domingo, 27 de marzo de 2011

Dónde Caerse Muerto – 5 *

(Teatro político por entregas. O viceversa)

tumba de marx

Cementerio. Noche. Ricardo se disponía a tener una cena romántica con su novia junto a la tumba de sus padres. Pero el chico del delivery de pizzas, Enguels, le anunció que en ese momento, las masas se acercaban al lugar para iniciar un foco revolucionario. Ricardo se niega a abandonar la parcela de cementerio que le dejó su padre ya que es todo lo que tiene.

Claudia propone llamar a la policía, Ricardo confiesa que la policía lo persigue. Enguels va a buscar a su superior para resolver el entuerto. Regresa con un sujeto llamado Trosqui.

TROSQUI: Mucho gusto.

RICARDO: ¿Usted se llama Trosqui?

TROSQUI: Sí... ¿Por qué? ¿Nos conocemos?

RICARDO: No, pero esos nombres: Enguels, Trosqui... ¿Por qué no usan sus verdaderos nombres? Den la cara, cobardes.

TROSQUI: Yo me llamo Trosqui, señor. ¿Quiere ver mi documento? Roberto Trosqui soy... ¿Qué le pasa?

Claudia se ríe.

CLAUDIA: ¡Roberto! ¡Qué nombre gracioso!

Trosqui saca un documento y se lo muestra a Ricardo.

TROSQUI: ¿Ve?

RICARDO: No puedo creerlo... Se llama Trosqui en serio.

TROSQUI: Claro, no sea boludo.

RICARDO: Pero "Trosky". Sin la "t".

TROSQUI: No. Con "T". "T" de "Troski".

RICARDO: Sí, sí. Pero yo digo la otra. La otra "t".

TROSQUI: ¿Cuál otra?

RICARDO: La que ya no está.

Pausa.

TROSQUI: Pero si no está la "T" es "Roski". ¿Qué dice?

RICARDO: Yo no digo esa "T", digo otra "t" que va antes de la "s"...

TROSQUI: ¿Qué "s"?

RICARDO: La "s" de "Trotssssssski".

TROSQUI: Ah, esa "s".

RICARDO: Además lleva "i griega". Está mal escrito.

TROSQUI: ¿Usted me va a decir cómo se escribe mi apellido? La burguesía siempre cree que lo sabe todo, ¿verdad?

Pausa.

RICARDO: Está claro... Es un documento falso: ustedes están en la clandestinidad. Falsificaron sus documentos.

ENGUELS: ¿Qué dice, Señor? Eso es ilegal...

TROSQUI: ¿Por quién nos tomó?

RICARDO: Pero es que no puedo creer que justo ustedes se llamen Enguels y Trosqui. Convengamos en que es una enorme casualidad.

TROSQUI: ¿Qué hay? No entiendo.

ENGUELS: ¿Qué tiene de malo?

RICARDO: Nada. Me llama la atención que dos revolucionarios como ustedes se llamen justamente como León Trotsky y Federico Engels.

TROSQUI: Perdón, ¿como quienes?

ENGUELS: ¿Quiénes son esos?

RICARDO: ¿No saben quienes son?

TROSQUI: No.

ENGUELS: ¿Parientes?

RICARDO: ¿Y qué clases de izquierdistas son ustedes? ¿No leyeron nada? ¿No saben quienes fueron Enguels y Trotsky?

TROSQUI: No. ¿Había que saberlo?

ENGUELS: Eso. ¿Había?

TROSQUI: ¿El señor va a tomarnos lección?

RICARDO: ¿Y Marx? ¿Saben quién fue Marx?

TROSQUI: Marx es el viejo que lleva el libro de actas.

ENGUELS: Uno gordo.

TROSQUI: Medio pelado.

ENGUELS: Chueco.

TROSQUI: Pero buen tipo...

RICARDO: Carlos Marx... ¡Carlos Marx digo yo!

TROSQUI: No... Pedro... Se llama Pedro... Pedro Marx.

ENGUELS: Sí... ¿También quiere verle el documento?

RICARDO: Nunca leyeron a Carlos Marx.

Troski mira a Enguels.

TROSQUI: Yo no, ¿y vos?

ENGUELS: La verdad... No.

RICARDO: ¿Ustedes no son marxistas acaso?

TROSQUI: Sí, señor.

ENGUELS: Claro.

TROSQUI: Por supuesto.

RICARDO: Pero no saben quién fue Carlos Marx...

TROSQUI: Pero este tipo es un hincha pelotas...

ENGUELS: Basta, Ricardo... No sabemos de qué nos habla.

RICARDO: ¿Y por qué carajo se dicen marxistas entonces?

Trosqui y Enguels se miran. Trosqui mira a Ricardo.

TROSQUI: ¿Nos permite?

Trosqui toma a Enguels de un brazo y se lo lleva aparte.

TROSQUI: Este tipo no me gusta nada. Es peligroso...

ENGUELS: Hace demasiadas preguntas.

TROSQUI: Y buenas.

ENGUELS: Muy buenas, sí.

TROSQUI: Debemos andar con cuidado. Tiene conocimientos.

ENGUELS: El propietario de los medios materiales de producción es también el dueño de los medios de producción ideológica...

TROSQUI: Sí. Pedro Marx tenía razón.

ENGUELS: ¿Y por qué no hablamos con él? Pedro es el más sabio.

TROSQUI: Está muy cansado. No creo que quiera venir.

ENGUELS: Este tipo me asusta.

TROSQUI: Ya sé. Llevémoslo a él para allá.

ENGUELS: No va a querer. No quiere colaborar en nada.

TROSQUI: Tiene que haber una manera de convencerlo.

Enguels y Trosqui se quedan en silencio. Enguels baja la cabeza y mira la pistola que tiene Trosqui en el cinturón.

ENGUELS: ¿Y eso?

TROSQUI: ¿La pistola? Me la dieron hoy.

ENGUELS: ¡Troski! ¡Lo felicito!

TROSQUI: Gracias, hoy abracé la lucha armada.

ENGUELS: Qué suerte tiene usted. Yo, por el momento, sólo pasé a la clandestinidad.

TROSQUI: Tenga paciencia. A cada quien según sus necesidades...

ENGUELS: Etcétera.

TROSQUI: Usted lo dijo, compañero Enguels: etcétera.

Se miran en silencio.

TROSQUI: Ya sé. Lo apunto con la pistola y lo obligo a ir a ver a Pedro Marx.

ENGUELS: ¿Le parece?

TROSQUI: Claro. ¿Qué puede pasar? Nada.

ENGUELS: Vamos entonces...

Enguels y Trosqui se acercan a Ricardo.

ENGUELS: Señor Ricardo, en una reunión secreta hemos decidido...

Ricardo lo interrumpe.

RICARDO: Ya escuché todo. Y olvídelo. No pienso moverme de acá.

Trosqui hace un disparo al aire. Un murciélago cae al piso. Claudia corre a recogerlo.

CLAUDIA: ¿Qué le hizo? ¿Qué pasó?

TROSQUI: Espero que el señor Ricardo entienda qué puede pasar si se niega a colaborar con nosotros.

CLAUDIA: Mi amor, por favor, hacé lo que te digan. Sino van a seguir lastimando a estos pajaritos.

Pausa.

ENGUELS: Vamos, señor Ricardo. Colabore y nadie saldrá lastimado.

RICARDO: Ya me las van a pagar.

Ricardo sale apuntado por Trosqui. Enguels y Claudia se quedan solos.

* Dónde caerse muerto está publicado en la antología “Autores en construcción I”, (Libros del Rojas, Editorial Nueva Generación).

jueves, 24 de marzo de 2011

24 de Marx del 76

massera videla agosti mundial 78
    “(…) Todas las clases y todos los partidos se habían unido en un partido del orden frente a la clase proletaria, como partido de la anarquía, del socialismo del comunismo. Habían salvado a la sociedad de los enemigos de la sociedad . Habían dado a su ejército como santo y seña los tópicos de la vieja sociedad: "Propiedad, familia, religión y orden ", y gritado a la cruzada contrarrevolucionaria: "¡Bajo este signo, vencerás!"
     
    Desde este instante, tan pronto como uno cualquiera de los numerosos partidos que se habían agrupado bajo aquel signo contra los insurrectos (…), intenta situarse en el campo de batalla revolucionario en su propio interés de clase, sucumbe al grito de "¡Propiedad , familia, religión y orden!". La sociedad es salvada cuantas veces se va restringiendo el círculo de sus dominadores y un interés más exclusivo se impone al más amplio.
    Toda reivindicación de la más elemental reforma financiera burguesa, del liberalismo más vulgar, del más formal republicanismo, de la más trivial democracia, al mismo tiempo es castigada como un "atentado contra la sociedad" y estigmatizada como "socialismo". Hasta que, por último, los pontífices de "la religión y el orden" se ven arrojados ellos mismos a puntapiés de sus trípodes píticos, sacados de la cama en medio de la noche, empaquetados en coches celulares, metidos en la cárcel o enviados al destierro; de su templo no queda piedra sobre piedra, sus bocas son selladas, sus plumas rotas, su ley desgarrada, en nombre de la religión, de la propiedad, de la familia y del orden. 
     
    Burgueses fanáticos del orden son tiroteados en sus balcones por la soldadesca embriagada, la santidad del hogar es profanada y sus casas son bombardeadas como pasatiempo, en nombre de la propiedad, de la familia, de la religión y del orden. La hez de la sociedad burguesa forma por fin la sagrada falange del orden y el héroe Crapulinski* se instala en las Tullerías como "salvador de la sociedad.”
     
    “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, Karl Marx.

lunes, 21 de marzo de 2011

Dónde Caerse Muerto – 4 *

(Teatro político por entregas. O viceversa)

tumba de marx

Cementerio. Noche. Ricardo se disponía a tener una cena romántica con su novia junto a la tumba de sus padres. Pero el chico del delivery de pizzas, Enguels, le advierte que debe dejar el cementerio antes de que lleguen las masas a iniciar un foco revolucionario. Ricardo se niega: esta parcela de cementerio que le dejó su padre es todo lo que tiene.

Ricardo mira a Claudia.

RICARDO: Así es, mi amor. No tengo nada.

CLAUDIA: Nada, no: tenés la corbata, el reloj. Tenés pelo. Tenés aparato digestivo, estructura superyoica, ropa interior, pasado... Muchas cosas.

RICARDO: Y el auto...

ENGUELS: Es robado. Usted lo dijo.

RICARDO: Ya no. La propiedad privada no existe más. Usted lo dijo.

ENGUELS: Entonces permítanos tomar la tierra.

RICARDO: Hagamos una cosa: les doy el auto y me dejan de joder.

ENGUELS: Es terco, ¿eh? Ya lo perdió todo. ¿Por qué no se nos une?

RICARDO: ¿Y qué cargo me correspondería?

ENGUELS: ¿Cargo?

RICARDO: Claro. Supongo que si me uno a ustedes, cuando tomen el poder me corresponderá algo. Un nombramiento...

ENGUELS: No sé. Hay cuadros técnicos del movimiento, hay prioridades, compromisos asumidos con anterioridad, usted comprenderá.

RICARDO: ¿Debo entender que todos los puestos están ocupados?

ENGUELS: Déjeme ver...

Enguels saca un papel todo doblado de uno de sus bolsillos. Lo mira.

ENGUELS: Ministros... Secretarios... Asesores... Consejeros... Personal burocrático... Ordenanzas... A ver... Acá... sí... no... Pensé que había una suplencia de ordenanza en la Subsecretaría de Asuntos Delicados, pero no... Aunque yo podría recomendarlo si surge una vacante...

RICARDO: ¡Ordenanza!

ENGUELS: Suplente.

RICARDO: No puede ser. Yo soy el que más va a poner en esto. Ustedes no tienen nada. Y no me corresponde un puto puesto jerárquico.

ENGUELS: Es que están todos ocupados.

RICARDO: ¿Todos los puestos del Estado?

ENGUELS: Es que en estos últimos años lo achicaron mucho. Usted sabe...

RICARDO: Entonces no hay nada que discutir. Se acabó la negociación. Lo lamento. No pienso moverme de este lugar...

A lo lejos, disparos, gritos. Enguels mira a Claudia.

ENGUELS: Señorita, ¿por qué no lo hace entrar en razones? Usted parece una mujer centrada...

CLAUDIA: ¿Qué quiere decir "centrada", mi amor?

RICARDO: Que le vas a dar la razón a él.

CLAUDIA: Y bueno... La verdad que el señor tiene razón...

RICARDO: Yo creo que no tiene razón un carajo.

CLAUDIA: Puede ser. Ahora que lo decís...

ENGUELS: Ustedes no entienden la gravedad de la situación. Estoy tratando de consensuar con ustedes para que nadie salga lastimado. Pero les aseguro que mi paciencia tiene un límite.

CLAUDIA: ¿Escuchaste, Ricardo?

RICARDO: Sí. ¿Qué hay? No me importa nada. A mí estos zurdos no me van a joder.

ENGUELS: Viendo que las cosas son así, voy a tener que comunicarle esto al responsable de la operación.

RICARDO: Hacé lo que se te cante, pelotudo.

ENGUELS: Se va a arrepentir.

Enguels sale pisando fuerte. Ricardo mira para otro lado. Claudia lo mira irse.

CLAUDIA: Chau...

Claudia mira a Ricardo.

CLAUDIA: Se fue sin saludar... No puedo creerlo.

RICARDO: Tenemos que pensar algo. Rápido.

CLAUDIA: Llamemos a la policía.

RICARDO: ¡Eso! ¡Sí! ¡La policía!

Pausa.

RICARDO: Lo que pasa es que... no puedo. La policía me está buscando.

CLAUDIA: ¡Perfecto!

RICARDO: No entendés. Me están buscando para meterme preso.

CLAUDIA: ¿Por qué?

RICARDO: No importa por qué... Lo que importa es que no puedo llamarlos antes de encontrar un buen abogado.

CLAUDIA: ¿Tu papá no es abogado?

RICARDO: Papá está muerto, Claudia...

CLAUDIA: ¿Pero nunca va a volver? ¿Nunca?

RICARDO: Vamos a tener que pensar otra cosa.

CLAUDIA: Otra cosa... ¡Ya sé! ¡Llamemos a la policía!

RICARDO: Eso no es otra cosa. Eso es la misma cosa.

CLAUDIA: Una cosa, otra cosa... A veces se me confunden.

RICARDO: Ya sé. Vamos a decirles que estás embarazada. Eso los va a conmover.

CLAUDIA: Ricardo... Lo sabías.

RICARDO: ¿Qué cosa?

CLAUDIA: Que estoy embarazada.

RICARDO: No. No puede ser... Si yo... No... Tiene que haber un error... ¿Estás segura?

CLAUDIA: Vos dijiste.

RICARDO: ¿Yo? No, lo que dije es que íbamos a decirle a los zurdos que estás embarazada.

CLAUDIA: ¿Ves? Estoy embarazada. Soy muy feliz, mi amor. Aunque pienso que yo tendría que haberme enterado antes que vos. Sería lo lógico.

RICARDO: Pero es mentira. ¿No entendés?

CLAUDIA: Qué crueldad. Con eso no se juega. Me había hecho tantas ilusiones. Iba a ser médico. Iba a tener un montón de amigos. Y le íbamos a regalar un pedacito de tierra aquí, para que algún día lo enterraran junto a nosotros. Se iba a llamar Charles Aznavour.

Ricardo la toma de los hombros y la sacude.

RICARDO: ¡Pará! ¡La puta que te parió! Lo que yo dije es que íbamos a mentirles. Vamos a decirles que estás embarazada, pero vos y yo sabemos que eso no es verdad. No-es-ver-dad.

CLAUDIA: ¿Vamos a mentirles?

RICARDO: Sí. Vamos a mentirles.

CLAUDIA: Qué horrible. Parecen gente sensible.

Entra Enguels acompañado por un hombre morocho, robusto y vestido con un mameluco azul. Lleva una pistola en el cinturón.

ENGUELS: Señor Ricardo, le presento a mi superior: Trosqui.

(continuará)

* Dónde caerse muerto está publicado en la antología “Autores en construcción I”, (Libros del Rojas, Editorial Nueva Generación).

sábado, 19 de marzo de 2011

Pescaditos

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El secreto es no cortar el pescado de un tamaño mayor al de la espátula con la que debes darlo vuelta, dijo Li Chun con su estrecha mirada perdida en el horizonte. Y bajó del tren. El pequeño auditorio quedó en silencio, reflexionando a más no poder.

Esa misma tarde, Roberto llegó a la conclusión de que era un esfuerzo inhumano sostener su relación con Zulma, una mujer cuya belleza lo excedía. Que no alcanzaba con haberla conquistado: la vida a su lado sería una constante inquietud, un estado de sufrimiento por el permanente temor a perderla. Y la despidió con un frío mensaje de texto.

Al mismo tiempo, Lucía dejó de vacilar y rechazó ese trabajo en el exterior que mejoraba su vida de un modo que asustaba. Era evidente que no estaba preparada para tanto, que la oferta era un error que se develaría con sus primeros desempeños. Y se resignó con alivio a su apacible rutina de secretaria de un escribano.

Enrique decidió que lo mejor era probarse en un club de la B Metropolitana, contra el ansioso consejo de sus entrenadores, amigos y vecinos que lo imaginaban en un grande de la Capital. No estaba listo para enfrentar la frustración. Ahora lo entendía claramente.

Laura se desprendió de todos sus libros. Después, de sus discos. Y finalmente, de todas sus posesiones. Nada que no entre en este bolso de mano puede ser importante, se repitió segundos antes de darle su bolso de mano a un pibe que se acercó a preguntarle la hora.

Li Chun ignoraba todo esto. Sería por eso que no lo invadía ningún sentimiento de culpa aquella noche, mientras cumplía con su trabajo de minutero en el bar de la estación. Y era increíble, jamás, pero jamás, se le deshacía el pescado al darlo vuelta.

martes, 15 de marzo de 2011

UN HOMBRE REGRESA A SU CASA

Un hombre regresa a su casa. A la casa donde vive hace muchos años con su mujer y sus hijos. Regresa a su casa. Pero al llegar no encuentra nada. No hay casa, no hay esposa, no hay hijos. Se va del lugar pensando "Yo tenía una casa, una esposa, hijos... ¿Me lo habré imaginado? ¿Habré imaginado todas estas cosas del mundo?"—se dice. Y se va.

LA AUSENCIA DE TODAS LAS COSAS
Miércoles a las 21, teatro EL CUBO

lunes, 14 de marzo de 2011

Dónde Caerse Muerto – 3 *

(Teatro político por entregas. O viceversa)

cementerio praga3

3.

Cementerio. Noche. Ricardo se disponía a tener una cena romántica con su novia junto a la tumba de sus padres. Pero el chico del delivery de pizzas le anuncia que el capitalismo ha llegado a su fin y que deben abandonar el lugar: las masas se acercan. Ricardo está furioso.

RICARDO: Escuchame, boludito. Yo no sé con qué se dan acá en el cementerio, pero si no me vas a dar la pizza tomatelás. Dejame en paz. ¿A qué mierda viniste?

MUCHACHO: Vine porque sabía que usted iba a estar aquí y quise avisarle que venían las masas.

CLAUDIA: ¿Van a hacernos daño?

MUCHACHO: Y... usted sabe cómo son las masas...

CLAUDIA: Qué dulce, Ricardo... El chico vino a salvarnos.

MUCHACHO: Endurecerse sin perder la ternura, señorita.

RICARDO: ¿Y se puede saber qué quieren ahora las masas?

MUCHACHO: ¿Qué van a querer? Las tierras, señor. Vamos a socializarlas.

RICARDO: ¿Van a socializar las tierras? ¡Pero esto es un cementerio!

MUCHACHO: Son las tierras con menos custodia que encontramos y creemos que va a ser un buen golpe de efecto. Vamos a crear un foco revolucionario en el cementerio...

RICARDO: Pero esto está lleno de muertos...

MUCHACHO: Hay que asumirlo. Toda revolución tiene sus muertos. No sé de qué se sorprende.

RICARDO: Ustedes no pueden hacerme esto. Yo no voy a dejar estas tierras. Acá están mis padres. Esta es la tierra que ellos me legaron. Jamás olvidaré ese día. Yo cumplía 18 años y papá me subió al auto. Como era una sorpresa, me subió con los ojos vendados. La cara contra el piso. Me dijo que íbamos a ir buscar mi regalo. Y después de andar varias horas para desorientarme, para sorprenderme, estacionó su Ford Falcon en la puerta de este cementerio y me trajo hasta aquí. Y me dijo: "Hijo, estas tierras serán tuyas. Aquí yace tu madre. Junto a ella, algún día descansará mi cuerpo inerte. Muy pronto. Y este pequeño espacio verde es para vos, querido hijo. Esta será tu parcela". Mi padre era un gran padre. Él pensó en mi futuro.

Claudia se seca las lágrimas con la falda del vestido.

CLAUDIA: Me hiciste llorar, Ricardo... Ahora te quiero.

MUCHACHO: ¿Ahora? ¿Qué? ¿Antes no lo quería?

CLAUDIA: No lo sé... Hay muchas cosas que no sé: estoy aprendiendo.

RICARDO: No me dijiste nada.

CLAUDIA: ¿No? Se me pasó... Son tantas cosas.

Se escuchan disparos de armas de fuego, a lo lejos.

RICARDO: ¿Y eso?

CLAUDIA: ¡Qué ruido!

MUCHACHO: Son las masas. Se acercan.

RICARDO: Pero entonces... están armados.

MUCHACHO: Claro. Esto no es chiste, señor. Se acabó la etapa de construcción contrahegemónica. Ingresamos a la etapa político-militar.

RICARDO: ¿Cuándo?

MUCHACHO: A las diez menos cuarto, más o menos.

RICARDO: Van a matarnos, Claudia.

CLAUDIA: No te preocupes: es como ir a un lugar lejos, nada más.

Ricardo se toma el pecho. El muchacho abre la caja de su bicicleta y saca unas cajas de pizza.

MUCHACHO: Yo traje unas pizzas de más que ya no voy a llevar. ¿Por qué no comemos algo y tratamos de razonar un poco?

RICARDO: Me va a hacer bien comer algo.

CLAUDIA: Comamos. No es bueno viajar con hambre.

RICARDO: No, no... No es bueno...

Ricardo, Claudia y el muchacho de la pizzería se acomodan en la mesa. El muchacho abre las cajas de pizza y reparte una porción para cada uno.

MUCHACHO: A cada uno, según sus necesidades

CLAUDIA: Usted no tiene copa señor...

MUCHACHO: Enguels. Me llamo Enguels.

RICARDO: Ah, bueno... Lo que faltaba.

MUCHACHO:/ENGUELS: ¿Algún problema?

RICARDO: Para nada. Llámese como quiera.

CLAUDIA: Igual no tiene copa.

Enguels toma el florero vacío.

ENGUELS: Me arreglo con esto. No se preocupe. Quiero que brindemos por la Revolución.

RICARDO: Dejate de joder, nene.

ENGUELS: Es así, señor. Hay cosas que no se pueden frenar. Usted no sabe lo feliz que está toda esa gente.

A lo lejos se escuchan más disparos. Gritos aislados. Una risa.

RICARDO: Me parece que esa gente no entendió las profundas transformaciones que tuvieron lugar en nuestro país. ¿Qué quieren? ¿Salirse del mundo?

CLAUDIA: Están locos. Afuera del mundo no hay oxígeno. Yo lo vi en un documental. Tendríamos que ponernos todos esos trajes blancos que usan los que van a la Luna.

ENGUELS: ¿Los astronautas?

CLAUDIA: Eso... ¿Sus amigos tienen suficientes trajes de astronautas para todos?

Enguels la mira fijamente. Sonríe. Silencio.

RICARDO: ¿Más vino?

ENGUELS: No, gracias. Debo estar sobrio para cuando llegue el momento de tomar el poder.

CLAUDIA: ¿Usted ya fue al espacio, señor Enguels?

Ricardo se toma el pecho.

RICARDO: Ay.

Ricardo saca un frasco del bolsillo de su saco y toma varias pastillas.

ENGUELS: En realidad, no. Pero lo vi en muchas películas.

CLAUDIA: Qué hermoso es, ¿verdad? Allí hay lugar para todo.

ENGUELS: Hay espacio. Lugar es lo que sobra.

CLAUDIA: ¿Y lo que falta? ¿Qué es lo que falta entonces?

ENGUELS: Justicia, señorita. Que todos puedan dar según sus posibilidades y recibir según sus necesidades.

CLAUDIA: Qué linda frase. Me parece que la escuché en una propaganda... ¿De qué era?

RICARDO: Propaganda marxista. Hay por todos lados.

Pausa. Enguels y Claudia miran a Ricardo que se afloja el nudo de la corbata.

ENGUELS: Ricardo, creo que tendría que pensarlo. Por su bien le digo. Deje el cementerio. Váyase.

RICARDO: No puedo dejarlo. ¿Y mis padres?

ENGUELS: No sea sentimental. Usted sabe bien que de sus padres ya no debe quedar nada.

RICARDO: Eso es muy cruel.

ENGUELS: Es la verdad. Llévese las lápidas si quiere. No creo que nos sirvan.

RICARDO: Igual. No puedo irme de acá. No puedo. Este pedazo de tierra es todo lo que me queda en el mundo.

CLAUDIA: ¿Y yo?

RICARDO: Me refiero a todo lo valioso que me queda en el mundo.

CLAUDIA: ¿Tuviste algo alguna vez?

RICARDO: Nada.

ENGUELS: Bueno, le queda el auto con el que vino hasta aquí. Lo vi ahí afuera.

RICARDO: No es mío. Lo robé.

ENGUELS: ¿Lo robó?

RICARDO: Sí. Lo único que tengo es esta parcelita. Por eso me vine. Pensaba quedarme a vivir acá.

ENGUELS: ¿Vivir en un cementerio? Eso es imposible.

RICARDO: ¿Usted me habla de imposibles?

 

(continuará)

* Dónde caerse muerto está publicado en la antología “Autores en construcción I”, (Libros del Rojas, Editorial Nueva Generación).

domingo, 6 de marzo de 2011

Dónde Caerse Muerto – 2 *

(Teatro político por entregas. O viceversa)

cementerio praga2

Cementerio. Noche. Ricardo invitó a Claudia a tener una cena romántica junto a la tumba de sus padres. Para decepción de ella, no habrá pato. Apenas pizza.

Llega el muchacho del delivery en su bicicleta. Se detiene junto a ellos.

RICARDO: Por fin, querido.

Ricardo mira a Claudia.

RICARDO: Llegó la comida, mi amor.

CLAUDIA: Este chico es lo más distinto a un pato que vi en mi vida.

Pausa. Ricardo y el muchacho se miran. Ricardo se toca el pecho.

RICARDO: ¿Trajiste la pizza?

MUCHACHO: Sí.

Pausa. Ricardo observa al muchacho.

RICARDO: ¿Y? Dámela...

MUCHACHO: No.

RICARDO: Cómo que no... Dámela. ¿No la trajiste?

MUCHACHO: Sí.

RICARDO: Dámela, entonces. ¿Me estás gastando?

MUCHACHO: Es que no puedo. Ya no puedo dársela.

RICARDO: ¿Qué? ¿Se enfrió? Dámela igual, nene. Me cago de hambre.

MUCHACHO: No, no es eso. Es que para dársela yo tendría que seguir siendo el empleado de la pizzería. Y ya no lo soy más. El régimen capitalista de producción acaba de ser abolido.

RICARDO: ¿Qué te pasa, flaco? ¿Estás bien vos?

MUCHACHO: Yo estoy bien. Muy bien. ¿Cómo no voy a estarlo el día que el capitalismo ha muerto?

CLAUDIA: Ricardo...

Ricardo en voz alta.

RICARDO: Ya sé...

Ricardo habla con la voz aguda..

RICARDO: "¿Qué es el Capitalismo?"

CLAUDIA: No... ¿Qué es "muerto"?

RICARDO: ¡Otra vez con eso! Estar muerto es como... Como haberse ido a un lugar que está lejos. Muy lejos. Como hicieron mis padres.

CLAUDIA: Pero cuando decís lejos... Decís, ¿cuánto? ¿Mucho? ¿Muy lejos?

RICARDO: Lejísimos.

CLAUDIA: Pobres... Viajar. Tan lejos. A esa edad en la que uno debería dejar de hacer todo. Seguir y seguir... ¿Hasta cuándo vamos a tener que hacer todas estas cosas a las que llaman vivir? Cualquier día de estos cierro los ojos y desaparece todo... ¡Todo!

Ricardo habla mirando hacia arriba. Se frota la cara con nerviosismo. Levanta la voz.

RICARDO: ¿Qué hice yo de malo, eh? ¿Cuál fue mi error? ¿Me estás castigando? ¿A mí? ¿A mí?

Claudia y el muchacho miran hacia arriba buscando al interlocutor de Ricardo.

RICARDO: Yo lo di todo por este bendito país. Trabajo desde que tengo 6 años. Yo puse mi videoclub, mi pool, mi cancha de paddle, mi lave-rap, mi parri-pollo, mi locutorio... Lo intenté todo. ¿Qué más tengo que hacer? ¿Qué más?

Claudia mira al muchacho.

CLAUDIA: ¿Hay alguien subido al árbol?

MUCHACHO: Me parece que quiere hablar con Dios...

CLAUDIA: ¿Dios está subido al árbol? ¿Qué clase de criatura es?

MUCHACHO: Dios es... El opio de los pueblos.

Ricardo se quita el saco y lo arroja con fuerza sobre la mesa. Se rompen algunas copas. El muchacho y Claudia se quedan mirándolo.

RICARDO: Cállense, hijos de puta. ¡Cállense!

Ricardo se toma el pecho, se inclina hacia delante y flexiona las rodillas.

MUCHACHO: Señor, señor... ¿Le pasa algo?

CLAUDIA: No. Siempre hace eso...

RICARDO: El pecho... La pastilla... El saco...

CLAUDIA: No le entiendo. Cuando construye esas oraciones sin verbo me saca de las casillas.

El muchacho toma el saco de Ricardo y saca unos cuantos frascos pequeños.

MUCHACHO: ¿Cuáles son, señor? ¿Las rojas o las azules?

RICARDO: Las rojas...

MUCHACHO: ¿Las redondas o las alargadas?

RICARDO: Las redondas, las redondas...

MUCHACHO: ¿Las grandes o las chiquitas?

RICARDO: ¡Cualquiera, dame cualquiera, hijo de puta!

El muchacho le alcanza a Ricardo uno de los frascos. Ricardo lo abre. Tira varias pastillas sobre la palma de su mano y se sirve vino en una de las copas.

MUCHACHO: No, con alcohol no... ¿Está loco?

RICARDO: No hay agua...

MUCHACHO: Espere.

El muchacho toma el florero de una de las tumbas y le saca las flores. Toma la copa, arroja el vino y le sirve el agua del florero.

MUCHACHO: Tome...

RICARDO: Está sucia...

MUCHACHO: Mejor que se vaya olvidando de esos lujos. Tomar agua limpia y todas esas costumbres burguesas deben terminarse... Es más, yo les diría que se fueran de acá lo antes posible.

CLAUDIA: ¿Por qué? Este lugar es muy tranquilo.

MUCHACHO: No queda mucho tiempo. Váyanse. Yo sé lo que les digo.

RICARDO: ¿Se puede saber qué carajo pasa?

MUCHACHO: Las masas están cerca. Llegó la hora.

CLAUDIA: ¿La hora de qué?

MUCHACHO: De la revolución, señorita. Las condiciones están dadas. El desarrollo de las fuerzas productivas alcanzó ese punto en que cuestiona de un modo radical el modo de producción vigente...

RICARDO: Este pendejo está loco.

CLAUDIA: No entiendo. ¿Qué es "loco"?

(continuará)

* Dónde caerse muerto está publicado en la antología “Autores en construcción I”, (Libros del Rojas, Editorial Nueva Generación).

sábado, 5 de marzo de 2011

La manzana rodeada

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Se dan todos los días una ducha de agua bendita. Te enseñan a vivir. Te pican el boleto en la puerta del bondi de lo popular. Te hacen 14 informes por un chiste que les pareció incorrecto. Y allá van. Los dueños de todo lo bueno y copado del mundo, trazando una línea que muchas veces no distingue a movileros de dueños de medios oligopólicos. A asesinos de tipos que piensan diferente. A traidores de gente que duda. Duda.
Pero un día, tarde o temprano, les pasa, viene el dueño del medio, o una entidad que lo representa, o el señor que pone la teca, y les dice, es común, invitame a tal. Saca un disco, arranca un programa, estrena peli. A tal. Nosotros los impuros, los que vivimos de esto hace rato, sabemos que eso pasa. Y entonces lo hacés. Medís tu límite ético, estético, y si eso no se vulnera decís que sí, preservando el espacio para decir otras cosas que te gustan más y también, por qué no, tu laburo.
Pero claro, los tipos que se ceban mates con  aguas del Ganges, los que monopolizan el sello IRAM de lo Nac & POP, para ellos, eso debe costar más, ¿no? Si son de los que se la pasan pontificando, eso queda feo. Yo los entiendo. Aunuque queda feo. Lo que pasa es que, lo sé, vino el tipo de la valija o el dueño y se los pide. Y entonces descubrimos que ellos, los mejores de todos nosotros, esos faros de progresismo popular que nos guían sin pausa hacia un mundo mejor, tienen límites éticos y estéticos mucho más flexibles que los de nosotros los sucios. Y un día, para hablar del Mundial, llevan a un periodista recanchero, soslayando que fue también el vocero del EAM 78. Y otro día, o mejor, una vez por año, llevan al bufón del menemismo, al vaciador de canales públicos, al de las películas bobas que matizaron el ocio de la dictadura. Es duro de explicar, pero yo los entiendo, che. Las cosas son más complejas de cómo las presentan los informes que ellos mismos hacen. Los entiendo de veras. Eso sí, por favor, ¿podrían bajar el dedito cuando me hablan? Gracias.