lunes, 26 de octubre de 2009

Maldición, va a ser un día hermoso


Siempre fui de tener sueños horribles. Desde chico. Con el tiempo no dejé de tenerlos, pero se fueron volviendo reiterativos, perdiendo eficacia por lo recurrentes: salgo a un escenario pero no recuerdo nada de lo que debo decir, manejo un colectivo hasta que me doy cuenta de que no sé manejar (este dejé de tenerlo cuando saqué el registro, a los 33), doy un examen para el que estoy preparado pero al momento de las preguntas no sé nada. Este último tiene versiones muy específicas. Hace algunas noches, un jurado me interrogaba sobre mis conocimientos futbolísticos y yo ignoraba datos básicos como la formación de Ferro del 81 o quién hizo el gol de River en el partido de vuelta de la final de la Libertadores del 86. Una vergüenza.

La única innovación de los últimos años fue tener pesadillas en las cuales quien estaba en peligro ya no era yo sino alguno de mis hijos. Y nada más. Después, lo de siempre: manejar sin saber, actuar sin texto, olvidar, olvidar, olvidar... Debería hablar en terapia por qué me aterroriza tanto perder la memoria. Pero nunca lo hago. Supongo que me olvido.

Pero estos días tuve una pesadilla completamente nueva, original, sorprendente. Una pesadilla política.

Soñé que los grupos corporativos se hartaban de poner las fichas en una oposición tan pelele que no puede ni modificar artículos de leyes y convoca al único hombre que los puede ayudar. No les encanta, hubieran preferido a un ingeniero de ojitos claros egresado del Newman, pero se dan cuenta de que no le da el paño. Entonces llaman a The Cleaner. El que pacificó la Argentina del quesevayantodos y salió de la convertibilidad de un modo muy beneficioso (para ciertas empresas periodísticas, está claro). Y The Cleaner volvía de su siempre inverosímil retiro al que lo arrojó aquel triste episodio en el que a alguno de los suyos se le fue la mano con los zurditos del puente. The Cleaner volvía y declaraba un perturbador puedeser. Pero ponía condiciones. Se hace lo que yo digo. Estos tipos están desatados. No podemos llegar a las elecciones con chotocientas listas opositoras, así que empiecen a limpiar a los inservibles.

Soñé que entonces, comenzaban a perder efecto las millonarias pautas publicitarias desparramadas sobre los medios para no decir nunca nada de todo lo feo y lo loco que pasa en el distrito más rico del país. Se empezaba a hablar finalmente de lo que no se había hablado hasta ahora. Los atropellos de las bandas oscuras, los desalojos de morochos a las 5 de la mañana, las sides de cotillón, el loteo indiscriminado, los presupuestos de educación subejecutados para hacer maceteros en Palermo Soho, la carencia de un solo cuadro medianamente honesto, medianamente democrático, medianamente presentable, y hasta -oh- la ineficacia. Como si todo eso hubiera empezado ahora. Y hasta Solá se animaba a darle vuelta la cara a Mauri, y se ponía en la cola de la ventanilla de cobro.

Y The Cleaner repartía el juego: Cobos-Solá (¿quién se traicionará primero?) por la presidencia, Francisco-Ricardito por la provincia. Volvía el entente bonaerense que tantas satisfacciones nos dio en el 2001.

Y como se trataba de The Cleaner, todos le hacían caso. Mauri bajaba la cabeza, Lilita aceptaba tomar la medicación, Reutemann seguía haciendo su irritante plancha. Y ganaban. Ganaban.

Y entonces se recuperaban nuestras amadas instituciones.

La "gente" presentable, esos que tienen la dentadura completa y abarrotan la ruta 2 los fines de semana largos, celebraba agitando pañuelos blancos en la calle, como aquella vez. Biolcatti se abrazaba con los pibitos del MST, Castells repartía planes universales de 100 pesos que seguramente terminarían con la pobreza (y cualquier discusión sobre redistribu¿qué?), Bergoglio arrojaba ostias saborizadas por Avenida de Mayo y la diputada Giúdici tenía el primer orgasmo de su vida.

Bullrich ni entonces lo tenía, pero volvía a la función pública, Fernando Iglesias y el rabino Bergman hacían juegos de palabras ingeniosísimos por cadena nacional, Grondona se hacía cargo de Telam (pero sólo para privatizarla) y los sushi organizaban recitales multitudinarios de César Banana Pueyrredón para demostrar que la cultura y el pueblo y la calle y no sé qué poronga más.

Aerolíneas dejaba de dar pérdida regenteada por Felipe González y las jubilaciones estatales volvían a manos de sus dueños que ahora sí podrían reclamarlas dentro de 45 años si alguna de las AFJP seguía en pie y si el capital no se esfumaba en una mesa del escolazo financiero internacional.

Sólo algunos militantes de Proyecto Sur se ponían nostálgicos de la primavera kirchnerista y recordaban ese momento loco loco loco en que se le ponían límites a la cantidad de licencias que podía tener un multimedio y se pretendía subir 5 puntos un impuesto a la renta extraordinaria de un cultivo dañino e incomible que no le daba trabajo a casi nadie. Pero eran los únicos.

Pichetto, llegado el caso, era el Jefe del Bloque de Senadores del duhaldismo. Y la prensa callaba: Tenembaum tomaba unas pildoritas para dormir y Magdalena tenía su propio ciclo de entretenimientos.

Había por fin absoluta libertad de expresión para los periodistas de Clarín y América, que podían decir todo lo que querían, salvo por el nombre de la ex que a partir de entonces sería denominada “la chirusa prófuga”. Aunque ni hacía falta redactar el memo. Los cronistas lo hacían de motus propio, guiados por su lúcido espíritu ciudadano.

Se ponía de moda la corbata floja de Leuco, que tenía oportunidad de desplegar su impostado acento cordobés en el canal público y se erigían bustos a Pepe Eliaschev, que quedaba inmortalizado con su expresión más encomiable, esa trompita de periodista indignado con algún sindicalista.

Se cerraban todas las causas contra esos viejitos que cometieron errores y excesos en un pasado que debemos dejar atrás, porque ya es hora de que miremos al futuro y es necesario volcar todo el poder de la justicia para perseguir a los que le tiraron un huevazo a Morales...

López Murphy volvía a las pantallas para proponer recortes a las remuneraciones por hijos discapacitados, TN -gracias a Dios- no desaparecía, y hasta Bonelli decía una frase completa sin trabarse y sin eeeeeehhh en el medio. La frase era boludísima, obvio, pero por algo se empieza.

Lanata seguía siendo opositor, porque eso siempre garpa y hasta condenaba que las hordas de viejas caceroleras hayan salido a quemar las instalaciones hoteleras de Calafate. Maradona era reemplazado por Marangoni, un futbolista que pronuncia todas las eses y jamás le pide favores sexuales en público al sagrado periodismo deportivo, al tiempo que volvía a haber una arteria denominada Cangallo. Adivinen cuál.

Rompíamos relaciones con Venezuela, volvíamos a votar contra Cuba en la OEA y el canciller Asís hacía chistes sobre que Obama ¿ya lo notaron? es negro. Un plato.

Los integrantes del grupo Aurora se disculpaban por haber cantado la marcha de la Revolución Libertadora durante la asunción de Aguinis al frente de la Secretaría de Cultura, y todos lo entendían como un simple desborde de institucionalidad.

Y en esa interminable espiral de transparencia se daba el milagro: Gaby Michetti caminaba y hasta se quedaba con la nueva edición de Bailando por un Sueño, que había vuelto al aire un día que dejó de rendir el ciclo con videos de parientes muertos de Marce.

En pocas palabras, teníamos —por fin— una república.

Me desperté sudando. Salté de la cama y fui a tapar a Lucas y Fede, que dormían plácidamente. Lo que hago cada vez que me libero de una pesadilla en la que ellos corrieron peligro.

viernes, 16 de octubre de 2009

Una simple exhortación a succionar


La Argentina no puede salir del estupor provocado por los exabruptos de Diego. Decir “que la chupen” parece que escandaliza más que decir (como acaba de sentenciar Carrió) “los hijos de Ernestina de Noble son nuestros hijos”.

En estas tierras de gordos desbocados, la invitación a consumar un juego sexual es peor que la de invitarnos a ser sospechosos de apropiación y cambio de identidad de niños.

Dentro del ombliguista universo mediático, la forma en que Diego celebró la clasificación se discute más que el juego del equipo, los planteos tácticos, la elección de jugadores. Las buenas formas son deseables. ¿Pero podemos dejar de hablar de ellas todo el tiempo?

La política internacional de la Argentina ocupa menos espacio periodístico que el hecho de que Cristina llegue tarde o no a una foto. Y se habló más de que en la asunción de Coscia en Cultura se cantó la marcha peronista que sobre quién era Coscia y si estaba capacitado para ocupar el cargo. Es el Aguinis que llevamos dentro, supongo.

Está claro que un país en el que el técnico de su seleccionado desplegara mesura en la victoria, su presidenta fuera puntual y sus funcionarios respetuosos de la pluralidad a la hora de asumir un cargo sería un país mejor. Pero no mucho mejor. El salto de calidad de los países suele venir dado por otras cosas. ¿Hace falta enumerarlas? Sin embargo, nos obsesionan las formas, los modales. Nos preocupa más que nos griten, que discutir si eso que nos gritan es verdad o no. La tilinguería nos ahoga.

¿Alguien cree todavía que el problema del menemismo era que el sujeto en cuestión jugara al tenis, correteara vedettongas veteranas por la quinta de Olivos, mintiera acerca de sus ridículos retoques faciales o usara trajes brillosos?

A este malentendido se suma la costumbre de exagerar cualquier cosa que afecte mínimamente al periodismo. Con todo el respeto que me merecen la mayoría de los periodistas deportivos (que la verdad que es poquísimo), ¿podríamos dejar de hablar del “Toti” Pasman como si fuera un Rodolfo Walsh acosado por los grupos de tareas? Lo de Diego fue feo y me hubiera gustado que no pasara. Y ya.

Si algo grave tuvo el desborde retórico del diez fue más bien provenir de una actitud soberbia que le impide analizar honestamente las condiciones penosas en las que nuestra Selección alcanza su pasaporte al Mundial.

Salir cuartos, sufriendo, en un esquema de todos contra todos es un retroceso inocultable para el fútbol argentino. O se hicieron muy mal las cosas o somos mucho menos de lo que pensamos. Cualquiera de las dos hipótesis es preocupante, porque con esto que somos y con la misma gente que nos condujo hasta aquí vamos a ir a la Copa del Mundo. Y sin que de esto dependa la vida de nadie (salvo la de los publicistas que venden sus habituales piezas de chauvinismo cool) estaría bueno que nos fuera bien, ¿no?

La alteración histérica porque Diego dijo en la cancha lo que se canta en el vestuario, tapa lo otro, lo sustancioso, lo específico, lo interesante y lo único que tiene de verdadero el fútbol: que es el fútbol.

Por indignarnos como señora de Patio Bullrich dejamos de discutir

1) por qué se quemaron los dos mejores arqueros que la Argentina tiene desde hace mucho tiempo (Carrizo y Andújar) y qué hubiera pasado si este muy buen guardavalla que es Romero se hubiera equivocado en un centro, ¿iríamos al mundial con Pozo?

2) por qué Diego usó una defensa diferente en cada uno de los partidos de Eliminatoria

3) por qué Messi es inamovible aún en momentos en los que sacarlo del equipo sería hasta protegerlo y motivarlo

4) por qué casi incineramos al gran Mascherano haciéndolo jugar muchas veces solo en un mediocampo caótico

5) por qué en una lista de 26 jugadores había un solo lateral por derecha

6) por qué si se lesiona ese único lateral no se llama a otro que lo reemplace

7) por qué me quedo siempre con la sensación de que mi vieja haría mejor los cambios

8) por qué salimos a jugar en Bolivia de un modo que más que menospreciar la cuestión de la altura parecía ignorarla casi psicótica mente

9) por qué si entre el partido del sábado y el del miércoles Tabárez hizo 5 entrenamientos de fútbol y Bielsa (ya clasificado) hizo 8, la Argentina hizo 1

10) por qué Verón jugó de 8 contra Paraguay cuando todos sabíamos que no iba a poder tapar las subidas de Aureliano Torres

11) por qué quedó la sensación de que nadie sabía a quién marcar en las pelotas paradas contra Brasil

12) que la Selección hace sus mejores partidos cuando juega esperando y de contraataque (Francia, Uruguay, el primer tiempo en Ecuador) pero que en el Mundial el único equipo que saldría a atacar a la Argentina sería el Chile de Bielsa

y 13) ¿No era que Heinze no iba a jugar más de 3?


Nada de esto parece importarle demasiado al raquítico periodismo deportivo local, distribuido entre indignados y chupamedias. Tan ensimismado está por la afrenta imperdonable a uno de los suyos que tampoco hablan de la pesada herencia que Diego recibió de su vetusto antecesor.

Y tan furiosos están contra ese sujeto gracias al cual muchos deben haber cambiado el auto más de una vez, que no dudan en enarbolar como esperanza blanca la figura del gran Bielsa. El mismo al que ellos no dudaron en esmerilar durante 5 años y medio.

No en vano, Passarella los definió alguna vez como “los invictos”, los que nunca pierden, los que nunca deben confrontar sus dichos en el verde césped.

¿Saben qué? Ahora hasta tengo ganas de que Diego siga siendo el técnico de la Selección. Total, los mundiales son raros. Con un equipo de antecedentes brillantes marchamos en primera ronda y con un equipo que tenía mística y sólo mística tuvieron que sacarnos de la final a empujones. Son siete partidos. Y qué importa sufrirlos si eso sirve para que algunos mamarrachos la sigan chupando.


Coda Bielsista

Mi amigo Sergio Nakasone vive en Santiago de Chile desde hace algún tiempo. Antes de que se convirtiera en el corazón del bielsismo militante casi tanto como la mitad rojinegra de Rosario. Desde allí me reenvió un mail que yo le había mandado el 12 de junio del 2002 a él y a otros compatriotas futboleros. Exactamente algunas horas después de que Suecia nos sacara del Mundial de Corea-Japón.

Él tuvo la generosidad de recordarlo. Yo voy a tener el descaro de citarme, golpeándome el pecho de un modo soberbio y descarado. Casi como un periodista deportivo. Sepan perdonar, pero creo que viene al caso:


PARECE QUE AHORA SÍ, LO QUE IMPORTABA ERA EL RESULTADO.

No estoy de acuerdo con tratar de buscar comparaciones sencillas entre el modo de jugar al fútbol y la manera de vivir de una sociedad. Esta clase de operación, que alguna vez utilizara la misma dictadura militar, no hace más que servir de excusa para lo que a uno se le ocurra y termina por exhibir que el fútbol, en su aspecto más concreto, resiste toda clase de interpretación, bienintencionada o no. Sin embargo, sí creo que es muy útil pensar alguna cosa acerca de nosotros a la luz de aquellas cosas que se dicen con respecto al fútbol, la clase de discursos que se construyen para nombrarlo o para contarlo, las tensiones que se establecen en este permanentemente desborde del universo discursivo y el brusco modo en que se disuelven los consensos según nos vaya en la
feria.
Cuando el árbitro dio por terminada la participación de nuestro equipo en la copa del Mundo, sentí pena, frustración, es cierto, pero inmediatamente después sentí impotencia a priori por el tipo de cosas que supe que iba a tener que leer y/o escuchar.
Es muy duro vivir en un país que evalúa cuatro años de trabajo por la pericia o no de un sueco para patear un tiro libre o de un árbitro para sancionar un penal. Que olvida valores, deseos, ideales, en función de un sorteo poco afortunado que obligó a esta Selección a jugar en su zona tres partidos que bien podrían ser de semifinal o final de campeonato.

Ya nada importa. No importa que Marcelo Bielsa haya conducido hasta aquí un ciclo futbolísticamente notable (que lamentablemente encontró su techo demasiado tiempo antes de la competencia final), que lo haya hecho con respeto, con bajo perfil, explicando todas las veces que fuera necesario las razones de su pensamiento (pero sin rifarlo en nombre de una dudosa encuesta), que haya atendido por igual a todos los medios sin excepción, que haya enviado a su equipo a buscar siempre mandar en la cancha, que intentara el camino del razonamiento y que haya pretendido --a veces ingenuamente-- que su interlocutor estuviera también dispuesto a hacerlo.
(...)
Me resulta muy curioso que muchos de los sectores que relativizaron hasta la necedad el subcampeonato del 90 en nombre de una supuesta falta de componentes estéticos y/o éticos, hoy se trepen al conveniente discurso según el cual lo único que vale es el resultado.
Quiero decir --con el escaso valor que mi opinión pueda tener-- que en este momento de la Argentina, no podemos darnos ese lujo. No podemos pedirle al fútbol que resigne todos los valores que la mayoría de nosotros le reclama a los gritos a la clase dirigente.
Si este fuera un país algo más civilizado, en el mejor sentido de la palabra, Bielsa ya tendría que haber sido tentado para permanecer otros cuatro años en su puesto. ¿Hace falta decir que no lo es?”



Update, octubre del 2009: ahora que Bielsa metió al sencillo equipo chileno segundo en la eliminatoria, a un punto de Brasil, obteniendo, una vez más, el reconocimiento mundial, hay muchos, muchísimos que aunque miren para otro lado, qué le vamos a hacer, la tienen adentro.



martes, 6 de octubre de 2009

4 de octubre del 2009

Podría hablarse de coraje, coherencia y generosidad artística. Pero para qué insisitir con la terminología que agotan las necrológicas.
Podría fracasarse en el intento de ponerle palabras a lo que no se puede. Pero para eso (fracasar, siempre) están los críticos musicales. Y los otros.
Sólo diré que nos enseñó que el folclore no tenía por qué ser 4 viejos de poncho y botas gritando con aliento a tinto. Y también, que la primavera democrática del 83 arrancó, al menos en mi casa, el día que alguien le regaló al marido de mi vieja el casette de Mercedes Sosa en el Ópera.
Adiós, querida.

jueves, 1 de octubre de 2009

Bolaños


Bolaños siempre sintió que el árbol no le dejaba ver el bosque. Era una idea que había crecido en su interior, como un árbol (otro árbol), sin que él pudiera establecer con precisión si –incluso– no era previa a su propia existencia. Es decir, si a la idea en cuestión no le habría crecido, en determinado momento, un Bolaños.
Con el tiempo, la impresión de que el árbol no le dejaba ver el bosque fue convirtiéndose en una certeza para Bolaños. Luego, en una obsesión.
Bolaños sentía que su realidad no era más que un universo fragmentado por la presencia de aquel maldito árbol que se interponía entre su persona y el dichoso bosque.
Cuando llegó a ese momento de la vida en que las personas deciden que hay que tomar el toro por las astas, aún sin saber que es un “asta”, Bolaños decidió hacer lo propio. El personal de seguridad de la 15ta exposición rural logró detenerlo justo cuando intentaba introducirse en el stand de los bovinos –con un diccionario bajo el brazo– para apresar a un toro por la zona de los cuernos.
Habiendo fracasado en este intento, Bolaños sintió que al menos debía resolver sus cuestiones con el árbol y con el bosque y el por qué lo primero no le dejaba ver lo segundo. No podía permitirse otro error así que analizó el asunto en todas sus implicancias. Se le presentó entonces un interrogante crucial: de todos los árboles que conocía (e incluso de los que ignoraba) ¿cuál sería en realidad aquél que le estaba impidiendo ver el bosque? Llegado a este punto, Bolaños optó por el método deductivo: cuando inmediatamente después de terminar con un árbol consiguiera ver un bosque, podría inferir que el árbol caído era el indicado. Bolaños siempre fue un sujeto transgresor por lo que ya tenía decidido desoír todos los lugares comunes al respecto y aprovechar el árbol caído para hacer leña ya que esa sería una buena manera de afrontar los gastos de una operación cuyos costos resultaban incalculables.
Todo parecía resuelto. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no era así. Si esta idea de que el árbol le impedía ver el bosque se remontaba al principio mismo de su vida (o incluso antes) era obvio que Bolaños jamás había visto un bosque. Por lo que ¿cómo iba a reconocerlo cuando lo viera? Y si era incapaz de reconocerlo, ¿cómo se daría cuenta de que estaba haciendo leña del árbol correcto y no de un impostor? Pero Bolaños no era un tipo de ahogarse en un vaso de agua. De chico había aprendido a nadar en la colonia del colegio y –por lo demás Bolaños odiaba el agua por lo que nunca enfrentaba tal peligro. Él siempre bebía uno o dos vasitos de vino a la hora de la cena. Y nadie escuchó nunca de alguien que se ahogara en un vaso de vino tinto. Y mucho menos en dos, dado que resulta imposible ahogarse más de una vez. Por eso, enseguida le encontró la vuelta al asunto y se dijo: “soy un tipo bastante vivido, he viajado, he pasado por circunstancias diversas, podría decirse que lo he visto casi todo a lo largo de mi vida. Por tal motivo, cuando me encuentre con algo que me parezca totalmente nuevo, ¿cómo no habría de darme cuenta?” Dicho esto, Bolaños supo que había llegado la hora de pasar a la acción. Se dirigió a un comercio cercano y con los ahorros de toda su vida adquirió una motosierra Pouland 3500 con la que emprendió –bajo la impronta del ensayo y el error– una sistemática amputación de cuanto árbol tuvo a su alcance.
Tras derribar el primer árbol, no ocurrió nada especial pero Bolaños no se desanimó.
Al derribar el segundo árbol, éste cayó encima de un automóvil que estaba estacionado en las adyacencias del mismo y le aplastó el techo. El dueño del vehículo salió a increpar a Bolaños pero como éste ya conocía la furia, el enojo y los intentos de agresión verbal supo enseguida que nada de eso era lo que la gente denominaba “bosque”, por lo que entendió que debía seguir en su búsqueda del conocimiento.
A la semana de ir podando árboles por ahí, Bolaños vio que se mostraba una foto suya en la televisión. Pero como –efímeramente Bolaños ya había conocido la fama, supo que esta no era el “bosque”.
Finalmente, una mañana, Bolaños cumplía con su tarea de hacer caer árboles cuando fue sorprendido por un patrullero que venía siguiéndole la pista desde hacía unos 400 árboles. Bolaños fue esposado y conducido a prisión, un sitio en el que jamás había estado antes. Bolaños fue hallado culpable de varios delitos y cumple desde entonces una larga condena. Esta circunstancia lo entristece, aunque no tanto como el creer que finalmente el “bosque” resultara un lugar tan pero tan sórdido.