domingo, 1 de mayo de 2011

El largo adiós

ruta3

Imposible negar lo malo. De dónde salen si no todos aquellos personajes sobre los que escribo todo el tiempo. Esa secuencia interminable de padres asesinados o muertos. Esos progenitores locos, escapistas, siempre ausentes, siempre emocionalmente inútiles.

Imposible negarlo. Pero para qué abundar ahora acerca de lo que está siempre.

Mejor es evocar los pequeños aportes a cierta felicidad de la infancia. Haber remontado juntos el barrilete con la cara del Zorro, o hecho funcionar ese trencito eléctrico de la era de piedra. Las tardes de domingo en el viejo cine Los Angeles. El mozo del Tropezón que nos trae la milanesa de pollo con papas fritas sin que se la tuviéramos ya que pedir. Y no mucho más. Una felicidad tan fugaz que quedó escondida años en la consabida montaña de errores.

Admirador de los personajes apasionados, debo reconocerle el haber alimentado dos pasiones inclaudicables. Para mi gusto, absurdas. Pero pasiones al fin, de las que no sobran hoy por hoy. Una, esa forma psicótica de religión. Otra, su amor por una mujer difícil de presentar. Esas pasiones lo impulsaron todos estos años. Y lo llevaron, tal vez, hasta donde yace hoy. Con el féretro de ella debajo del suyo. Y con una cruz arriba de ambos. Atrapado para siempre entre ella y la cruz. Llámenlo coherencia o destino. Yo prefiero el término “ironía” para describir estos asuntos. La maldita ironía.

Vivió escapando. De los hijos, de las deudas, de los enemigos reales e imaginarios. Finalmente, sospecho, de la cordura. Tanto que debí aprender a transitar rutas cuya existencia desconocía cada vez que quise verlo. Muy cada tanto, como era la costumbre. El casi nunca de siempre.

El fin de semana pasado fue la última vez. A 600 kilómetros de casa. En las afueras de un lugar ya de por sí distante. Lejos en un lugar lejos.

Apenas algunas horas para pagar los gastos y rescatar algunos objetos que vayan a recordarme a aquel hombre esquivo y errante.

Le desarmo la biblioteca y encuentro un solo libro de ficción. The long goodye de Chandler. Se lo había regalado como uno de los últimos esfuerzos por compartir algo. Y allí estaba, nuevo y asfixiado entre decenas de biblias y manuales de autoayuda para la lucha contra el mal. Lo meto en el bolso pensando que de alguna manera lo intenté.

Parado frente al triste montículo de tierra removida, con esa crucecita pintada que ni siquiera tiene aún su nombre, lo despido, como lo hice tantas veces. Esta vez sin ira. A veces sólo queda lugar para la tristeza. Por lo perdido y por lo que nunca fue. Y apenas una hendija para ver cómo se me escapa un deseo: ojalá, viejo, sea cierto aquello de dios.

19 comentarios:

  1. Sin palabras..¿para qué?
    Es un post que me llevó a algunos lugares. Gracias!

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  2. ...y otra vez pasa nadando el Gran Pez. Abrazo.

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  3. Bueno.
    Te quiero, amigo.(frase ausente demasiado seguido como para no pronunciarla hoy)
    gabian

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  4. "A veces sólo queda lugar para la tristeza. Por lo perdido y por lo que nunca fue."
    Es lo que sentí cuando se fue el mío. Gracias por las palabras.
    Abrazo.

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  5. Nos queda la certeza que por lo menos intetamos a lo largo de nuestra vida. Gracias Ale porq lo pudimos compartir y nos pudimos sostener en tre los tres, una descripcion excelente... como siempre
    Hermano te quiero con el alma
    PATA

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  6. Ale querido, va un abrazo grande, se escuchan y se repiten cosas de la orfandad, uno piensa que todas son distintas, quizás los matices lo sean, pero cuando pasa hay una cosa como de carozo metido acá, que creo es siempre la misma

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  7. buenisimo!... tal cual, perfectamente explicado...
    abrazo!
    Jackie

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  8. Gracias a todos. A los que conozco. Y a quienes no, pero debería.

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  9. "Lejos en un lugar lejos" es donde puede estar ahora. O tal vez no. Donde seguro está es en tus palabras.

    Me gustó mucho leerte.

    Zeta.

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  10. Tus palabras, me traen recuerdos de mi vida.
    A veces pienso si lloraré o no, a esos padres que he tenido, que aún hoy me recuerdan que soy un error. Traté de infinitas maneras decirles aquí estoy.

    Abrazos.

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  11. Gracias por compartir tus sentimientos. Uno mis brazos a los compañeros para darte un abrazo grande entre todos.

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  12. Zeta, Rinconete, Graciela, General: gracias por el abrazo y por andar leyendo.

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  13. Una felicidad tan fugaz que quedó escondida años en la consabida montaña de errores.....

    Conmovedor. Como siempre.

    Sonia H

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  14. Fuera de sentimentalismos y analisis freudianos, me encantó este texto desgarradito
    Mabel

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  15. Ale siempre me dá gusto leer tus textos, me dejan un saborcito a disfrute, esta vez, me desgarró un poquito porque decís las cosas con tanto sentimiento, que abruma.
    La fecha de recuerdo tiene que ver con que hace dos años sentías así,como hoy. Y yo acá alabándote la escritura,en lugar de acompañar tu sentimiento.
    Ya que no tuve la oportunidad de hacerlo en tiempo,me tomo la licencia de hacerlo ahora y así, disfrutando de tus texto.
    Un gran abrazo
    Myriam (ex "plomo", fotógrafa sonidista,etc. de tus tiempos de tallerista pobre)

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  16. No sé si agradecerle su existencia o putearlo. Me hizo llorar. Me hace llorar. Ud sabe, igual, lo que sigue. Siempre cerca. :)

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