miércoles, 27 de abril de 2011

Dónde Caerse Muerto – 8 *

(Teatro político por entregas. O viceversa)

che muerto

Cementerio. Noche. Ricardo se disponía a tener una cena romántica con su novia junto a la tumba de sus padres. Pero el chico del delivery de pizzas, Enguels, le anunció que las masas se acercaban al lugar para iniciar un foco revolucionario. Ricardo se niega a abandonar el cementerio: esta parcela que le dejó su padre es todo lo que tiene.

Enguels trae a su superior, Trosqui, para convencerlo. Ante la insistente negativa Trosqui lleva a Ricardo a comparecer ante Pedro Marx. Enguels aprovecha para seducir a Claudia..

Troski vuelve del cónclave convencido de que hay que matar a Ricardo para seguir adelante con el plan revolucionario. Enguels logra convencerlo de que sería más transparente someterlo a un tribunal popular.

Trosqui es el Juez, Claudia la testigo de la fiscalía y Enguels el Fiscal, quien va a dar lectura a la acusación.

Enguels se pone de pie y camina lentamente con unos papeles en la mano.

ENGUELS: Señor Juez, señor acusado, señorita Claudia. Como representante del pueblo en este proceso, me he hecho presente en la sala para llevar adelante una acusación contra el Señor Ricardo Radaelli, en su carácter de acusado...

TROSQUI: Al grano, Enguels.

ENGUELS: Sí, su señoría. Ya vamos. El señor Ricardo Radaelli, a quien llamaremos desde ahora "maldito cerdo burgués"...

RICARDO: Objeción, señor Juez. Esa denominación es agraviante.

TROSQUI: No se preocupe, no hay cerdos presentes.

RICARDO: Pero...

Trosqui golpea la culata del revólver contra la mesa.

TROSQUI: ¡Pero nada! No me obligue a pedirle que se retire de la sala, maldito cerdo. Que prosiga el Iscal.

ENGUELS: Sí, su señoría.

TROSQUI: Y al grano, por avor.

ENGUELS: Sí.

TROSQUI: ¿Sí qué?

ENGUELS: Sí, su Señoría.

TROSQUI: Bien. Háganos el avor de continuar.

ENGUELS: Decía que el cerdo burgués aquí ante nosotros, en su carácter de terrateniente, se ha hecho presente en lugar de los hechos, este mismo lugar en el que ahora mismo nos encontramos, y con argumentos propios de la más baja literatura partidocrática de la clase dominante, ha pretendido obstaculizar el incontenible avance de las masas que heroicamente se han hecho presentes en este lugar con el propósito de dar cuenta de una vez por todas de su verdadera misión histórica que no es otra que...

TROSQUI: Al grano, le ruego.

ENGUELS: Sí, su señoría, ya estaba llegando al punto. Al... Ahora me hizo perder.

CLAUDIA: Estaba por la misión histórica de las masas.

ENGUELS: Gracias. La misión histórica de las masas, decía, no es otra que tomar con sus propias manos esta tierra que les pertenece. Porque la tierra, después de todo, Su señoría, y sólo un necio podría negarlo, la tierra, digo, debe ser para quienes la trabajan...

Trosqui y Claudia aplauden. Lagrimean. Ricardo los mira.

RICARDO: Objeción su señoría...

TROSQUI: Qué molesto está el cerdo. ¿Qué quiere ahora?

RICARDO: Simplemente quería recordarle al Iscal que no estamos hablando de una tierra que haya sido cultivada, por lo que mal podría volver a aquellos que la trabajan dado que nadie la trabaja.

TROSQUI: Interesante. ¿Señor Iscal? ¿Algo para decir al respecto?

ENGUELS: El acusado pretende enredarnos con su retórica... El acusado pretende... El acusado... Con su retórica... Pretende enredarnos... pretende el acusado... Enredarnos...

Trosqui golpea la culata del revólver contra la mesa.

TROSQUI: Llamo a un cuarto intermedio hasta que el Iscal pueda desenredarse de la retórica del acusado... ¿Qué hora es?

CLAUDIA: Las diez y cuarto, señoría.

TROSQUI: Muy bien. Retomamos a las diez treinta. ¿Dónde hay un maldito baño?

ENGUELS: ¿Un baño? No sé. Me parece que no vi ninguno.

CLAUDIA: ¿Y los muertos? ¿Cómo hacen los muertos?

ENGUELS: Los muertos no tienen necesidades.

TROSQUI: A cada cual según sus necesidades... Así que si no se tienen necesidades no le dan a uno nada.

ENGUELS: Y de cada cual según sus posibilidades, no se olvide.

TROSQUI: Los muertos no tienen necesidades ni posibilidades. No reciben nada, no dan nada.

Pausa

CLAUDIA: La muerte es una sociedad perfecta.

Pausa

TROSQUI: ¡Claro! ¿Se da cuenta? La muerte es perfecta...

ENGUELS: ¿Qué dice, compañero?

TROSQUI: Bueno, de algún modo... No sé.

ENGUELS: Caramba. Esto agrega un nuevo elemento de análisis.

Silencio prolongado.

TROSQUI: Nos estamos dejando llevar por un juego de palabras. No haga caso.

CLAUDIA: Odio los juegos de palabras.

ENGUELS: Tiene razón la señorita Claudia. No debemos caer en las trampas del lenguaje burgués. Una de las cosas que debemos hacer cuando lleguemos al poder es cambiar el lenguaje burgués por uno verdaderamente claro...

TROSQUI: A todo esto, ¿dónde hay un baño? Me estoy meando.

RICARDO: No hay un baño, señor. ¡No hay!

TROSQUI: ¿Perdón?

ENGUELS: ¿Qué le pasa?

CLAUDIA: ¡Ricardo!

RICARDO: Disculpen. Pero me gustaría terminar con esto de una vez. Deberíamos retomar el juicio.

TROSQUI: Maldito cerdo ingrato. Si lo hubiéramos matado cuando yo quise hacerlo nos habríamos ahorrado todo esto.

RICARDO: Mátenme de una vez, entonces. No soporto más esta situación. Quiero irme de este mundo.

ENGUELS: Cuidado, compañero Trosqui. No se deje engañar. Va a convencernos de que quiere morir sólo para que no lo matemos.

Trosqui saca el arma y le apunta.

TROSQUI: Matémoslo entonces. Sigamos su juego.

ENGUELS: Por otra parte. Si lo matamos estaríamos faltando a nuestra palabra y eso es imperdonable para gente como nosotros que desea cambiar esta sociedad nauseabunda.

TROSQUI: Qué peligroso es.

ENGUELS: Mejor será no escucharlo más.

TROSQUI: Cortémosle la lengua.

CLAUDIA: Basta... Basta de juegos de palabras.

Todos la miran.

TROSQUI: No era un... ¡Me estoy meando!

Trosqui sale y se pierde por el fondo.

 

 

* Dónde caerse muerto está publicado en la antología “Autores en construcción I”, (Libros del Rojas, Editorial Nueva Generación).

sábado, 16 de abril de 2011

Sobre los límites de la ficción (y algunos periodistas limitados)

EL-ELEGIDO-foto-principal-300x225 (1)

 

Hace algunos días publiqué este post acerca del tratamiento del autismo en la tira EL ELEGIDO. Si usted es de las personas que sólo acostumbran leer planillitas de rating, lo resumo. Decía allí que la trama de la tira, lejos de ayudar a combatir algunos mitos nocivos sobre la problemática del niño con autismo, más bien los alimentaba. Que cristalizaba el estereotipo de la madre loca del niño autista y ponía fichas, irresponsablemente, en la creencia de que estos chicos poseen algún tipo de facultad paranormal.

Para quienes leyeron aquella nota, habrá quedado claro que no era un pedido de censura, boicot, escrache u otra de esas estrategias que con tanta liviandad hoy se piden o se denuncian. Era más bien la opinión de un guionista de TV, un Licenciado en Ciencias de la Comunicación y, sobre todo, un papá de un nene con diagnóstico de TGD (el inmenso e indefinible arrabal del autismo).

El miedo allí expresado era que la difusión de estos mitos generara temores o falsas expectativas a padres y que esto retrasara lo único en lo que los especialistas en este disputado campo se ponen de acuerdo: la necesidad de un diagnóstico temprano.

Las reacciones ante este humilde escrito de un bloguero de 20 visitas diarias cuestionando un ciclo de 15 puntos de rating todas las noches fueron diversas. Mucha adhesión de papás y mamás y mucho silencio mediático.

Algunos periodistas a los que les envié el texto nunca comentaron. Deben recibir muchas cosas, cierto, no puedo juzgarlos. Alguno me respondió sorprendido, aunque manifestando su desconocimiento del tema. Vale. Alguno, me llamó para hacerme una nota. Hay gente así todavía. Tipos que saben que el secreto de hacer buenas entrevistas debe tener algo que ver con la posibilidad de ponerse -a veces- en el lugar del otro.

Pero la más llamativa fue la respuesta de una periodista (?) de apellido marcial, quien movilizada por un ciego fervor hacia el producto televisivo no tuvo mejor idea que sacar a pasear una ignorancia digna de Guiness. Tuvimos el siguiente intercambio por tweeter.

Yo: ¿Pudiste informarte algo sobre el tema que te mandé el otro día? Sería muy valioso tu aporte para difundirlo.

Ella: Averigüé y me dijeron que está perfecto lo que delinean en tema autismo. Madres bipolares y capacidad paranormal. Es más largo.

Yo: Te están diciendo una burrada, XX. Están haciendo daño. Pero bueno.

Ella: Me lo dijeron dos médicos clínicos en los que confío. NO da para discutirlo en TW.

Yo: Mi mail es aturner@eyeworks.tv. De todas maneras, los clínicos no son especialistas en autismo.

Yo: Además, con todo respeto, si un médico te habla de la capacidad paranormal de los niños autistas, yo dejaría de confiarle.

Pasaron un par de días. Pensé que como no daba para discutirlo por TW y la mujer autodenominada periodista tenía mi mail me aportaría algún dato por esa vía. Pero se ve que las primicias sobre actores que firman para su tira favorita no le dejan tiempo. Y escribí esto, sólo para canalizar un poco mi indignación:

Yo: Una periodista me dice que averiguó con 2 médicos que le confirmaron lo de las capacidades paranormales de los chicos autistas. My God.

Una seguidora me preguntó quién era y yo di su nombre. Entonces, ella volvió:

Ella: ¿De qué hablás?

Yo: De tus respuestas de ayer. Los médicos (?) que te confirmaron lo de la capacidad paranormal de los niños autistas.

Ella: Pensé que eras serio y me estás bardeando.

Yo: Yo pensé que vos eras seria y me saliste con una burrada descomunal. ¿Sos conciente de eso?

Yo: Prefiero que me digas que no sabés del tema, que te parece complejo, delicado. Pero tu respuesta fue penosa, sinceramente.

Ella: ¿Y lo tuyo qué es? ¿Querés que te conteste como un eco tuyo? ¿Sos científico? ¿Qué sos?

Yo: Para empezar, soy papá de un nene con TGD.

Yo: Y quiero que me contestes con cierta seriedad. Te propuse un tema serio y me devolviste una pavada.

Ella: Disculpame, no estoy a tu altura.

Yo: Eso es lo de menos. Lo que importa es si estás a la altura del lugar que ocupás.

Ella: Fin del intercambio, no peleo con desconocidos.

Yo: Cada respuesta es más pobre. Que seas muy feliz.

Fin de la parte más estúpida de esta historia. Estas fueron las respuestas de la chica, a las que sólo les agregué acentos y signos de puntuación para no dejarla tan mal parada. Los lectores podrán sacar sus propias conclusiones.

Pasemos a lo interesante. El artículo despertó otra polémica mucho más rica, por lo tanto, lejos, muy lejos del alcance de lectoras de planillas y contadoras de chismes. ¿Debe haber límites para la ficción? ¿Debe regirse la ficción por un marco ético o estar atenta, al menos, a las consecuencias inmediatas de algunas de las cosas que narra? Me permitiré algunas reflexiones al respecto.

Recordemos el momento en el que estalló la epidemia del HIV, días dolorosos, en los que crecía como una sombra incontenible esa terrible enfermedad y cuando todos teníamos un amigo o un amigo de un amigo golpeado por esa tragedia. Imaginemos que en ese momento, se hubiese emitido con éxito en el prime time de la TV una tira en la que algunos personajes se contagian SIDA tomando mate. ¿Qué pensaríamos? No necesito ir más allá en el ejemplo, ni plantear disparates del tipo: los infectados de SIDA adquiriendo superpoderes, adivinando números de quiniela. No hace falta. Vayamos sólo al asunto del mate. Creo que estamos de acuerdo en que hubiera sido una enorme irresponsabilidad. Mientras médicos, Estado, pacientes, familiares, luchaban para desterrar mitos y enseñar pautas que ayudaran a la prevención, en esta tira se estaría planteando una estupidez tamaño familiar.

¿Habría dicho alguien que es ficción, que no tiene nada que ver con la realidad? ¿Se habrían atrevido otros, más audaces, a señalar que se trataba de un gran aporte porque la tira instalaba el tema del SIDA en la sociedad? Cuesta realmente imaginar eso.

Me pregunto por qué si este ejemplo es tan claro, no funciona a la hora de cuestionar el tratamiento de EL ELEGIDO sobre el autismo. El nivel de mitificación es similar y la cantidad creciente de casos de pibes afectados (sin entrar en una batalla estadística) es también, a su medida, alarmante.

La diferencia es tal vez que el autismo no es terminal, es cierto. Pero está cada vez más claro que iniciar un tratamiento temprano implica un salto sustancial a favor de la calidad de vida del paciente. Un salto que marca la diferencia entre una vida digna o de la otra.

Algunos han planteado esta discusión como si la ficción televisiva fuera una de las ramas del arte. Tal planteo es de una ingenuidad que conmueve. La ficción televisiva pertenece a la industria del entretenimiento. Sus guionistas no son artistas locos que andan anotando ideas en las servilletas de los bares de San Telmo. Cuando los guionistas de televisión no podemos refrenar nuestras pulsiones artísticas, las volcamos en otro sitio. Si eso no ocurre, estamos simplemente ante un caso grave de alienación.

Plantear la posibilidad de cualquier limitación como una mácula a la expresión artística es no tener ni por asomo una idea clara acerca de lo que estamos hablando aquí. El guionista de televisión trabaja todo el tiempo con las limitaciones. Esto no desmerece su trabajo, más bien lo revaloriza. Cómo no va a poder tener en cuenta cierta responsabilidad social en el material que escribe alguien que debe considerar la muerte de personajes que no renuevan contrato, la dificultad de hacer una escena en un exterior por falta de presupuesto o la inclusión en el casting de una modelo inexpresiva sólo porque por esos días hace feliz a la persona indicada.

Cierta vez, cuando la televisión argentina decidió que había llegado el momento de hacer sitcoms (un interés breve y malogradísimo), un productor para quien yo escribía un piloto me dijo: “El protagonista del programa es Fulano, pero hay que darle poca letra: es de madera”. Otra vez, en otro programa que sí salió al aire, planteé una situación en la que el auto de los protagonistas debía quedarse atascado en el barro. Me explicaron amablemente, que el auto de los protagonistas era de una marca que esponsoreaba el programa. Así que nunca, pero nunca jamás, nuestro auto se quedaba en el barro. Con este tipo de consignas trabaja cada día quien imagina una tira diaria. Son verdaderos héroes. Y nadie hace de eso un atentado a la historia del arte universal. Todos sabemos de qué se trata.

Así que si se puede considerar tanta cosa absurda, cómo no considerar la consecuencia que pueda traer el abordar con tanta liviandad un tema delicadísimo. Los responsables de la tira (no digo sus guionistas porque sé que a veces no son los responsables de cada decisión que se toma en una ficción) podrían haber puesto a una niña de iguales características sin ponerle el letrero de autista. La trama hubiera funcionado igual. Sin embargo, no lo hicieron. Lo que hubo en el fondo, duele sospecharlo, es una especulación acerca de la inclusión de un tema que se sabe afecta a muchas personas. Ojalá esta sospecha sea otra manifestación de mi cinismo, un torpe error. De lo contrario, daría un poquito de asco.

sábado, 9 de abril de 2011

Dónde Caerse Muerto – 7 *

(Teatro político por entregas. O viceversa)

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RESUMEN DEL PRIMER ACTO

Cementerio. Noche. Ricardo se disponía a tener una cena romántica con su novia junto a la tumba de sus padres. Pero el chico del delivery de pizzas, Enguels, le anunció que las masas se aproximaban para iniciar allí un foco revolucionario e intenta razonar con él para que deje el cementerio. Ricardo se niega: esta parcela de cementerio que le dejó su padre es todo lo que tiene.

Enguels trae a su superior, Trosqui, para convencerlo. Ante la insistente negativa Trosqui lleva a Ricardo a comparecer ante Pedro Marx. Enguels aprovecha para seducir a Claudia.

Troski vuelve del cónclave convencido de que hay que matar a Ricardo para seguir adelante con el plan revolucionario. Enguels logra convencerlo de que sería más transparente someterlo a un tribunal popular.

SEGUNDO ACTO

Trosqui está sentado a la mesa. Tiene el arma apoyada cerca de él. Sentado enfrente, Ricardo. Del otro lado, a unos dos metros, Enguels con una pila de carpetas. Atrás, sentada en un pequeño monumento del cementerio, Claudia.

RICARDO: Tengo una objeción para hacerles.

TROSQUI: ¿Una objeción? Pero si todavía ni empezamos.

RICARDO: Justamente. Me gustaría saber quién va a ser el Juez.

ENGUELS: ¿No lo ve? El compañero Trosqui va a ser el Juez.

RICARDO: ¿Trosqui? Pero si él ya dijo que me quería matar. ¡No puede ser!

TROSQUI: ¿Y quién quiere que presida este juicio? ¿Usted mismo?

CLAUDIA: Bueno, yo podría...

TROSQUI ENGUELS y RICARDO: ¡No!

TROSQUI: No hay más personas aquí presentes, señor. ¿Qué quiere que hagamos?

RICARDO: ¿Y Enguels? ¿Por qué no Enguels?

ENGUELS: No puedo. Represento a la Fiscalía.

RICARDO: ¿La Fiscalía? Pero si usted es el que impedía que este tipo me matara?

TROSQUI: Justamente, por eso no puede ser el Juez: sería parcial.

RICARDO: ¡Tanto como usted!

TROSQUI: ¿Está discutiendo con el Juez?

ENGUELS: No le conviene, Ricardo. Y se lo digo yo contradiciendo mis intereses de Fiscal... Quédese tranquilo. Confíe en la Justicia del Pueblo.

RICARDO: ¿Y quién me va a defender?

TROSQUI: Ese es su problema.

ENGUELS: Lamentablemente, va a tener que defenderse solo.

RICARDO: Pero, ¿qué clase de juicio es este? No es un tribunal justo.

TROSQUI: Claro que no: es un tribunal popular. Usted y su justicia burguesa se pueden ir bien a la mierda.

ENGUELS: Su Señoría, ese no es el lenguaje apropiado para su investidura.

TROSQUI: Tiene razón el Fiscal. Voy a llamarme la atención.

ENGUELS: Tranquilo. No hay problema.

CLAUDIA: ¿Y yo que tengo que hacer?

ENGUELS: Usted es la testigo pedida por la Fiscalía.

RICARDO: ¿Ella va a declarar en mi contra? ¡Pero es mi novia!

TROSQUI: Eso no le va a servir de nada, señor. Este es un tribunal imparcial. Aquí no hay espacio para melodramas.

RICARDO: Disculpe.

ENGUELS: Propongo que mientras tanto la señorita Claudia tome nota.

TROSQUI: No sé...

ENGUELS: Alguien tiene que hacerlo, lo vi en una película.

TROSQUI: Está bien, está bien...

Trosqui mira a Claudia.

TROSQUI: ¿Puede hacerlo?

CLAUDIA: Si no hablan muy rápido, sí.

TROSQUI: Muy bien entonces.

CLAUDIA: Su señoría, hay un problemita.

TROSQUI: ¿Cuál?

CLAUDIA: No sé todas todas las letras...

TROSQUI: ¿Cómo que no?

ENGUELS: ¿Cuántas no sabe?

CLAUDIA: Mi mayor problema es con la "F".

Enguels y Trosqui se miran. Trosqui golpea la culata del revólver contra la mesa.

TROSQUI: A partir de este momento vamos a omitir la letra "F" de nuestro vocabulario a los efectos de permitir un desarrollo exitoso de este proceso...

ENGUELS: Perfecto... Perdón, digo: Correcto.

TROSQUI: ¿El acusado comprendió?

RICARDO: Sí, su señoría.

TROSQUI: Entonces voy a proceder con la pregunta de rigor: ¿Cómo se declara el reo? ¿Inocente o culpable?

RICARDO: ¿Con respecto a qué?

TROSQUI: Sin trucos, maldito perro.

RICARDO: No es un truco. Todavía no sé de qué se me acusa.

ENGUELS: Tiene razón, Trosqui.

TROSQUI: ¿Cómo dijo?

ENGUELS: Perdón. Su Señoría.

TROSQUI: Muy bien, prosiga.

ENGUELS: Digo que el acusado tiene razón. Deberíamos plantear la acusación.

TROSQUI: Dios mío, cuánta burocracia. ¿Y quién se supone que va a hacer eso? Yo no puedo hacerlo todo.

ENGUELS: Yo, su señoría. Esa es una tarea de la Fiscalía...

Trosqui golpea la culata del revólver contra la mesa.

TROSQUI: ¡La "F"!

ENGUELS: Perdón, perdón. Digo que es una tarea de la... Iscalía.

TROSQUI: Excelente. Que hable el Iscal entonces.

Claudia levanta la mano y la agita.

CLAUDIA: Perdón... ¿Podrían repetirme después de "Maldito Perro?"... Me perdí...

TROSQUI: Está bien, está bien...

Trosqui mira a Ricardo. Habla en voz alta.

TROSQUI: Ya escuchó...

RICARDO: Bueno. Ahí va: No es un truco. Todavía no sé de qué se me acusa.

ENGUELS: Tiene razón, Trosqui.

TROSQUI: ¿Cómo dijo?

ENGUELS: Perdón. Su Señoría.

TROSQUI: Muy bien, prosiga.

ENGUELS: Digo que el acusado tiene razón. Deberíamos plantear la acusación.

TROSQUI: Dios mío, cuánta burocracia. ¿Y quién se supone que va a hacer eso? Yo no puedo hacerlo todo.

ENGUELS: Yo, su señoría. Esa es una tarea de la fiscalía...

Trosqui golpea la culata del revólver contra la mesa.

TROSQUI: ¡La "F"!

ENGUELS: Perdón, perdón. Digo que es una tarea de la... Iscalía.

TROSQUI: Excelente. Que hable el Iscal entonces.

Trosqui mira a Claudia.

TROSQUI: ¿Está bien?

CLAUDIA: Ahora sí. Perecto.

TROSQUI: Que prosiga el Iscal, entonces...

ENGUELS: Entonces, si me permiten, voy a dar lectura a la acusación...

TROSQUI: Adelante...

* Dónde caerse muerto está publicado en la antología “Autores en construcción I”, (Libros del Rojas, Editorial Nueva Generación).

miércoles, 6 de abril de 2011

Una mala elección

el-elegido

La palabra autismo ya no describe un cuadro. Describe un vasto, vastísimo espectro que abarca desde los casos de autismo severo hasta las múltiples formas del llamado TGD (Trastorno Generalizado del Desarrollo) y aledaños. La expansión de esta categoría llevó a la multiplicación de los casos detectados. Si cada vez llamamos autismo a más cosas, está claro que cada vez habrá más pibes diagnosticados como autistas en alguna de sus infinitas y bien diferentes variantes.

Pero a esta causa lógica, habrá que sumar motivos que aún desconocemos para explicar el crecimiento exponencial del número de casos. Y entre ellos no habría que descartar la aparición de una batería de negocios ligados a los tratamientos cada vez más intensivos y a la sombra siempre sospechosa de los laboratorios que producen psicofármacos.

Para peor, el aumento de casos no se corresponde con la adecuación de un marco legal que brinde protección a estos pibes (y a sus padres) que son raleados por el exceso de cálculo de la educación privada y la incomprensión de la escuela pública. Con las maravillosas excepciones que habrá que destacar en cada caso.

La cuestión es compleja, escurridiza, pero cada vez más difícil de mantener afuera de la gran vidriera de los medios de comunicación, donde el tratamiento que se le ha dado hasta ahora deja bastante que desear.

La vida de los chicos con autismo o TGD en todas sus formas suele ser complicada. Y una de las peores cosas que deben enfrentar es la ignorancia.

Hay dos mitos fundamentales, creo yo, acerca de los orígenes de estos sindromes. El primero es el que vincula la aparición de un pibe con autismo con alguna dificultad de la mamá. El segundo, el que asocia estos problemas con las manifestaciones de talentos ocultos, cuando no sobrenaturales.

El primero contribuyó a que durante mucho tiempo madres que debían afrontar las dificultades de su hijo autista, debieran sumarle a ello el peso de la culpa por su presunta responsabilidad.

El segundo contribuyó al enriquecimiento de editores inescrupulosos que poblaron las góndolas de las librerías con folletos ridículos que postulan la existencia de los niños cristal, los niños índigo y vaya a saber uno qué más.

Ambos mitos boicotean el único punto en el que todos los especialistas en el tema coinciden: la necesidad de un tratamiento temprano del niño autista.

El primero lo hace al paralizar a las madres que suponen que podrían ser señaladas por la afección de su hijo. El segundo al estimular una mirada torpe que pretende ver bendición allí donde hay una problemática que debe ser abordada. Y rápido.

Resumiendo, hay dos grandes mitos frente al origen del autismo. Manifestaciones de ignorancia que atentan contra una mirada responsable e inclusiva frente al autismo infantil. Ambos son alimentados groseramente por la trama de la tira EL ELGIDO.

La niña de la historia, quien padece un cuadro de autismo severo, se inserta en un esquema familiar que viene a cristalizar el infame estereotipo con que solía castigarse a las mamás de los chiquitos autistas hace unas cuantas décadas. Hijo autista, madre desaprensiva, traumatizada, loca. La pobre mujer que interpreta Leticia Bredice padece tantos mambos que es imposible no asociar a ella la manifestación de cualquier síntoma en su pequeña hija. Quien, como si esto fuera poco, está conectada con el mundo paranormal, dibuja símbolos propios del ocultismo y percibe acontecimientos que ocurren a kilómetros de distancia. No se me ocurre una manera más irresponsable y frívola de tratar el asunto.

De nada sirven las largas parrafadas que vomita la maestra de la nena explicando qué es el autismo y que son como la locución rapidísima de las propagandas de concursos o de créditos hipotecarios. En la ficción, resulta incomparable el peso de LO QUE SUCEDE ante lo que SE DICE. Sobre todo si está dicho como quien llena a las apuradas un formulario de ingreso al club de lo políticamente correcto.

Para colmo de males, hay que tolerar gente que con tono compungido y solemne resalte los méritos de la tira por incluir a la nenita autista. Creer que la inclusión de un personaje autista contribuye en si mismo a colaborar con la difusión de los problemas que estos chicos afrontan, es tan estúpido como creer que la burda presencia del personaje gay de Fabián Gianola en los Benvenutto aportó algo al reconocimiento de los derechos de las minorías sexuales.

A todos nos gusta adivinar el final de las tiras. En este caso es sencillo. No ganan los buenos. Tampoco los malos. Ganan, con holgura, las más básicas supersticiones acerca del autismo infantil. Caen los títulos, escuchamos una música muy pero muy emotiva y cinco minutos después, sus responsables obtienen un premio por ayudar a difundir aquello que los tipos que dan premios en la Argentina creen que es el autismo.

Por eso veo pocas telenovelas. Odio los finales felices.

lunes, 4 de abril de 2011

Dónde Caerse Muerto – 6 *

(Teatro político por entregas. O viceversa)

a Lenin muerte del comunismo

Cementerio. Noche. Ricardo se disponía a tener una cena romántica con su novia junto a la tumba de sus padres. Pero el chico del delivery de pizzas, Enguels, le anunció que las masas se acercaban al lugar para iniciar un foco revolucionario y que lo mejor era irse. Ricardo se niega: esta parcela de cementerio que le dejó su padre es todo lo que tiene.

Enguels trae a su superior, Trosqui, para convencerlo. Ante la insistente negativa, Trosqui lleva a Ricardo a comparecer ante Pedro Marx. Enguels queda a solas con Claudia.

Claudia separa una silla. Se sienta. Tiene en sus manos al murciélago que cayó muerto por el disparo de Trosqui y lo acaricia. Enguels la mira. Toma otra silla y la pone paralela a la de Claudia, a unos diez metros. Se sienta. Se va acercando con la silla lentamente, hasta quedar a su lado.

ENGUELS: ¿Hace mucho que Ricardo y usted están juntos?

CLAUDIA: Muchísimo. Como cuatro semanas.

ENGUELS: Eso no es tanto.

CLAUDIA: Depende. ¿Cuánto es "mucho" para usted? En este tiempo aprendí un montón de cosas.

ENGUELS: Me sorprende. La verdad, no sé qué puede enseñarle un hombre como ese.

CLAUDIA: Mucho. Por ejemplo: ¿usted sabía que a los patos les crecen unas membranas entre los dedos de las patas y que por eso se los llama palmípedos?

ENGUELS: Claro que lo sabía. Es lógico. Así pueden desplazarse por el agua con más facilidad.

CLAUDIA: ¿Cómo?

ENGUELS: Claro. Para eso están las membranas. Para poder desplazar mayor cantidad de agua y moverse más rápido por el medio líquido.

CLAUDIA: Ah no, no... Despacio, por favor... Son tantas cosas. No puedo creer lo que usted me dice.

ENGUELS: ¿Y usted para qué pensó que servían?

CLAUDIA: Nunca pensé que sirvieran para nada... ¿O acaso todo tiene que servir para algo?

ENGUELS: Por supuesto: absolutamente todo.

CLAUDIA: ¿Y para qué sirven las nubes?

ENGUELS: Muy fácil: para avisar que va a llover, para dar sombra, para infinidad de cosas. Las nubes son objetos muy pero muy útiles.

CLAUDIA: Estoy fascinada. Nunca había visto las cosas desde ese punto de vista.

ENGUELS: Yo podría enseñarle muchas cosas, Claudia.

CLAUDIA: ¿Y eso me saldría muy caro?

ENGUELS: No le saldría nada. Para mí sería un verdadero placer.

Sus rostros se acercan.

CLAUDIA: ¿Y puede acompañarme Ricardo?

ENGUELS: Me temo que no.

CLAUDIA: ¿Por qué?

ENGUELS: Porque su presencia entorpecería un tanto el proceso de aprendizaje.

Sus rostros se acercan más.

CLAUDIA: ¿Usted cree?

ENGUELS: Estoy seguro de eso.

Se besan.

CLAUDIA: Déjeme hacerle una pregunta.

ENGUELS: La que quieras.

CLAUDIA: Si es cierto que todas las cosas tienen una utilidad, ¿para qué sirvió esto?

ENGUELS: Para que yo pudiera expresarte mis sentimientos, para que pudiera manifestarte de un modo inequívoco lo que experimento por vos.

CLAUDIA: ¿Y era necesario que su lengua se moviera como una hélice para eso?

ENGUELS: Digamos que sí.

Pausa.

ENGUELS: Y vos... ¿Sentiste algo?

CLAUDIA: ¿Además de su lengua?

ENGUELS: Sí, sí. Además.

CLAUDIA: Estoy un poco confundida.

ENGUELS: Entiendo. Pero vas a ver que con el tiempo las cosas van a aclararse.

CLAUDIA: Eso espero.

Se escuchan pasos. Enguels se para de la silla con un movimiento brusco. Entran Trosqui y Ricardo.

ENGUELS: Hicieron rápido.

TROSQUI: Vivimos tiempos rápidos.

ENGUELS: ¿Qué dijo Marx?

TROSQUI: Que no es la conciencia la que determina la vida sino la vida la que determina la conciencia...

ENGUELS: ¿Y eso?

TROSQUI: Nada. No pierde ocasión de chicanearlo a Hegel.

ENGUELS: Ese boludo de Hegel...

TROSQUI: Un estúpido idealista...

CLAUDIA: Yo pensé que los idealistas eran ustedes.

ENGUELS: Se equivoca: nosotros somos materialistas.

CLAUDIA: Yo pensé que el materialista era Ricardo.

TROSQUI: Ricardo... Eso me recuerda algo...

ENGUELS: ¡Marx! ¿Qué dijo el viejo?

Trosqui desenfunda el arma. Carga y apunta a la cabeza de Ricardo.

ENGUELS: ¿Qué hace, camarada Trosqui?

TROSQUI: ¿Cómo "qué hago"? Voy a matarlo. Eso dijo Marx...

ENGUELS: ¿Así?

TROSQUI: ¿Y cómo si no? ¿Quiere que lo asfixie con una bolsa en la cabeza? Eso es inhumano.

ENGUELS: Pero es que no sé... Así, de pronto...

TROSQUI: ¿De pronto? Hace horas que estamos tratando de negociar con este terrateniente inescrupuloso hijo de mil putas. Estamos frenando el flujo de las masas, compañero. ¿Sabe lo que eso significa?

ENGUELS: Sí, sí. Pero... Es muy tajante. ¿Qué dice el Manual de procedimientos?

TROSQUI: El Manual...

ENGUELS: Sí. ¿Qué dice?

TROSQUI: Bueno, si mal no recuerdo, dice que lo matemos. Página 148, Capítulo 16: "Acerca de cómo terminar con situaciones incómodas". ¿Lo recuerda?

ENGUELS: Me temo que voy a tener que discrepar con usted, compañero. El encuadre es erróneo. Lo que tenemos aquí no puede ser caratulado como "Situación incómoda".

TROSQUI: ¿Ah no? ¿Y para usted que sería entonces?

ENGUELS: Yo lo encuadraría dentro de la figura de "Confrontación ideológica".

TROSQUI: ¿"Confrontación ideológica"? ¿Nada más?

ENGUELS: Sí... A lo sumo podríamos hablar de su quinta acepción: "Confrontación ideológica que pasa a mayores".

TROSQUI: No estoy para nada de acuerdo con usted, camarada Enguels.

ENGUELS: ¿Por qué? La caracterización es perfecta.

TROSQUI: Simplemente porque lo que tenemos aquí no es una discusión. En todo caso, eso es lo que estoy sosteniendo con usted. Y en ese caso sí podría yo aplicar lo que establece el Manual de Procedimientos en el capítulo de las confrontaciones ideológicas...

ENGUELS: ¿Y qué establece?

TROSQUI: Que lo mate...

ENGUELS: ¿Qué usted me mate a mí o que yo lo mate a usted?

TROSQUI: Que yo lo mate a usted: yo tengo el Manual.

ENGUELS: Claro.

TROSQUI: Sin embargo, creo que eso retrasaría todavía más el proceso de colectivización.

ENGUELS: Sí. Supongo que ya habrá tiempo de dirimir nuestras diferencias.

TROSQUI: Exacto.

RICARDO: Disculpen que interrumpa pero ¿y yo? ¿Qué va a pasar conmigo?

TROSQUI: Ya llegaba a usted. Espere.

ENGUELS: Sí. Espere o lo matamos.

TROSQUI: Volviendo a lo nuestro, yo diría que lo que está en juego es un episodio más de la lucha de clases.

ENGUELS: "Lucha de clases", "lucha de clases"... Refrésqueme la idea...

TROSQUI: Pero claro. ¿No lo ve? Tenemos a un propietario que se niega a perder su condición de tal en beneficio de la voluntad del pueblo.

ENGUELS: Una situación típica de la lucha de clases, es cierto. Tanto nombrarla, tanto discutirla y cuando por fin la tenemos delante de nuestras narices somos incapaces de reconocerla...

TROSQUI: No se preocupe, compañero. Es la falta de praxis.

ENGUELS: ¿Y qué dice el Manual con respecto a un caso cómo éste?

TROSQUI: Si no recuerdo mal, en su página 328, apartado 6, capítulo 64, el Manual es muy claro: hay que matarlo.

ENGUELS: Lo sospechaba.

TROSQUI: Voy a proceder entonces.

Trosqui apunta con su arma a la cabeza de Ricardo.

CLAUDIA: No... No, por favor. Lo pueden lastimar.

RICARDO: Dejalos. Terminemos con esta boludez.

ENGUELS: Sin embargo...

TROSQUI: ¿Sin embargo qué, compañero?

ENGUELS: Tengo miedo.

Trosqui levanta el tono de voz.

TROSQUI: ¿De qué, maldita sea?

ENGUELS: Estuve estudiando otros procesos y creo que tenemos que tener en cuenta algo: los errores que podamos cometer en esta etapa de la génesis del movimiento de masas podrían condicionar todo el desarrollo posterior de las condiciones objetivas y subjetivas.

TROSQUI: Pero...

ENGUELS: Creo que dentro de la premura que la coyuntura exige, deberíamos tratar

de establecer un accionar más transparente.

TROSQUI: ¿Más transparente? ¿A qué se refiere, compañero?

ENGUELS: A un tribunal. Un tribunal popular.

TROSQUI: Un juicio...

ENGUELS: Rápido.

TROSQUI: Sumario...

ENGUELS: Sumarísimo.

TROSQUI: Me parece bien. Comuniquémoselo al reo.

ENGUELS: Señor Ricardo...

RICARDO: Ya escuché todo. ¿Se creen que soy sordo? Díganme, ¿tengo alguna alternativa?

ENGUELS: Por supuesto que no.

RICARDO: Que haya juicio entonces.

Oscuridad.

* Dónde caerse muerto está publicado en la antología “Autores en construcción I”, (Libros del Rojas, Editorial Nueva Generación).