lunes, 18 de enero de 2010

Güevones



Finalmente, pasó lo que se veía mejor de lejos que de cerca. En diciembre, tras la primera vuelta electoral en Chile, las cuentas no daban para revertir tanta ventaja del empresario millonario Piñera. Ya en Santiago, las cosas se veían algo más matizadas. Lo escribí en el post anterior. Por esas horas, se publicaban encuestas que daban algo parecido al empate técnico, el MEO Ominami comunicaba (tal vez demasiado tarde) que él votaría por Frei, y algunos actos que visité, algunas notas, algunas impresiones, daban cuenta de que la cosa podía ser. Pero no. Todo esto que pasó hace 5 días, debió haber pasado hace un mes. O mejor, hace un año, cuando la Coalición decidía enfrentar a la derecha con uno de sus exponentes más conservadores: Frei.

Sin embargo, la cuestión bien entendida, desborda las figuras personales de ocasión. Como escribía Patricio Fernández en THE CLINIC del 14 (acoto: algún día los lectores argentinos nos mereceremos una revista así, capaz de entender que la ironía está buena, pero la ironía permanente, sin quiebre, sin afuera, es patología, y que se puede hacer humor ácido sin atrincherarse en un posmodernismo palermitano del todos son iguales). Retomo: escribía Patricio Fernández sobre Frei: “…es el dato obligado para un proyecto que lo sobrepasa por mucho, que reúne a millones de chilenos que saben perfectamente que no es lo mismo un patrón que un empleado, ni un rico que un pobre, ni un privilegiado que un marginal. Podemos hacernos los lesos y decir públicamente, para no parecer amargados ni resentidos, que esas disquisiciones son producto de otro tiempo, cuando la violencia bárbara reinaba entre nosotros, pero sabemos muy bien que a veces, en medio de la violencia bárbara, asoman verdades indesmentibles.” Amén.


Frente a él, un empresario multi millonario, que siempre sonríe exhibiendo dientes perfectos (o protésicos) y que no le hizo asco al regatón, las coreografías absurdas, y cuyo discurso nunca va más allá del cambiar y de votar con el corazón. Es una rata riojana con varios libros más y varios gatos menos (al menos conocidos). Pero es mucho más Carlos que Mauri. O una mezcla de ambos. ¿No es bárbaro?

La jornada fue tranquila. La televisión solazándose con las notas idiotas de siempre para mentir que a lo mejor no hay mucho para decir hasta que no aparezcan los primeros números.

En el contexto de la boludez catódica, algunos hallazgos: el reencuentro con el votante que en la primera vuelta llegó borracho a emitir su voto. Y entonces el pedido de disculpas, y hasta el gesto de un fiscal que le obsequia una botella de agua. O el imbécil que se ganó 60 mil pesos chilenos (unos 500 de los nuestros) por colgar una gigantografía de Piñera. Y que deberá pagar unos 300 mil de multa (unos 2.500).

Por lo demás, lo de siempre: infartados, gente con ataques de epilepsia, la que fue a votar y alguien ya lo había hecho por ella, el güevón que se equivocó y votó en otra mesa, las boletas que ya estaban marcadas. Pero todo despojado de histeria. Faltan aquí señoras anaranjadas y de misa diaria denunciando fraude y plagas de langostas. No se las extraña. Pero reconozco que tanta corrección comienza a irritarme.

La confianza de la derecha era tanta, que a las 14, el jefe de campaña piñerista ya se preocupaba de pedirles a sus seguidores que no se excedieran en los festejos porque es peligroso eso de beber y manejar. Parece que más aún que encontrarse con algún ministro de Pinochet en el futuro gabinete. Ya que, como aseguró el ganador, eso no puede ser pecado. ¿No? ¿Seguro?

Habla MEO: estas son las últimas elecciones de la transición. Y promete ser opositor a cualquiera que gane y no participar de ningún gobierno. Aunque eso no le impide votar en contra de los que se oponen a la píldora del día después o de los que van al Congreso sólo para impedir que las leyes cambien. Empieza a gustarme este MEO. Y por favor, no saquen esta frase de su debido contexto.

El escrutinio televisado es apasionante. Nada de boca de urna. Las cámaras de TV asisten al momento en que el presidente va cantando voto a voto el resultado de su mesa. Se arman tanteadores como en una definición por penales. Y, genial, se compara el resultado que va construyendo esa mesa con el de la misma mesa en la primera vuelta. Eso me mantuvo pegado al televisor mientras duró.

Chilevisión lo hacía con mesas en las que se sabía arrasaba Piñera. Chilevisión es de Piñera. Qué loco un país donde un candidato es dueño de un canal de televisión, ¿no?

Pero este apasionante espectáculo televisivo duró hasta que a las 18 en punto, un muñeco del gobierno, muy pero muy pausadamente, da los primeros resultados, dos tercios de los votos escrutados, región por región (y son 15). 51, 8 a 48, 12. Y nadie sale a decir que esperen a cargar los votos del gran Santiago. Todos saben que de eso no se vuelve.

Y al rato habla Frei. Un discurso bastante pedorro, que además lee, y mirando muchas veces la hoja. Después de él, habló el ex presidente Lagos. Sin leer. Y quedó claro por qué parte del problema de la Concertación fue su candidato. Lagos no abandonó la exasperante corrección de la política chilena, pero marcó la cancha: tenemos mayorías parlamentarias para defender cada uno de los logros de la Concertación. Y es que ya se habla de engendros como Reformas laborales y demás por estas tierras.

Lagos también jubiló de un saque a toda su generación (los que luchamos contra la dictadura) pidiéndoles que dejen paso a los jóvenes, que ya está, que estuvo bien.

La derecha festeja en las calles de esta ciudad. Dicen que un camión de champagne entró al Crowne Plaza, bunker de Piñera. Esperemos que no conduzcan.

Los cronistas hablan con representantes del pueblo enfervorizado: señoras anchas que aseguran que “la gente de derecha queremos un cambio”; panzones de chomba y zapatos náuticos que aseguran que celebran la alternancia (la estúpida reivindicación de la alternancia por la alternancia misma: hoy comés, mañana no, ¡viva la alternancia!), pelados enojados con cara de lectores de Aguinis anuncian que ahora se terminará con la delincuencia (¿les suena?), señoras de costura a la vista que quieren decir algo pero ya no tienen voz. Y es un alivio.

Algo saludable es que aquí, salvo Piñera, los de derecha dicen que son de derecha. Esta es una de las cosas que le permitió a sujetos como Frei aparecer como progres, es verdad. Pero no deja de ser un gesto de honestidad ideológica. Lo enfermizo es que los periodistas aseguren que con este triunfo la derecha vuelve al poder después de 50 años. ¿Y Pinochet qué era? ¿Trosko?

Salgo al súper, uno de los pocos comercios abiertos de este puto día, y casi me empernan dos 4 por 4 que van hacia Plaza Italia a toda velocidad haciendo flamear sus banderas chilenas. Sé que las cosas deben ser más complejas, pero la imagen resulta fuerte. Sobre todo si te pasa en un país como este, que alguna vez inventó los cacerolazos para llamar al golpe contra Allende.

Algo de guionado tienen estas elecciones. Algo de pensado para televisión: aquellos hallazgos de personajes, aquel conteo de votos emocionante y para el final, lo más llamativo. Dúplex y llamada de Bachelet a Piñera. No hay delays, noteros pisándose, audios entrecortados. Parece una escena de una tira: pantalla dividida y allí hablan, Piñera y Bachelet. Perfectamente enfocados, iluminados y microfoneados. Sonríen, hacen una cita para mañana, él le pide consejos sobre todo para continuar con la gran cantidad de cosas que su gobierno hizo bien… Y a esa altura, la corrección republicana trasandina me tiene los huevos al plato. OFF.

Ah, una cosa, el 80 por ciento de popularidad que dicen que tiene Bachelet, ¿para qué carajo sirve?

4 comentarios:

  1. impecable, gracias por la cronica

    aguante el MEO

    ResponderEliminar
  2. Muy buena crónica, che. Gran final. ¿Qué onda todo por allá? Ahora espero la crónica de tu experiencia laboral por allí... ¡Abrazo!

    ResponderEliminar
  3. Una crónica interesante como dolorosa. Siempre es bueno pasar por acá. Y qué bueno que te tenemos en Santiago. Por lo demás, no mucho para festejar. Así como decís al final. Así. ¿Para qué carajo sirve el 80 % de Bachelet y el 75 % de Lagos en su momento? ¿Para qué 20 años de concertación? ¿Cómo se llega a esto? Qué miedo me da. Desde que yo vivía allá este nefasto insistía con su candidatura. Un impresentable empresario de mil dientes. Es éso. Nefasto. Y lo logró. Qué triste final.
    Besos don Turner. Siga con sus luces tan imprescindibles en estos tiempos derechosos.
    Y qué viva Salvador Allende, carajo!!!!
    Besos.

    Ana Clara

    ResponderEliminar
  4. Ted:
    Linda aguafuerte santiaguina, embarrada por los golpes (que palabra!) que baten las puertas de La Moneda. Me preguntaba lo mismo de Pinochet y la derecha post 50. Me preguntaba, también, cuán saludable era que los de derecha digan que son de derecha y lleven fotos del "Tata" Pinochet a los festejos de la rata chilota... Y me dan un poco de risa los comentarios y preguntas de colega sobre Chile de derecha y "Argentina de Izquierda". Dios.
    Y Patria.
    Saludos
    Galgo

    ResponderEliminar