Los vericuetos laborales me depositaron en Santiago de Chile. Justo esta semana.
Llegué a esta ciudad plagada de farmacias convencido de que tendría la mala suerte de asistir a la coronación de Piñera (llamado piraña por sus detractores). La distancia en primera ronda con el candidato de la Concertación fue enorme, y los votos de MEO Ominami (tercera fuerza con un 20 por ciento) resultan algo imprevisibles. A pesar de presentarse como una fuerza progresista también podría haber expresado cierto afán de cambio no muy ideologizado que el domingo podría derivar hacia la derecha. Algo así como aquel voto de Macri que dos años después recaló en Proyecto Sur.
Sin embargo, algunas cosas han cambiado en estas horas. Hoy, Ominami anunció que votaría a Frei. Más allá de sus especulaciones a futuro, el hombre no quiere cargar con la cruz de ser el responsable de la vuelta de la derecha al gobierno. Finalmente, el Meo fue adentro del tarro, aunque no sabemos si no será demasiado tarde.
Este gesto, y la aparición de encuestas cada vez más apretadas, alimentan una mínima esperanza.
A algunos metros de mi hotel, en el Parque Forestal, la cultura y los jóvenes dan su apoyo a Frei. Y uno, que jamás imaginó que algo como la Concertación le provocaría algún tipo de fervor, y menos aún la figura de Frei, allí estaba. Entre las banderas rojas, las remeras que llamaban a "NO VIRAR A LA DERECHA", los vendedores de completos y de agua Cachantun congelada, escuchando al ex violero de los Electrodomésticos y demás. Y estuvo buenísimo.
La frase de campaña es NO DA LO MISMO, y nos gusta. Cuando quieran discutimos a Frei y el tibio progresismo trasandino, pero a pesar de todo no da lo mismo él que Piñera, una coalición socialdemócrata que una alianza de neoliberales y pinochetistas, un político que un empresario.
Detrás del da lo mismo se agazapan las peores estupideces políticas. Acá y en todos lados.
Escribo este post en mi habitación. Frei habló lo más progre que pudo a eso de las 22. Pero son más de las 12 de la noche y sigue entrando música por la ventana. Mientras tanto, en la tele, Piñera baila una coreografía de Michael Jackson, se arroja sobre una caja de cartón, responde preguntas a una bella conductora tirado en una cama en posición fetal, aspira extra floruro para jugar a cambiar su voz (y ustedes que pensaban que la televisión argentina era chotísima) y se parece tanto pero tanto a la rata riojana que se te paran los pelos de la nuca.
No es raro que un tipo de su calaña, con tanto billete, sueñe llegar a un sitio llamado La Moneda. Habrá que celebrar que por esta vez, él y sus aliados intentarán hacerlo sin bombardeos ni asesinatos. Ojalá, el domingo a la noche podamos celebrar algo más.
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