lunes, 21 de septiembre de 2009
Palabritas
En la larga lista de prohombres que disparan contra algún aspecto del proceder gubernamental para conseguir su paginita en el gran diario argentino, esta semana apreció el nombre de Bergoglio. El Obispo de Buenos Aires habló ante su recurrente auditorio y arremetió contra "la falta de diálogo". ¿No es original? Para hacerlo tuvo una gran idea: hablar sobre los peligros de caer en el "autismo".
Para Bergoglio, como para otros lúcidos analistas derechosos de la actualidad, tal vez por su repulsiva costumbre de referirse a la sociedad como a un organismo que padece enfermedades, la palabra "autismo" es un insulto.
Impresiona de qué manera un simple vocablo de 7 letras sirve para desnudar al hablante en su léxico pobre, en su ignorancia, en su insensibilidad. Huellas del lenguaje, que le dicen.
El señor Bergoglio debería saber, si alguna vez estuviera dispuesto a saber algo, que el término "autismo" que él arroja graciosamente intentando originalidad en su tediosa prédica, trae consigo pesares, angustias, discusiones. Descripción escurridiza y polémica, el "autismo" es para algunos profesionales, la etiqueta que rotula buena parte de los trastornos de desarrollo de los niños en la actualidad. Es, para otros, una mirada que diluye subjetividades e impide abordar estos trastornos de un modo menos brutal o eficientista. Y es, en todos los casos, un fantasma que provoca desolación en cualquier papá o mamá que haya tenido que escucharlo para referirse, acertada o erróneamente, a alguno de sus hijos.
Viendo que Bergoglio está tan dispuesto al diálogo, no quisiera que esto quede en una mera crítica. Estoy dispuesto a proponerle una lista de vocablos que bien podría utilizar la próxima vez que quiera insultar a alguien. Le sugiero "hipócrita", "ignorante", "oscurantista", "homofóbico", "totalitario", "procesista", "inquisidor", "asesino", "estafador", “encubridor”, "pervertido", "golpista", "genocida" y si lo amerita "pedófilo". Estos son buenos insultos, cardenal. La próxima vez que ande corto de improperios puede apelar a ellos. Seguramente, algunos colegas suyos ya los utilicen. Seguramente, algunos los porten sobre sus nombres con bastante justicia.
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