martes, 3 de noviembre de 2009

Yo no


Ella fumaba, yo no.

Esta construcción, este modo de depositar dos acciones en la proximidad que sugiere una coma, no debe llamar a engaño. Pareciera, por el modo en que decidí colocarlo en el papel, que ambas cosas tenían lugar en un territorio mínimo, íntimo. Pero no.

Debería haber puesto: “Ella fumaba. Yo no”, y el punto seguido empezaría a ser algo más justo con la triste realidad. De todos modos, no sería del todo sincero omitir los adverbios de lugar, los benditos circunstanciales que más allá de lo que su nombre indica, para mí son bastante determinantes. Escribiré entonces, mal que me pese, “En una mesa del bar, ella fumaba. En otra mesa, yo no”. (Sepan disculpar el hipérbaton pero es un hábito que quitarme no consigo.) Esta descripción cruda, algo fría, comienza a poner algo más de justicia, a lograr una correspondencia más certera entre el mapa y el territorio. Sin embargo, quiero ser un escritor algo más realista, y no puedo dejar de darme cuenta de que —consciente o no— el modo de describir la situación es tendencioso porque no evita ser sugerente. No evita alimentar en la siempre esperanzada mente del lector que ambas mesas estaban lo suficientemente cerca como para que en los próximas líneas fuera a pasar algo. ¿Estoy acaso prometiendo un acercamiento? ¿Estaré apostando a los sentimientos más básicos para capturar la atención? Resulta desgarrador escribir “En una mesa del bar, ella fumaba. En una mesa de otro bar, yo no” pero así son las cosas.

A medida que empiezo a otorgarle a este relato algo más de veracidad, me doy cuenta de algo: la distancia (medida en palabras) se agranda y la primera consecuencia no es —como todos pensarán— la destrucción de mis ilusiones. Mucho antes que eso, se destruye la elipsis del verbo fumar. Si antes podía decir “Ella fumaba, yo no”, era porque, dada la pertenencia de ambas acciones a un espacio tan diminuto, estaba claro que la acción que yo no hacía era “fumar”, pero con el distanciamiento de los personajes y sus acciones esto deja de ocurrir y deja de estar claro que es lo que “yo no”. Yo no ¿qué?

Mejor escrito: “En una mesa del bar, ella fumaba. En una mesa de otro bar, yo no fumaba.

Presiento, sin embargo, que la mera elección de ambas acciones sigue haciendo pensar que solapadamente, de un modo engañoso y vergonzante, se persiste en la sugerencia de que ambos personajes se conocen o que van a hacerlo en algún lugar de la hoja. O tal vez que uno de ellos, preferentemente ambos, están pensando en el otro, evocándose sin remedio. Y hasta planeando un encuentro que pueda ser resuelto en una frase tan corta como “subió a un taxi”. Pero no: “En una mesa del bar, ella fumaba. En una mesa de otro bar, en otro país, yo no fumaba.”

Tal vez no hayamos conseguido diluir del todo la esperanza de un conocimiento previo o futuro. Pero ya deberán correr más palabras bajo el puente. Nadie puede decir así, sin más, “subió a un avión”. Hay que embarcar, despachar el equipaje, pasar por aduana y hasta someterse a los habituales retrasos. Sin hablar de las fobias que impiden volar a algunas personas.

A esta altura de los acontecimientos, el relato empieza a insinuarse como triste o por lo menos largo. Es imposible que la distancia geográfica no se haga sentir en el espacio escrito. De todos modos, no consigo aún echar por tierra las baratas lecturas pretéritas que llevan a pensar a los potenciales lectores que si se habla de dos personajes en el comienzo de un relato, estos van a interactuar en un renglón u otro. Para colmo, “Ella” denota la existencia de una mujer. Y el “yo”, difícilmente remita a alguien que no sea un hombre, dada las dificultades que evidencia sistemáticamente el lector medio a la hora de distinguir entre narrador y escritor. Y esta diferencia sexual hace todavía más difícil poner freno a la tendencia de las personas a pensar en el amor o incluso en el sexo. ¿A dónde hemos llegado como sociedad?

Déjenme escribirles algo: “En una mesa del bar, ella fumaba. En una mesa de otro bar, en otro país, yo no fumaba. Nunca nos conocimos. Jamás hubo entre nosotros conexión alguna. Es más, ella murió joven, presumiblemente por alguna de las horribles enfermedades que provoca el tabaco. Obviamente, yo no.”


7 comentarios:

  1. ¨Sepan disculpar el hipérbaton pero es un hábito que quitarme no consigo.¨

    Excelente.

    Un abrazo,
    s.

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  2. Qué manera de hacerme ilusionar al p....

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  3. Disculpe Turner, pero yo entiendo que ud igual, de alguna manera, supo de la existencia de ella. Y de su adicción al tabaco. Y -lo peor- que no intentó disuadirla de su mal hábito... mal, poco caballero, piénselo.

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  4. me hizo deshacer varios hipérbatonSS... muy bueno, Ale.

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  5. Donde estará lo q escribi antes q no lo veo¡?
    Va de nuevo
    Una historia de amor trunca ,no se si por el hiperbatón o por el tabaco
    Los profesores de lengua felices con este post ,es el paraíso del ejemplo de la importancia del punto ,la coma y la utilizacion del hiperbaton Usted ,seguro no.

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