viernes, 12 de julio de 2013

Carta a los fabricantes de Patitas de Pollo *

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Señores fabricantes de Patitas de pollo,

Tengo con ustedes dos problemas, a saber, a) que se llamen patitas, y b) que se presuman de pollo.

Sé que sería sencillo centrarme sólo en el punto b. Todos sospechamos que la presencia del pollo en ese producto está dentro de un rango que oscila entre “bastante pollo”, “un poquito de pollo” y “una vez caminó un pollo por la cinta en que empaquetamos esto, aunque ahora que preguntás, podría haber sido un benteveo”.

Sin embargo, como no quisiera ser extremadamente prejuicioso, abordaré, señores fabricantes de Patitas de Pollo, el punto a), es decir, que se autodenominen “patitas”.

Me pregunto entonces, señores, ¿qué es ese afán por la mutilación, esa fiesta del desmembramiento consistente en entusiasmar a los niños con la amputación sistemática de aves? ¿Qué es esta celebración medieval de empaquetar con colores brillantes y diminutivos engañosos el producto de una práctica feroz que ha condenado a miles de aves a convertirse en reptiles?

Por otra parte, señores fabricantes de Patitas de Pollo, todos hemos visto un pollo alguna vez, aunque fuera dando vueltas en la vidriera de una rotisería. Y todos hemos notado esa presencia sólida que sostiene sus cuartos traseros.

Señores Fabricantes de Patitas de pollo, lo constatamos con nuestros propios ojos: las patas de pollo tienen hueso. Y no sólo eso: es esa inocultable presencia ósea y ninguna otra cosa la que convierte a la pata en la presa favorita de los pequeños.

No es la presencia de colágeno en sus carnes oscuras, ni esas formas redondeadas las que despiertan la adhesión infantil: es esa posibilidad de agarre. Esa porción de carne asida a una manija es un verdadero grito de independencia primal. Ese verdadero picaporte natural abre la puerta al “no me cortes la comida”, al “me arreglo solito”, al “papá, mamá, soy una persona que se autoabastece de pollo”.

Es ese hueso el secreto que ha unido por siglos al niño con su pata de pollo, provocando incluso luchas fratricidas en los hogares con más de dos niños.

Y sin embargo, señores fabricantes de patitas de pollo, ¿por qué sus “patitas” no tienen hueso? ¿Por qué han decidido poner ese obstáculo en el duro recorrido del párvulo hacia su libertad?

Señores Fabricantes de Patitas de Pollo, les rogaremos encarecidamente que dejen de llamar a eso “patitas”. Denomínenlos “cosos de pollo”, “trozos inciertos de ave congelada” o sencillamente “Mamá se fue de juerga y papá no quiso cocinar así que comete esto”.

Sin otro particular, saludamos atentamente, cqsc.

 

*Leída alguna vez en cierto programa de radio denominado CON QUÉ SE COME.

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