Señores redactores de cartas palermitanas, no sé bien cuándo fue que llegaron pero ya es hora de que se vayan yendo.
No tengo claro cuándo ocurrió, pero un día vinieron ustedes y la lechuga pasó a llamarse “mix de hojas verdes”, el morrón “pimiento” y la aceituna “oliva”. ¿Y todo eso por qué? ¿Es acaso una absurda estrategia de diferenciación idiomática? ¿O es apenas una falta de trato más o menos frecuente con el habla de las personas e incluso con las personas?
Señores redactores de cartas palermitanas, ¿cuándo fue que una salsa se volvió “coulis”? ¿Cuándo la frutilla se volvió fresa? ¿En qué absurdo momento decidieron que una tarta era una “quiche”?
En su afán por la diferencia y la sofisticación, algunos de ustedes han llegado a llamar vegetal a la verdura o tubérculo a la papa. Algo así como llamar mamíferos vertebrados a los amigos.
¿Es que acaso la palabra “papa” es poco para sus refinadas cartas de 3 cifras? ¿Adónde quieren llegar? ¿Se animarían a llamar tubérculo incluso al sumo pontífice?
Señores redactores de cartas palermitanas, si experimentan ustedes la necesidad de dar rienda suelta a la metáfora, tal vez no sea este el sitio que la vida les tiene destinados. Anótense ya en un Taller de poesía y dejen de decirnos que esa mezquina cucharada de salsa es “un espejo de” o que una ensalada es “una sinfonía de”. Vamos: no sean hijos de.
Señores redactores de cartas palermitanas, la situación ha pasado a mayores. Y así como Palermo mismo se extiende cual aceitosa mancha de distinción sociocultural, así también vuestra absurda prédica plagada de imágenes innecesarias, genéricos ridículos y traducciones mal procesadas, ha llegado a todos los rincones de la ciudad, las zonas suburbanas y hasta las más lejanas provincias.
Pronto llegará el día en que los puestitos de la costanera o en las adyacencias de los estadios nos ofrezcan un crujiente pan de campo con alma de tripa rellena de primavera de carne de cerdo, grasa, soja y sorpresas bromatológicas. Ese día, señores redactores de cartas palermitanas, los arrojaremos a todos ustedes desde una altura superior a la de sus propias pretensiones. ¿Y saben qué? No habrá colchón de rúcula alguno que amortigüe la caída.
*Leída alguna vez en cierto programa de radio denominado CON QUÉ SE COME.