jueves, 29 de diciembre de 2011

Canciones tristes (cantadas como si fueran alegres) 10*

ctccsfa10

Oficina iluminada débilmente. Entra Emilio.

Emilio: Soy un fantasma. Es inútil tratar de verme.

Algunas cosas han cambiado ahí afuera. Nada que merezca la pena ser comentado con detalle, ahora lo sé. Todo lo que nos interesa ocurre aquí. En esta pequeña antesala de mi oficina. Hay tres sillones y una mesa ratona con revistas amarillentas. Una delicada palmera artesanal nos recuerda lo patético que resultan los intentos de traspolar experiencias de otras latitudes a una región tan penosa como la nuestra.

En uno de los sillones está sentado Roberto. ¿Se acuerdan de él?

Lleva puesto ese traje viejo y arrugado.

En el otro sillón está sentado un tal Ordóñez. Aunque está vestido de civil, es policía.

Los dos tienen la mirada perdida. Se mueven cada tanto como para que no se les acalambren sus cuerpos.

De fondo, en un volumen muy bajo se escucha una espantosa música funcional.

¡Música!

Se escucha "Un muchacho como yo". Emilio sale..

Ordóñez: ¿Afuera es de día todavía?

Roberto: No sé. Hace bastante que estoy acá.

Ordóñez: Como yo.

Pausa.

Ordóñez: Ya nos van a atender. De un momento a otro.

Roberto: Seguro.

Pausa.

Ordóñez: Lo que pasa es que hay mucho por hacer. La anomia en estos últimos años fue total. Lo sé muy bien por las funciones que desempeñaba en aquella época.

Roberto: ¿Usted qué hacía?

Ordóñez: No viene al caso. Pero créame. La anomia fue total. Total. Lo que ocurre es que cuando se debilita de tal modo el funcionamiento institucional de una nación, las cosas no pueden andar bien.

Roberto: Supongo que no.

Pausa.

Ordóñez: Lo estoy aburriendo con mi palabrerío, ¿no?

Roberto: Para nada.

Ordóñez: Hablo demasiado. Lo sé. Ocurre que...

Roberto: ¿Qué le pasó en el brazo?

Pausa.

Ordóñez: ¿Por qué lo pregunta? Yo...

Roberto: Disculpe. No quería molestarlo.

Ordóñez: Un procedimiento.

Roberto: Usted era policía entonces.

Ordóñez: ¿Ve? No puedo ocultarlo.

Roberto: Ojo que no parecía, ¿eh? Si no me decía lo de "procedimiento", ni me daba cuenta.

Ordóñez: El lenguaje, señor. Nuestra peor cárcel. ¿No lo cree?

Roberto: No sé nada de ese tema.

Pausa.

Ordóñez: ¿Usted lo conoce?

Roberto: ¿A Bolaños? Sí... un poco.

Ordóñez: ¿En serio? ¡Qué lujo, señor!

Roberto: Hace mucho que no lo veo igual.

Ordóñez: Es un hombre tan interesante. Tiene tantas... Tantas...

Roberto: ¿Palabras?

Ordóñez: Eso: tiene palabras.

Roberto: Sí, sí... Un montón tiene.

Ordóñez: ¡Qué hombre!

Pausa.

Roberto: Usted también lo conoce.

Ordóñez: No, ojalá. Apenas si tengo alguna relación con un asistente suyo...

Roberto: Tiene asistente entonces.

Ordóñez: Claro. Muchos, debería tener. No da abasto.

Pausa.

Ordóñez: Espero que pueda ayudarme. ¿Usted cree que lo tomará a mal? Usted lo conoce, no sé... Tal vez sepa de qué manera me conviene...

Roberto: ¿Cómo fue lo del brazo?

Pausa.

Ordóñez: Usted quiere saber. Bueno... Se me... Se me disparó una escopeta.

Roberto: ¿Cazando?

Ordóñez: No. Ya le dije que era un procedimiento.

Pausa.

Ordóñez: ¿Y usted a qué se dedica?

Roberto: Yo era músico.

Ordóñez: Es músico, querrá decir.

Roberto: No, no: era.

Ordóñez: No puede ser: nadie deja de ser músico.

Roberto: Es que no toco. Hace más de un año que no toco.

Ordóñez: Profesionalmente, querrá decir.

Roberto: No toco.

Ordóñez: ¿Ni en su casa?

Roberto: Ni en mi casa. No hay manera.

Ordóñez: Lo entiendo: los artistas tienen momentos en los que...

Roberto: No tengo piano. Tuve que venderlo.

Pausa.

Ordóñez: A lo mejor Bolaños lo puede ayudar. El es un ser de una infinita sensibilidad. Sin ir más lejos, mi amigo me contó que...

Roberto: ¿Y cómo fue el procedimiento en el que perdió el brazo?

Pausa.

Ordóñez: Cómo fue quiere saber.

Roberto: Sí, sí. Cómo fue.

Ordóñez: Un traslado de prisioneros. Algo de rutina. Hace ya muchos años.

Roberto: ¿Y por qué llevaba escopeta? Digo, para trasladar prisioneros...

Pausa.

Ordóñez: Fue hace muchos años.

Roberto: ¿Cuántos? ¿Cuántos años?

Ordóñez: Muchos.

Roberto: Más de diez.

Ordóñez: Sí.

Roberto: ¿Quince?

Ordóñez: No sé... No me acuerdo bien...

Roberto: En algún basural, tal vez.

Pausa.

Roberto: Está transpirando. ¿Quiere un pañuelo?

Ordóñez: Gracias... Yo no sabía... Era muy joven. Yo le juro que... Era la... La...

Roberto: La anomia...

Ordóñez: No sabía yo. Y no podía además... Le juro que yo... Me tengo que ir.

Roberto: Se va a ir sin ver a Bolaños. Una pena.

Ordóñez: No faltará ocasión. Ahora yo no puedo. No es posible...

Ordóñez sale. Entra Emilio.

Emilio: Se abre la puerta de la oficina y entro yo. Sí, ya sé: estoy algo más gordo. Y este traje nuevo me hace parecer otra persona. A lo mejor soy otra persona. Cuando vi su nombre en la lista no lo podía creer. Pero está ahí. Pálido. De pie. Arreglándose la ropa como un tarado.

Roberto: Emilio...

Emilio: ¿Roberto? Qué sorpresa... Me vienen a ver lúmpenes de toda clase, punteros caídos en desgracia, trepadores sin suerte... Pero artistas no. Un artista de tu nivel, además...

Roberto: Tanto tiempo.

Emilio: Apenas un año.

Roberto: Eso es mucho tiempo acá.

Pausa.

Roberto: Linda oficina.

Pausa.

Emilio: No es mía. Es del pueblo.

Roberto: Linda, la oficina del pueblo.

Emilio: El pueblo siempre elige bien.

Silencio prolongado.

Emilio: ¿Y la música?

Roberto: Ahí anda.

Emilio: Capaz que sos una estrella y yo ni me enteré... Estuve un poco ocupado estos últimos meses.

Roberto: No te perdiste nada. No te preocupes.

Silencio prolongado.

Roberto: ¿No me invitás a pasar?

Emilio: No. ¿A qué viniste? Estoy ocupado.

Roberto: Me imagino.

Pausa.

Roberto: La verdad... No sé...

Emilio: Volvé cuando sepas, mejor.

Roberto: No sé qué decirte.

Emilio: No cambió nada entonces.

Roberto: Pasó un año, apenas.

Emilio: Eso es mucho tiempo acá.

Silencio prolongado.

Roberto: Tuve miedo.

Emilio: ¿Y pensás que yo no?

Roberto: No parecía.

Emilio: En este país, o estás loco o tenés miedo. Pero hay que seguir. El miedo no puede borrar todos los límites, todas las palabras.

Pausa.

Emilio: Lo único que se puede hacer con miedo es traicionar.

Roberto: Me equivoqué.

Pausa.

Roberto: ¿Y esa música?

Emilio: Música funcional... Boludeces de la función pública.

Roberto: Un espanto.

Emilio: Por suerte se escucha sólo en la sala de espera. Eso y las revistas viejas me dejan a la gente bastante amansada para cuando los atiendo.

Pausa.

Roberto: Yo quería saber. Quería verte.

Emilio: Constatar que estaba vivo para sentirte un poco menos hijo de puta. Ya está. Ya me viste. Ahora andate. Acá no hay lugar ni tiempo para gente como vos.

Roberto: Emilio, no tengo nada. No soy nadie.

Emilio: Cuando tuviste la oportunidad de ser alguien la dejaste pasar.

Pausa.

Roberto: A lo mejor vos estás perdiendo tu oportunidad ahora, al no perdonarme.

Silencio prolongado.

Emilio: Otra vez esos silencios incómodos. Roberto me mira. Yo lo miro. Y la puerta de la oficina se abre. ¡Sorpresa, Roberto!

Se abre la puerta de la oficina. Entra Sotelo. Lleva puesto un traje gris.

Sotelo: Me retiro, señor.

Emilio: Vaya tranquilo, Sotelo. Yo cierro.

Sotelo: Hasta luego, compañero.

Sotelo sale. Pausa.

Roberto: No entiendo.

Emilio: A estos mejor tenerlos adentro, ¿sabés?

Roberto: Pero es...

Emilio: Somos un movimiento, Robertito. No una secta. Vení: dame un abrazo.

Pausa.

Emilio: Vienen nuevos tiempos. Empieza un largo período de paz.

Se separan.

Voz de Sotelo: Oscuridad.

Oscuridad.

-Continuará-

* Canciones… obtuvo la Primera Mención en el Concurso de obras inéditas de Teatro 2008 del Fondo Nacional de las Artes. Y busca Director.

Canciones tristes 1

Canciones tristes 2

Canciones tristes 3

Canciones tristes 4

Canciones tristes 5

Canciones tristes 6

Canciones tristes 7

Canciones tristes 8

Canciones tristes 9

2 comentarios:

  1. Turner ..Le mande un punta a un productor amigo por ahi .....quien le dice ---
    Me gusta mucho lo q escribe usted

    ResponderEliminar
  2. Epa. Mil gracias. Tengo algunos lectores de lujo.

    ResponderEliminar