martes, 25 de agosto de 2009

Pelotas, pelotazos y pelotudos.


Por estos días, padecemos la eyaculación de los argumentos más ramplones para rechazar que el Estado argentino destine dinero a la recuperación del fútbol para los clubes y los hinchas. Lo primero es lo primero: el Estado argentino gasta decenas de miles de millones de pesos en el área social. Si estos no acaban con la pobreza, no será por la plata que se va a destinar al fútbol. Ojalá fuera tan sencillo.
La negación del derecho a entretenerse, a disfrutar de algunos instantes de suspensión de la miseria, de algo parecido a la alegría por parte de las grandes mayorías de la Argentina, revela que para algunos sujetos (que en general suelen tener para pagarse el codificado) los sectores populares sólo precisan saciarse el hambre.
Los mismos a los que les pareció encantador que se arrojaran litros de leche a la calle o que se cortaran las rutas de un país meses y meses en nombre de la sagrada puja distributiva (es decir, no pagar 4 ó 6 puntos más de un impuesto a las exportaciones), invocan a los pobres y se retuercen de bronca porque las arcas del Estado intervienen para liberar el fútbol del penoso lugar al que lo llevaron la codicia desmedida, la lógica del toma todo de algunos y la ignorancia y/o corrupción de otros.
Soslayan además que el negocio parece superar largamente esos meneados millones, que bastaría reorientar la pauta publicitaria del Estado para cubrir buena parte de esos gastos o que así como el grupo pequeño instrumento de viento usó el monopolio de la pelota para construir medios, quedarse con cables y disciplinar periodistas, el fútbol pivoteado desde la TV pública podría generar en contrapartida otros subproductos invaluables. ¿Cuánto vale -por ejemplo- que la audiencia de Canal 7 haya desbordado los dos dígitos durante todo el fin de semana?
De todas maneras, despejados los argumentos tilingos, interesados o sencillamente estúpidos, lo que más molesta es el ninguneo del fútbol. Las invocaciones al Pan y Circo, a las prioridades olvidadas, al tanto por tan poco, exhiben un desconocimiento del fenómeno que parte de la ignorancia y va a parar rápidamente a la negación cuasi psicótica.
En la Argentina hay 20 clubes de primera división, 20 del Nacional B, 18 clubes de la B Metropolitana, 20 de Primera C, 18 de primera D, 25 del Argentino A, 48 del Argentino B, y más de 200 equipos que disputan los Torneos del Interior. Todos tienen sus hinchas, sus dirigentes, sus titulares y suplentes, sus inferiores, sus utileros y sus bufetes, sus camisetas y su historia... Cada semana, unos 5 mil jugadores salen a una cancha en la Argentina. Y esto sin contar los partidos que se juegan en cada plaza, en cada recreo, en cada canchita de alquiler.
El fútbol atraviesa la historia individual y colectiva de la mayoría de las personas -aún por rechazo-, y afianza vínculos entre padres e hijos, abuelos y nietos, tíos y sobrinos...
Pregúntenle a los 4 ó 5 tipos que los rodean qué sienten cuando subiendo las escaleras que conducen a las tribunas de un estadio ven por primera vez el verde del campo de juego. O qué se les sacude en el interior del cuerpo si cruzan una camiseta de su equipo estando lejos de la Argentina.
En momentos de estallidos y abandonos, de mundos que se desintegran, de tanta biografía a la deriva, el fútbol, a su manera, oscura y brutalmente muchas veces, este fútbol ninguneado, es uno de los pocos acontecimientos incluyentes de la Argentina. El que anima nuestras conversaciones y pulsa nuestro estado de ánimo.
El fútbol pobló de metáforas y comparaciones el habla cotidiana desde hace más de un siglo. Dio lugar a películas, novelas, cuentos, obras de teatro, poemas (es cierto, muchas veces malísimos, pero esto no es su culpa).
Desde fines del siglo XIX, el fútbol fue eje de construcción de identidades entre las clases populares en tiempos de tanta esperanza y angustia llegada de otros puertos y cuando el Estado pertenecía a tan poca gente. Cuando la modernidad se esparcía como una sombra indescifrable, organizarse, encontrarse, sumarse, era fundar un club de fútbol.
El relato futbolístico, el que cuenta su historia, sus hazañas y derrotas, las de nuestros equipos y nuestros jugadores, nos atraviesa como sujetos desde que tenemos uso de razón, con el primer mayor que nos acerca una camiseta para sumarnos a ese colectivo que genera las lealtades de por vida que casi nunca generan la política ni el amor.
Todos los hombres de la Argentina poseemos entre nuestras fantasías la de hacer un gol para nuestro equipo. En casos como el de quien escribe estas líneas, una fantasía sencillamente demencial, pero ahí está.
Por eso y por tantas cosas más, ¿pueden dejar de decir -por favor- que el fútbol no es nada?
El fútbol es tan importante, que sobrevivirá a los Araujos y a los Grondona, como ha sobrevivido al monopolio.

***
Como regalo, alegra esta página una obra cumbre de ese maravilloso engendro trasandino titulado 31 MINUTOS: Señora, devuélvame la pelota.


viernes, 21 de agosto de 2009

Una modesta proposición


Ahora que a gente tan rica le preocupa la gente tan pobre, ahora, cuando a tipos tan gordos comienza a quitarles el sueño que otros no coman, no sé por qué, vaya a saber uno los vericuetos del inconsciente, recordé este lacerante texto de Johnathan Swift (1665-1745). ¿Por qué será?


Una modesta proposición para evitar que los hijos de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o su país, y para hacerlos útiles al público


Es cosa triste para quienes pasean por esta gran ciudad o viajan por el campo, ver las calles, los caminos y las puertas de las cabañas atestados de pordioseras, seguidas de tres, cuatro o seis niños, todos en harapos e importunando a cada viajero por una limosna. Esas madres, en vez de hallarse en condiciones de trabajar por su honesto sustento, se ven obligadas a perder su tiempo mendigando para sus hijos desvalidos que, apenas crecen, se hacen ladrones por falta de trabajo, o abandonan su querido país natal para luchar por el Pretendiente en España o se venden a los Bárbaros.
Creo que todos los partidos están de acuerdo en que este número prodigioso de niños en los brazos, sobre las espaldas, o a los talones de sus madres, y, frecuentemente, de sus padres, significa, en el deplorable estado actual del Reino, un perjuicio adicional muy grande; por lo tanto, quienquiera que encontrase un método razonable, económico y fácil para hacer de ellos miembros cabales y útiles de la comunidad, merecería tanto agradecimiento del público como para que se le erigiera una estatua como protector de la nación.
Pero mi intención está muy lejos de limitarse a proveer solamente por los hijos de los mendigos declarados: es de alcance mucho mayor y tiene en cuenta el número total de niños de cierta edad nacidos de padres que de hecho son tan poco capaces de mantenerlos como los que solicitan nuestra caridad en las calles.
Por mi parte, habiendo volcado mis pensamientos durante muchos años sobre este importante asunto, y sopesando maduramente los diversos planes de otros hacedores de proyectos, siempre los he encontrado groseramente equivocados en su cálculo. Es cierto que un niño recién nacido puede ser mantenido durante un año solar por la leche materna y poco alimento más, a lo sumo por un valor no mayor de dos chelines o su equivalente en mendrugos, que la madre puede conseguir mediante su legítima ocupación de mendigar. Y es exactamente al año de edad cuando yo propongo que nos ocupemos de ellos de manera tal que en lugar de constituir una carga para sus padres o la parroquia, o de carecer de comida y vestido por el resto de sus vidas, contribuyan por el contrario, a la alimentación, y en parte a la vestimenta, de muchos miles.
(...)
La población de Irlanda se estima usualmente en un millón y medio de almas, y calculo que, en conjunto, habrá aproximadamente doscientas mil parejas cuyas mujeres son fecundas. De ese número resto treinta mil parejas capaces de mantener a sus hijos (aunque temo que no pueda haber tantas bajo las actuales angustias del reino); pero dando esa cifra por buena, quedarán ciento setenta mil mujeres fecundas. Resto nuevamente cincuenta mil por las mujeres que abortan, o cuyos hijos mueren por accidente o enfermedad antes de cumplir el año. Quedan sólo ciento veinte mil hijos de padres pobres que nacen anualmente. La cuestión es, entonces, ¿cómo se educará y sostendrá a esta multitud de niños? Lo que, como ya he dicho, en la situación actual de los asuntos es completamente imposible, mediante los métodos hasta ahora propuestos. Porque no podemos emplearlos ni en la artesanía ni en la agricultura: ni construimos casas (en el campo, me refiero) ni cultivamos la tierra. Y ellos raramente pueden ganarse la vida mediante el robo antes de los seis años, excepto cuando están precozmente dotados; aunque confieso que aprenden los rudimentos mucho antes.

(...)
Nuestros comerciantes me han asegurado que un muchacho o muchacha no es mercancía vendible antes de los doce años, y que aun cuando lleguen a esta edad no producirán más de tres libras o tres libras y media corona como máximo en la transacción, lo que ni siquiera puede compensar a los padres o al reino el gasto de alimento y harapos, que ha alcanzado por lo menos cuatro veces ese valor. Por consiguiente, propondré ahora humildemente mis propias reflexiones, que espero no se prestarán a la menor objeción.
Me ha asegurado un joven americano muy entendido que conozco en Londres, que un tierno niño saludable y bien criado constituye, al año de edad, el alimento más delicioso, nutritivo y sano, ya sea estofado, asado, al horno o hervido; y yo no dudo que servirá igualmente en un fricasé o en un guisado.
Por lo tanto, propongo humildemente a la consideración del público que de los ciento veinte mil niños ya anotados, veinte mil sean reservados para la reproducción; de ellos, sólo una cuarta parte serán machos, lo que ya es más de lo que permitimos a las ovejas, los vacunos y los cerdos. Mi razón es que esos niños raramente son frutos del matrimonio, una circunstancia no muy venerada por nuestros rústicos: en consecuencia un macho será suficiente para servir a cuatro hembras. De manera que los cien mil restantes pueden, al año de edad, ser ofrecidos en venta a las personas de calidad y fortuna del reino, aconsejando siempre a las madres que los amamanten copiosamente durante el último mes, a fin de ponerlos regordetes y mantecosos para una buena mesa. Un niño hará dos fuentes en una comida para los amigos, y cuando la familia cene sola, el cuarto delantero o trasero constituirá un plato razonable. Y hervido y sazonado con un poco de pimienta y sal, resultará muy bueno hasta el cuarto día, especialmente en invierno.
He calculado que, por término medio, un recién nacido pesa veinte libras, y en un año solar, si es adecuadamente criado, alcanzará las veintiocho.
Concedo que este manjar resultará algo costoso, y será, por lo tanto, muy adecuado para terratenientes, que como ya han devorado a la mayoría de los padres, parecen acreditar los mejores títulos sobre los hijos.”



Lamentablemente, suele pasar que la gente a quien está dirigida la ironía es absolutamente incapaz de entenderla.




martes, 18 de agosto de 2009

Noticias de Tucumán




El grupo Silfos Compañía Teatral Independiente estrenó el sábado 15 su nuevo espectáculo CALAVERA NO CHILLA (OTRA MÁS DE MUERTOS), con textos de Ariel Amestoy, Guillermo Montilla Santillán y el tipo que escribe este blog.

La gacetilla de prensa apunta:

“Un espectro ronda las almenaras de un castillo cada anochecer en busca de venganza;

una mujer joven en la inmensidad de La Puna tiene la condición de dar muerte a quien besa;

un sorpresivo corte de luz deja a oscuras a dos forenses en una vieja morgue;

el asesinato de un político ruso de alto rango desencadena un juego de poder entre sus sucesores

y tres gimnastas rusos venidos a menos, intentan ganarse la vida pasando ilegales latinos a Estados Unidos… saltando en garrocha.


Cinco obras breves, cinco actores, tres autores, tres directores, y el humor ácido, el humor negro para conjugarlo todo. Un espectáculo que nos enseña que ver teatro breve… lleva su tiempo.”


Actúan Sebastián Zamora, Agustina Duhart, José Luís Balteiro, Guillermo Montilla y Fernando Godoy.

Dirigen: Guillermo Montilla Santillán, Sebastián Zamora y Fernando Godoy

El asunto es perpetrado todos los sábados a las 22, en el Teatro el Círculo, Sala Luis Franco (Mendoza 240).

Si andan más o menos cerca de esos parajes tan septentrionales de la patria, péguense una vuelta.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Otro certero ataque a la cultura escrita


Por lo menos tres avisos televisivos que andan rotando en estas horas por los canales de aire transcurren en bibliotecas. A saber:


1) un imbécil que sorbe una cáscara de naranja provocando la repulsa silenciosa de los contertulios sirve para promover el consumo de caramelos de fruta sin azúcar.


2) dos gaznápiros abandonan el estudio para disputarse la última galletita y son sorprendidos por el abominable hombre de las nieves (?).


3) un babieca —y esta es todavía más lisérgica— le sirve a otra zopenca una dosis de ese líquido negruzco con el que todo va mejor, valiéndose de unos tatuajes vivientes en su antebrazo. Aparentemente, también estaban estudiando.


¿Qué es todo esto? ¿Se trata acaso del homenaje siempre postergado del mundo de la publicidad al universo del libro? Difícil.

¿Casualidad? Puede ser.

Lo interesante, de todas formas, es ver cómo aparece el ámbito en cuestión.

Cabe apuntar que los especímenes que protagonizan estas piezas, aquellos con quienes nosotros, consumidores, deberíamos identificarnos, nunca están leyendo. Están, más bien, aburriéndose soberanamente, tratando de evadir ese ambiente opresivo e innecesario. El sabor de la fruta, el chocolate de las rosquitas y lo que sea que tenga el líquido que hoy refresca y mañana desoxida arandelas, servirían para salvarlos del enorme tedio de estar rodeados de libros, ya sea leyendo o estudiando.

La biblioteca, aparece como un escenario hostil del que intentamos salvarnos aún a riesgo de dañar nuestras piezas dentales o nuestro aparato digestivo.

En el universo de los publicistas, en el que “pensar” es “tener un brain storming”, “leer” es chequear mails y “crear” es mirar el trabajo de los colegas extranjeros, una biblioteca, con su silencio, sus olores recónditos y esa desconocida atmósfera de introspección no puede ser menos que una especie de averno. De verdad entendemos el origen del trauma. Sin embargo, siendo el mundo tan pero tan vasto, tan plagado de ámbitos diversos, tan fértil de locaciones baratas y escenarios sencillos de iluminar, ¿podrían los señores publicitarios dejar a las bibliotecas en paz?

Regresen a aquellos decorados de los que nunca debieron haber salido: las fiestas oligárquicas en bordes de piletas, las chimeneas de leños, las orillas de los mares, los boliches humeantes y azulados, las cocinas blanquecinas, los tapizados de cuero y las oficinas inexistentes. Pero abandonen por favor nuestras bibliotecas.

Se los pedimos con el mismo fervor con el que solemos comprar las bazofias que nos ofrecen.

De lo contrario, quién asegura que mañana no haya una cruel venganza y una mano anónima algo harta de tanta loa al déficit de atención vaya y aplaste de un librazo certero algunas de sus hipnóticas blackberrys.

viernes, 7 de agosto de 2009

¿Qué te pasa, instrumento musical de viento, de metal, semejante a la trompeta, pero más pequeño y de sonidos más agudos?



A partir de las acciones legales tomadas por cierto multimedio contra un humilde blog que usaba en su título una palabra que ellos usan para titular su diario, este otro blog, más humilde aún, se referirá siempre al Grupo como el Grupo “instrumento musical de viento, de metal, semejante a la trompeta, pero más pequeño y de sonidos más agudos”, tal la definición brindada por el diccionario de la RAE sobre la palabra en cuestión.

A propósito del incidente, que pretende a través de un curioso malabar judicial (reclamar exclusividad sobre el uso de una palabra del idioma castellano) desactivar una voz crítica con los demandantes, recordamos el conocido cruce entre Groucho y los muchachos de la Warner Brothers.

Cuando los Marx ultimaban detalles de “Una Noche en Casablanca” recibieron una amable intimación legal de la WB por el uso de “Casablanca” en el título de la película. Esgrimían que ellos ya tenían una película llamada “Casablanca”, sin importarles, por ejemplo, que Casablanca fuera una ciudad preexistente.

Escribía Groucho:

Queridos Warner Brothers:
Al parecer hay más de una forma de conquistar una ciudad y de mantenerla bajo el dominio propio. Por ejemplo, hasta el momento en que pensamos en hacer esta película, no tenía la menor idea de que la ciudad de Casablanca perteneciera exclusivamente a los Warner Brothers. Sin embargo, pocos días después de anunciar nuestra película recibimos su largo y ominoso documento legal en el que se nos conminaba a no utilizar el nombre de Casablanca.

Parece ser que en 1471, Ferdinand Balboa Warner, su tatarabuelo, al buscar un atajo hasta la ciudad de Burbank, se tropezó con las costas de Africa y, levantando su bastón (que más tarde cambió por un centenar de acciones en la bolsa), las denominó Casablanca.

Sencillamente, no comprendo su actitud. Aun cuando pensaran en la reposición de su película, estoy seguro de que el aficionado medio al cine aprendería oportunamente a distinguir entre Ingrid Bergman y Harpo. No sé si yo podría, pero desde luego me gustaría intentarlo.

Ustedes reivindican su Casablanca y pretenden que nadie más pueda utilizar ese nombre sin permiso. ¿Qué me dicen de Warner Brothers? ¿Es de su propiedad también? Probablemente tengan ustedes el derecho de utilizar el nombre de Warner, pero, ¿y el de Brothers? Profesionalmente, nosotros éramos Brothers mucho antes que ustedes. Hacíamos ya la ronda de las candilejas como The Marx Brothers cuando la Vitaphone era todavía un simple destello en el ojo del inventor, e incluso antes de nosotros ha habido otros hermanos: los Smith Brothers [fabricantes de pastillas para la tos], los Karamazov Brothers; Dan Brothers, un centrocampista del Detroit; y Brother, can you spare me a dime? (que originalmente se llamaba BrotherS, can you spare me a dime? pero esto era reducir demasiado la moneda, así que despacharon a un hermano, dieron todo el dinero al otro y lo dejaron en Brother, can you spare me a dime?).

Y ahora, Jack, hablemos de usted. ¿Diría Usted que es el suyo un nombre original? Pues no lo es. Se utilizaba mucho antes de nacer usted. Sobre la marcha, recuerdo dos Jacks: había el Jack de JACK AND THE BEANTALK [cuento infantil] y el Jack el Destripador, que se hizo un bonito renombre en su día.

En cuanto a usted, Harry, seguramente firmará sus cheques con la firme convicción de que es usted el primer Harry de todos los tiempos y de que todos los demás Harrys son impostores. Recuerdo a dos Harrys que le precedieron. Existió Lighthouse Harry de fama revolucionaria [se refiere a LightHORSE Harry, apodo de Lee Henry, héroe de la revolución de EEUU], y también un Harry Appelbaum que vivía en la esquina de la calle 93 con Lexington Avenue. Desgraciadamente, Appelbaum no era demasiado conocido. La última vez que supe de él, vendía corbatas en Weber y Heilbroner.

(…)

Y no quiero entrar en discusiones duras, porque muchos de mis mejores amigos son Hermanos Warner. Intuyo que todo es un error del horrible y triste departamento legal de la empresa, controlado por alguno de esos tipos con problemas escolares, un trepa necesitado de fama y admiración, y demasiado ambicioso para respetar las leyes naturales de la promoción.

En fin, sea quien sea, no lo conseguirá. ¡Lucharemos hasta el final!, ¡hasta la Corte Suprema!

Ninguna estupidez de este tipo va a ser causa de pelea entre los Warner y los Marx, y la sangre no llegará al río. Porque todos somos hermanos bajo nuestra piel y seguiremos siendo amigos después de que pase por la bobina el último rollo de "Una noche en Casablanca".

Sinceramente, Groucho Marx.

(De CARTAS DE GROUCHO, Editorial Anagrama)



Por lo pronto, expresamos nuestra solidaridad con los intimados. Y esperamos que esta escalada se detenga allí. Mañana —argumentando la exclusividad otorgada por cierto apellido jerárquico— podrían prohibir referirse a todo lo NOBLE que hay sobre la tierra.

martes, 4 de agosto de 2009

Ostia



Una moto que recorre el escaso asfalto de Ostia, en busca del lugar donde fue asesinado Pasolini. Y el piano de Jarrett. Nada más. Cinco minutos gloriosos de CARO DIARIO, de Nanni Moretti (1993). Nada menos.