jueves, 18 de febrero de 2010

Otro final 2


Una larga mesa con 12 sillas, 12 platos, 12 copas y velas. Hay tres sillas ocupadas: en la del centro hay un hombre de unos 30 años, vestido con túnica. Lleva barba y pelo largo. Cerca de él, un hombre y una mujer de unos 20 años, llevan túnicas.

Silencio prolongado. Carraspeos. El hombre de barba mira por la ventana del fondo.


Profeta: Está anocheciendo.

Él: Creo que no van a venir, Señor.


El hombre de barba se toca la cara. Mira hacia arriba. Junta las manos con inquietud.


Profeta: ¿No fui lo suficientemente sabio? ¿No los llené de conocimientos? ¿De sermones?


La pareja se mira.


Ella: A lo mejor fue eso, Señor.

Profeta: ¿Qué?

Ella: Perdón. No quisiera...

Profeta: Habla. Tienes derecho. Fuiste una de las únicas discípulas que vino.

Él: No es discípula: es mi novia, Señor. Vino porque de acá nos vamos a una fiesta.

Profeta: Ajá. Me parecía que no había elegido mujeres.


Pausa.


Él: Bueno... Así son las cosas. Nosotros...

Profeta: ¿Adónde creen que van?


Ruido de truenos. Por la ventana entra el resplandor de un relámpago.


Ella: Llueve, amor. Qué raro...

Profeta: Sí, sí... Muy raro. Van a tener que quedarse aquí. Multipliqué un montón de panes y peces. Alguien tiene que comer todo eso.

Él: Claro, claro...

Ella: Yo no como pescado, señor.

Él: Ella es vegetariana.

Profeta: ¿Qué? Mi padre hizo un montón de animales deliciosos. Alguien tiene que comer todo eso...


Pausa.


Profeta: Además hay vino. Mucho vino. Convertí toda el agua que había en la casa en vino.

Ella: ¿No dejó ni una botellita?

Profeta: ¿Quién quiere agua? Mi padre tenía razón. Tenía que haber elegido unos pescadores. Gente rústica, leal, que come lo que hay y bebe vino.

Él: ¿Y por qué entonces nos elegiste a nosotros, Señor?

Profeta: Porque quería que escribieran todo lo que hacía. Si no, ¿quién va a enterarse? Y los intelectuales escriben todo. Tienen todo anotado, ¿no?


La pareja se mira.


Él: La verdad... No nos pareció relevante... Lindo, sí... Pero relevante...


Más truenos y relámpagos.


Profeta: Bueno. No importa. Ahora cuando vuelvas a tu casa quiero que escribas todo lo que vivimos estos días: la bajada con el burro, la pelea con los mercaderes, los milagros, los ciegos que caminan, los paralíticos que ven... Todo. Todo eso.

Ella: ¿Los sermones también?

Profeta: Obvio. Las parábolas. Las metáforas. Las comparaciones. Las sinécdoques. Las hipérboles... Y no olviden el "En verdad os digo...". Eso me da autoridad.

Él: Perfecto. Ahora si nos permite...

Profeta: Esperen, esperen. Van a mojarse. Además, alguien tiene que quedarse a ver como me traicionan, me juzgan, me crucifican.

Ella: ¿Todo eso por los sermones? Con meterlo preso alcanzaba.

Él: No tengo que verlo, Señor. Por unas monedas de oro se lo invento.

Profeta: Está bien, está bien. Pero antes... Esperen.


Se levanta de la mesa y va a la cocina. La pareja se mira. Ella intenta irse. Él la retiene.

El hombre de barba regresa con unos panes y un cáliz.


Profeta: Esto es importante. Por favor.


El hombre de barba toma un pan entre sus manos. Lo levanta. Lo mira. Cierra los ojos.


Profeta: Tomad y comed todos de él... Porque esto es mi cuerpo...


La pareja se mira. Salen corriendo. Con el ruido de la puerta, el hombre de barba abre los ojos. Descubre su soledad. Muerde un trozo de pan con resginación cristiana.

5 comentarios:

  1. Cuánto odio a una religión tan bonita... Muy bueno.

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  2. Muy bueno, maestro. (La primera vez que lo escribí se publicó? No soy muy ducha en esto)

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  3. Buenísimo, Alejandro. Casi escucho los aplausos ...

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  4. Usted es un hereje q resignificó todo muy bien .Me encANTO

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