Señores fabricantes de accesorios ridículos:
Ya sabemos cómo funciona este asuntito de la economía de mercado: ustedes inventan un adminículo innecesario y me convencen luego de que ese adminículo innecesario es el que andaba necesitando para cambiar mi vida.
Lo conozco al dedillo, señores fabricantes de accesorios ridículos.
Así fue como compré el osito Teddy, el desodorante para cautivar maduras y hasta voté al FREPASO.
Pero señores, creo que ahora han traspasado todo límite. ¿A quién se le ocurre que la civilización precisa esta serie de accesorios ridículos como la pinza deshojadora de frutillas, el artefacto que secciona una manzana en 6 partes iguales o la tijera para separar porciones de pizza?
Quiero hablarles de un invento revolucionario. Se llama cuchillo. Viene en diferentes tamaños y sirve para hacer todas y cada una de esas tonterías ocupando apenas un sitio en el cajón de los cubiertos. Claro, tiene un problema insoluble: se lo paga una sola vez. Tal vez dos, si se perdió el primero en un duelo orillero.
No invadirán nuestra alacena, señores fabricantes de accesorios ridículos.
¿Quién les dijo además que precisamos un molde para hacer el repulgue de empanadas o una máquina amurada en nuestros azulejos para pelar manzanas? ¿Qué clase de inútiles creen que somos?
Señores fabricantes de accesorios ridículos: deténganse.
No insistan con su estuche para conservar cebollas, su rebanadora de huevos duros o su pelador de ananás.
¿Se dan cuenta que en ese sendero de la especificidad nos veremos un día cubiertos hasta el cuello por un sinfín de instrumentos supuestamente adecuados para cada una de las infinitas acciones humanas? ¿Entienden que tendremos que buscar sitio para los anteojos para espiar vecinas de pisos pares, el guante para boxear jefes cuyo apellido empiece con M o el ineludible zapato para recorrer museos polacos de noche?
Señores fabricantes de accesorios ridículos: les ruego no me atosiguen más con sus mails, sus folletos y sus publinotas. Salvo claro, que estén lanzando el esperado molinillo para pulverizar fabricantes de accesorios ridículos. En ese caso, por supuesto, cuenten conmigo.
* Carta leída en el programa CON QUÉ SE COME del 13 de septiembre de 2012.
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