peleamos contra el cansancio de un presente trabajoso y los miedos de un futuro incierto. Pero confiamos plenamente en que debe haber pocas cosas que valgan más la pena que esta pelea.

Nosotros, que nos reímos de las fechas impuestas, aprendimos dolorosamente que a veces sirven para esto, para hablar del asunto. Nada más. Nada menos.

sábado, 23 de marzo de 2013

En la rutina de su infierno

juicio a las juntas

“He asistido, por primera y última vez, a un juicio oral. Un juicio oral a un hombre que había sufrido unos cuatro años de prisión, de azotes, de vejámenes y de cotidiana tortura. Yo esperaba oír quejas, denuestos y la indignación de la carne humana interminablemente sometida a ese milagro atroz que es el dolor físico. Ocurrió algo distinto. Ocurrió algo peor. El réprobo había entrado enteramente en la rutina de su infierno. Hablaba con simplicidad, casi con indiferencia, de la picana eléctrica, de la represión, de la logística, de los turnos, del calabozo, de las esposas y de los grillos. También de la capucha. No había odio en su voz. (…)

Ante el fiscal y ante nosotros, enumeraba con valentía y con precisión los castigos corporales que fueron su pan nuestro de cada día.

Doscientas personas lo oíamos, pero sentí que estaba en la cárcel. Lo más terrible de una cárcel es que quienes entraron en ella no pueden salir nunca. De éste o del otro lado de los barrotes siguen estando presos. El encarcelado y el carcelero acaban por ser uno. Stevenson creía que la crueldad es el pecado capital; ejercerlo o sufrirlo es alcanzar una suerte de horrible insensibilidad o inocencia. Los réprobos se confunden con sus demonios, el mártir con el que ha encendido la pira. La cárcel es, de hecho, infinita.

De las muchas cosas que oí esa tarde y que espero olvidar, referiré la que más me marcó, para librarme de ella. Ocurrió un 24 de diciembre. Llevaron a todos los presos a una sala donde no habían estado nunca. No sin algún asombro vieron una larga mesa tendida. Vieron manteles, platos de porcelana, cubiertos y botellas de vino. Después llegaron los manjares (repito las palabras del huésped). Era la cena de Nochebuena. Habían sido torturados y no ignoraban que los torturarían al día siguiente. Apareció el Señor de ese Infierno y les deseó Feliz Navidad. No era una burla, no era una manifestación de cinismo, no era un remordimiento. Era, como ya dije, una suerte de inocencia del mal.

¿Qué pensar de todo esto? Yo, personalmente, descreo del libre albedrío. Descreo de castigos y de premios. Descreo del infierno y del cielo. Almafuerte escribió: Somos los anunciados, los previstos si hay un Dios, si hay un punto Omnisapiente; ¡y antes de ser, ya son, en esa Mente, los Judas, los Pilatos y los Cristos! Sin embargo, no juzgar y no condenar el crimen sería fomentar la impunidad y convertirse, de algún modo, en su cómplice.

Es de curiosa observación que los militares, que abolieron el Código Civil y prefirieron el secuestro, la tortura y la ejecución clandestina al ejercicio público de la ley, quieran acogerse ahora a los beneficios de esa antigualla y busquen buenos defensores. No menos admirable es que haya abogados que, desinteresadamente sin duda, se dediquen a resguardar de todo peligro a sus negadores de ayer.”

 

Fragmento de la crónica que escribió Jorge Luis Borges para EFE tras asistir a una jornada del Juicio a las Juntas.

viernes, 22 de marzo de 2013

Ese cúmulo de aventuradas doctrinas

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“No eres tú el confesionario, ¡oh Papa!, lo somos nosotros; compréndenos y que los católicos nos comprendan.

En nombre de la Patria, en nombre de la Familia, impulsas a la venta de las almas y a la libre trituración de los cuerpos.
Entre nuestra alma y nosotros mismos, tenemos bastantes caminos que transitar, bastantes distancias que salvar, para que vengan a interponerse tus tambaleantes sacerdotes y ese cúmulo de aventuradas doctrinas con que se nutren todos los castrados del liberalismo mundial.

A tu dios católico y cristiano que - como los otros dioses - ha concebido todo el mal:

1. Te lo has metido en el bolsillo.

2. Nada tenemos que hacer con tus cánones, index, pecados, confesionarios, clerigalla; pensamos en otra guerra, una guerra contra ti, Papa, perro.

Aquí el espíritu se confiesa al espíritu.
De la cabeza a los pies de tu mascarada romana, triunfa el odio a las verdades inmediatas del alma, a esas llamas que consumen el espíritu mismo. No hay Dios, Biblia o Evangelio, no hay palabras que detengan al espíritu.

No estamos en el mundo. ¡Oh Papa confinado en el mundo!, ni la tierra ni Dios hablan de ti.

El mundo es el abismo del alma, Papa contrahecho, Papa ajeno al alma; déjanos nadar en nuestros cuerpos, deja nuestras almas en nuestras almas; no necesitamos tu cuchillo de claridades.”

 

Antonin Artaud, Mensaje al Papa, (1925)

miércoles, 20 de marzo de 2013

Carta a los fabricantes de accesorios ridículos *

accesorios

Señores fabricantes de accesorios ridículos:

Ya sabemos cómo funciona este asuntito de la economía de mercado: ustedes inventan un adminículo innecesario y me convencen luego de que ese adminículo innecesario es el que andaba necesitando para cambiar mi vida.

Lo conozco al dedillo, señores fabricantes de accesorios ridículos.

Así fue como compré el osito Teddy, el desodorante para cautivar maduras y hasta voté al FREPASO.

Pero señores, creo que ahora han traspasado todo límite. ¿A quién se le ocurre que la civilización precisa esta serie de accesorios ridículos como la pinza deshojadora de frutillas, el artefacto que secciona una manzana en 6 partes iguales o la tijera para separar porciones de pizza?

Quiero hablarles de un invento revolucionario. Se llama cuchillo. Viene en diferentes tamaños y sirve para hacer todas y cada una de esas tonterías ocupando apenas un sitio en el cajón de los cubiertos. Claro, tiene un problema insoluble: se lo paga una sola vez. Tal vez dos, si se perdió el primero en un duelo orillero.

No invadirán nuestra alacena, señores fabricantes de accesorios ridículos.

¿Quién les dijo además que precisamos un molde para hacer el repulgue de empanadas o una máquina amurada en nuestros azulejos para pelar manzanas? ¿Qué clase de inútiles creen que somos?

Señores fabricantes de accesorios ridículos: deténganse.

No insistan con su estuche para conservar cebollas, su rebanadora de huevos duros o su pelador de ananás.

¿Se dan cuenta que en ese sendero de la especificidad nos veremos un día cubiertos hasta el cuello por un sinfín de instrumentos supuestamente adecuados para cada una de las infinitas acciones humanas? ¿Entienden que tendremos que buscar sitio para los anteojos para espiar vecinas de pisos pares, el guante para boxear jefes cuyo apellido empiece con M o el ineludible zapato para recorrer museos polacos de noche?

Señores fabricantes de accesorios ridículos: les ruego no me atosiguen más con sus mails, sus folletos y sus publinotas. Salvo claro, que estén lanzando el esperado molinillo para pulverizar fabricantes de accesorios ridículos. En ese caso, por supuesto, cuenten conmigo.

* Carta leída en el programa CON QUÉ SE COME del 13 de septiembre de 2012.

viernes, 15 de marzo de 2013

El odio al mundo

papa

“El cristianismo fue, desde su origen, esencial y básicamente, asco y disgusto frente a la vida sentidos por la vida, que no hacen más que disimularse y ocultarse bajo la máscara de la fe en otra vida, en una vida mejor. El odio al mundo, el anatema de las pasiones, el miedo a la belleza y a la voluptuosidad, un más allá inventado para denigrar mejor el presente, un deseo de aniquilación, de muerte, de reposo (…): todo esto, así como la voluntad absoluta del cristianismo de tener en cuenta solo valores morales, me pareció siempre la forma más peligrosa, más siniestra, de una voluntad de aniquilamiento, por lo menos un signo de laxitud morbosa, de profundo abatimiento, de agotamiento, de empobrecimiento de la vida, pues, en nombre de la moral (en particular, de la moral cristiana, es decir, absoluta), debemos siempre e ineludiblemente condenar la vida, porque la vida es algo esencialmente inmoral; debemos, en fin, ahogar la vida bajo el precio del menosprecio y de la eterna negación, como indigna de ser deseada y como lo no válido en sí.”

Friedrich Nietzsche, El origen de la tragedia.

domingo, 3 de marzo de 2013

#Febrero13







miércoles, 6 de febrero de 2013

#Enero13














jueves, 24 de enero de 2013

Carta a los fabricantes de yogur *

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Señores fabricantes de yogur, ¿hasta dónde quieren llegar? ¿De qué se trata esta escalada medicinal que han emprendido contrariando el más elemental sentido común? ¿Cómo fue que pasamos de aquel dibujo animado del viejito al que le gustaba la fruta a este desfile incansable de especialistas y a esta secuencia interminable de gráficas en 3D mostrándonos el interior más escabroso del cuerpo humano?

Señores fabricantes de yogur, ¿Cómo fue que cambiamos durazno por fitoesteroles, banana por inulina, frutillas y ananás por Probióticos y prebióticos? ¿Cuándo fue que dejamos de pedir sabor para exigir a los gritos Lcasei defensis?

Un oscuro día, la góndola de yogur se multiplicó. Sus luces blancas hospitalarias se convirtieron en ese resplandor saludable que buscaba guiarnos hacia el final del supermercado en una peregrinación hipnótica. De esas que hay que emprender para ser mejores personas, seres dignos de ingresar al paraíso de las vitaminas A y D, del suplemento de hierro, de la dosis diaria de calcio y de la imprescindible ingesta de fibra.

Resulta que ahora, señores, si quiero que mis hijos se desarrollen, debo darles yogur.

Si no quiero romperme los huesos, debo tomar yogur.

Si no deseo nunca faltar al trabajo por una maldita gripe, debo tomar yogur.

Si padezco de cierta irregularidad intestinal, debo tomar yogur.

Y yo pregunto: ¿y si simplemente tenía ganas de tomar un yogur? ¿Cuál me tomo? Y peor, ¿cómo combato la culpa de sentir que me estoy automedicando?

Señores fabricantes de yogur, tal vez, dentro de minutos apenas, vayamos a comprar nuestros yogures con una receta. Y en las góndolas, en lugar de decorativas promotoras, nos esperen médicos clínicos o al menos residentes de la carrera de medicina de la UBA destinados a escrutar nuestros análisis para indicarnos si debemos tomar el yogur rojo o el azul. Cuál sería la dosis correcta. O incluso si nos conviene la presentación firme, bebible o la que se imparte por vía subcutánea.

Señores fabricantes de yogur, asisto atónito a este paisaje de expansionismo sanitario y me confundo.

No quiero pensar que este asunto de la salud es una excusa para vendernos cada vez más caro, yogures cada vez más feos, con frutas cada vez más artificiales y en frascos cada vez más chicos. Estoy seguro de que no es así. Pero dejen de hacerlo.

Señores fabricantes de yogur, sepan que resistiremos. Que no van a vencernos nunca. Casi como vuestros productos, que de tan escaso rastro de leche que les queda ya no vencen. Jamás.

Sin otro particular, me despido de ustedes atentamente.

* Carta leída en el programa CON QUÉ SE COME del 6 de septiembre de 2012.

sábado, 19 de enero de 2013

Dónde Caerse Muerto *

a Lenin muerte del comunismo

Parte 1 / 2 / 3 / 4 / 5 / 6 / 7 / 8 / 9 / 10 / 11

* Dónde caerse muerto está publicado en la antología “Autores en construcción I”, (Libros del Rojas, Editorial Nueva Generación).

martes, 15 de enero de 2013

Carta a los fabricantes de galletas de arroz *

galleta de arroz

Señores fabricantes de galletas de arroz, déjenme decirles algo: ese aglomerado de arroz con forma circular no pertenece al mundo de las galletas. Esa expresión apelmazada del universo debería ser considerada un eslabón perdido entre el alimento y el adorno de escritorio. Es más, las galletitas del mundo deberían unirse para impedir que ese artilugio innecesario llamado “galleta de arroz” sea expuesto junto a ellas. Y motivar su expulsión a la góndola de artículos de ferretería donde se ofrezca junto a solventes, papeles de lija y todo ese desfile de objetos que nunca jamás compraremos.

Señores fabricantes, he intentado, como todo el mundo, comer una de sus galletas de arroz. Y, sinceramente, es lo más parecido del mundo a deglutirse un posavasos. Es más, segundos después, quise quitarme la vida deglutiendo mi posavasos de Bob Esponja. Y fue infinitamente más sabroso.

Señores fabricantes de galletas de arroz, el embaucador envase de vuestro producto nos anuncia un alimento sin colesterol, sin grasas trans… Deberían agregar “Sin sabor”. E incluso, que lo deja a uno “sin ganas de vivir”. Ese sería un mínimo gesto de honestidad de vuestra parte.

Señores, imaginen por un momento qué libro habría escrito Proust si en lugar de una Magdalena hubiera mordido una de sus Galletas de arroz. Un libro espantoso, sin dudas. O un libro de quejas.

Muchas veces nos preguntamos cómo puede ser que un martillo sirva para construir pero también para destrozar la cabeza de un vecino molesto. Y sin embargo, nada nos lleva a pensar que el mismo arroz que sirve para hacer paellas o risottos es utilizado para hacer estos discos de consistencia plástica y sabor tristísimo. ¿Qué nos pasa como sociedad? Pienso estas cosas y me dan ganas de ir a buscarlos a ustedes con mi martillo.

En pleno siglo XXI, hay todavía mucha gente que vive preguntándose si se dice telgopor o tergopol. No lo piensen más: se dice galleta de arroz. La disolución de esa duda ha sido, señores, vuestro único aporte a la humanidad. Gracias. Ya pueden retirarse. Sin embargo, no quisiera que esto se tradujera en la pérdida de fuentes de trabajo para miles de personas. Podrían en todo caso buscarle a este insólito producto otra finalidad menos dañina para la humanidad: tejo playero, revestimiento acústico para estudios de radio, frisbee de bebés o relleno sanitario en zonas donde la basura escasea o da pena tirarla.

En fin, ustedes se las ingeniarán. Nadie que haya sido capaz de ganar dinero vendiéndole al mundo galletas de arroz carece de ingenio.

Sin otro particular, me despido de ustedes atentamente.

 

* Carta leída en el programa CON QUÉ SE COME del 30 de octubre de 2012.

domingo, 13 de enero de 2013

#Diciembre