sábado, 3 de marzo de 2012

Bienvenidos a la Semioticracia

semiotica

Ya no nos importa lo que usted diga. Sólo nos ocupa cómo lo dice, por qué y para qué.

“¿Es usted un bañista arrastrado por la corriente que grita “auxilio”? Bueno, a ver… Para empezar, no nos gusta que nos grite, ¿sabe? Aclarado el punto, conocemos su historia y sabemos que alguna vez ha mentido así que, ¿por qué no pensar que esta es otra de sus mentiras? Además, ¿por qué grita “auxilio” y no “socorro”? Raro, ¿verdad? Reflexionaremos y debatiremos (entre nosotros) sobre este punto mientras usted se ahoga.”

Así reza el preámbulo de la Carta Magna que funda nuestra Semioticracia. Lo repetimos rítmicamente mientras en despachos y redacciones, reemplazamos las imágenes de los viejos próceres por las de otros flamantes. San Martín deja su lugar a Saussure, Belgrano a Benveniste, Sarmiento a Pierce. Y ya hay jóvenes con calcomanías de Eco y cartucheras de Barthes. ¿Los vieron?

Se sabe de gente que no saldría de su casa si el medio X le dice que su casa se está incendiando. No condenemos esa desconfianza, por demás merecida. Aunque puede llamar la atención que la misma haya obturado el más básico instinto de supervivencia que recomendaría fijarse, primero, si tal cosa no es cierta. Y en todo caso, después, pasar a rociar con nafta el medio X.

Pero así somos los habitantes de la Semioticracia: pertinaces buceadores de charcos. Por buscar denodadamente lo que hay detrás ya ni le echamos un vistazo a lo de adelante. Así sean las luces de un auto que se aproxima a toda velocidad.

Un día pasamos de la más zonza fe en la transparencia de los discursos mediáticos a esta retorcida manera de escuchar, ver, leer, que arranca como crítica y no tarda en deslizarse hacia la pesquisa policial. Buscamos la connotación de la connotación de la connotación. Aún frente a los carteles de prohibido estacionar, las puteadas, las declaraciones de amor.

Nuestros periodistas pasaron de ser todos insospechables a ser todos sospechosos en un abrir y cerrar de ojos, de prontuarios. Una estupidez aquello y esto. Nada es tan sencillo. Y es una suerte.

Las gramáticas de producción de un discurso son una instancia insoslayable a la hora de analizarlo. Pero creer que allí se agota todo el asunto resulta inadmisible, estrecho, arcaico y, por qué no decirlo, digno de alguna suspicacia.

Se celebra el abandono de aquellas supersticiones que colocaron al periodismo en un altar absurdo. Y gratifica saber que no volverán. Pero tal vez haya llegado el momento de preguntarse si en este movimiento necesario e incontenible, no nos estamos pasando de rosca. Si queremos ser lectores críticos, despiertos y profundos o deseamos sencillamente vivir en una Semioticracia, ese extraño territorio en el que los nativos matan a los mensajes y leen los mensajeros.

13 comentarios:

  1. Agregá q los semioticráticos tb practican la metonimia y concuerdo absolutamente

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    1. La metonimia es religión en nuestra Semioticracia. No lo dude.

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  2. Arriba con esto gente
    Saludos desde Uruguay!

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  3. “…Soy parecido a esos chiquillos que desmontan un despertador para saber qué es el tiempo…” (R. Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso)Gracias por escribir, siempre.

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  4. Celebro que los intelectuales K se empiecen a dar cuenta de lo peor del legado del Nestor: que importa más quien lo dice o desde donde lo dice que lo que dice; y que importa más el relato de los hechos que los hechos en si mismo.

    Lo peor, lo trágico, es que los anti K -en el último tiempo- han decidido unirse a ellos en vez de resistirlos y hoy saber de semiotica es necesario hasta para leer el suplemento de deportes en el baño.

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  5. Ale, concuerdo absolutamente. Hay que refundar la Constitución y poner allí todo de manera tal que pueda ser interpretado como lo que dice y al mismo tiempo su opuesto, según quien lo lea. Lo mismo que el Codigo Penal. Asi viviremos todos felices, cada uno en su burbuja semiotica

    Abrazo

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  6. Coincido, y más coincido porque sé, supongo, que Ale no quiere desestimar la semiótica, sino quiere darle el uso que debe tener. Mejor dicho, el que NO debe tener: El de cobardía disfrazada de intelectualidad, encima pretendida.

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Tengo tanta autocrítica que suprimo hasta un comentario mío en mi blog. Aunque sólo por que estaba muy mal escrito.
      Está claro que de lo que hablo es de un uso berreta de la Semiótica, que es una disciplina compleja, interesante y para nada lineal. Gracias por entenderlo y por coincidir.

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  7. Coincido plenamente, no al bastardeo de la semiótica!

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  8. Interesante declaración Don Alejandro!
    De casualidad lo encontré en tuiter (si, yo escribo así 'tuiter') y me pareció acsolutamente bueno (Ufa, si, ya sé 'acsolutamente' y 'bueno' no son estructuras narrativas coherentes en un mismo enunciado, y tampoco la posición a adjetival ayuda, pero, "segual!")
    Y debo decir que estoy incompletamente de acuerdo con vuestra apreciación de la Semioticracia!

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  9. “Nunca se contabilizan las muertes que no se producen”

    En que términos lo analizarían Uds.?

    Adivinen el autor de la frase memorable

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  10. Me parece una frase espantosa. De todos modos, no sé quién sos vos. Y algo peor: no sé quiénes seríamos "Nosotros".

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